Ir al contenido

De la gloria a los abucheos: 25 años del álbum conceptual que terminó con la fama de The Smashing Pumpkins

La banda de Billy Corgan dejó clásicos del rock en los noventa, pero la llegada del nuevo siglo los convirtió en una banda experimental y confusa incluso para sus propios fans, aunque otros reivindican su visión a la hora de entender el rock y la influencia de Internet en el mundo actual

Retrato promocional de unos jóvenes Smashing Pumpkins en el año 1991.Paul Natkin (WireImage/Getty)

The Smashing Pumpkins fue uno de los grupos más exitosos de los noventa, pero el cambio de milenio no les sentó nada bien. Decidieron publicar un último y ambicioso disco y disolverse al final del año 2000. En aquel momento, el líder de la banda, Billy Corgan, tenía 33 años y los Pumpkins habían vendido 25 millones de discos. No es que su música fuera precisamente comercial, pero los tiempos eran diferentes: no solo se vieron favorecidos por el bum del rock alternativo de aquella década, también supieron ampliar su base de fans al introducir, sin prejuicios, influencias más cercanas al heavy metal, al progresivo y al pop de reminiscencias góticas.

Aunque no se comunicó oficialmente hasta mayo del 2000, la idea de dar carpetazo al grupo la tomaron sus cuatro miembros originales (el vocalista Corgan, el guitarra James Iha, la bajista D’Arcy Wretzky y el batería Jimmy Chamberlin) a finales de 1998. Acababan de publicar su cuarto álbum, Adore, de influencias más cercanas a la electrónica industrial y el pop oscuro, y, aunque ellos lo defendieron a capa y espada, su adoración popular comenzó a disminuir después de haber tocado techo con el doble álbum Mellon Collie And The Infinite Sadness (1995).

Su discográfica, Virgin, comenzaba a mostrar su insatisfacción al respecto y su mánager, Sharon Osbourne –sí, la esposa de Ozzy–, decidió no seguir trabajando con ellos. En realidad, había un elefante en la habitación: la erosión en las relaciones entre los miembros del grupo. El batería Jimmy Chamberlin ya había sido expulsado en 1996 tras el fallecimiento por sobredosis del teclista Jonathan Melvoin, quien se encontraba en compañía de Chamberlin en aquel momento. Este también se había metido la misma cantidad de heroína, pero consiguió sobrevivir y, tras pasar por rehabilitación, fue readmitido en el grupo. Sin embargo, la siguiente en ser expulsada por Corgan fue la bajista, también (según la versión del líder) por culpa de sus adicciones. Machina/The Machines Of God fue el último álbum que grabó la formación original de Smashing Pumpkins. Para la que iba a ser la gira final, denominada The Sacred And Profane Tour, la sustituta de D’Arcy fue la carismática Melissa Auf Der Maur, quien entonces tocaba con Courtney Love en Hole.

Una pretenciosa ópera rock

Machina, que se publicó en febrero del 2000, se quiso celebrar como una vuelta de Smashing Pumpkins a su pulsión más hard rock aunque, en realidad, era un trabajo ecléctico que apuntaba, de modo errático, en direcciones muy diferentes. La idea inicial de Corgan era entregar una ópera rock, un álbum conceptual muy extenso y teatralizado. “Nos habíamos convertido en personajes de dibujos animados por la forma en que nos retrataban los medios, así que la idea era que, de alguna manera, saliéramos y fingiéramos ser esos personajes”, declaró en 2010 a la revista New Times. A partir de ahí concibió una historia que giraba en torno a una estrella de rock llamada Zero (que sería el alter ego del Corgan mediático), que escuchaba la voz de Dios, se renombraba Glass y rebautizaba a su banda como The Machines of God. A su vez, los seguidores de su banda eran conocidos como “The Ghost Children” (los niños fantasma).

Billy Corgan en el escenario del Rock Torhout Festival en Bélgica en 1992.Gie Knaeps (Getty Images)

Pero el concepto se quedó a medio terminar. Parte de él se comunicó en diferentes acciones promocionales vinculadas a la salida del álbum, y en textos escritos por Corgan en su web y en el libreto interior del CD, que acompañó con ilustraciones del pintor ruso Vasily Kafanov y que vinculaban la historia con referencias a la alquimia, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, la espiritualidad... Además, el líder del grupo inició un juego de acertijos online con los fans, The Machina Mystery, y posteó las interpretaciones que más le habían gustado. Todo ese proceso continuó en 2001, con una campaña viral en la web del grupo incitando a los fans a buscar páginas y videoclips misteriosos, a lo que siguió la idea de una serie de animación que tampoco se llegó a terminar nunca. En su entrevista de 2010, el músico reconoció no haber estado nunca seguro de “qué demonios estaba intentando hacer. Hoy no habría tomado algunas de esas decisiones, así que no llego a entender por qué lo hice así. Pero en aquel momento tenían sentido para mí”.

El público tampoco lo entendió y el álbum fue el menos vendido de su carrera hasta entonces. Se había producido un cambio de era, que ahora empezaba a ser dominada por el nu-metal de Korn y Limp Bizkit, aunque el factor fundamental era que, simplemente, los Pumpkins no habían dado a sus fans lo que ellos esperaban. “Adore no había alienado al público. Machina sí lo hizo”, declararía Corgan tiempo después.

Pero no se quedaba ahí todo. La idea del líder era que se publicasen dos discos dobles. Virgin, intuyendo el descalabro, se negó desde el principio, así que Corgan decidió que la segunda parte (titulado Machina II/ The Friends & Enemies Of Modern Music) se colgase gratuitamente en Internet en septiembre del 2000. Aparte, él mismo decidió autoeditar una tirada de 25 copias en vinilo numeradas (en realidad, una caja con dos Lp’s y tres EP’s de diez pulgadas), que repartieron entre amigos de la banda, acompañados de instrucciones para “ripear” el contenido en la red, de modo que todos los fans que quisieran pudieran acceder a él fácilmente. Actualmente el disco sigue sin estar disponible en ninguna plataforma legal de streaming, pero es muy fácil de encontrar en Youtube. Con ese movimiento, sin ser conscientes de ello, la banda de Chicago se anticipó a lo que harían años después Radiohead y tantos otros. La piratería aún estaba empezando a ser un problema, pero el enorme colapso de la industria discográfica ni se vislumbraba por aquel entonces.

Billy Corgan, de Smashing Pumpinks, durante un concierto en Rotterdam en el año 2000.Paul Bergen (Redferns)

La alienación de los fans también llegó a la gira final, que fue tan extensa como decepcionante. En España aterrizó en octubre de 2000, con cinco paradas: Santiago de Compostela, Madrid, Barcelona, San Sebastián y Zaragoza. Este cronista acudió al concierto en el Palacio de los Deportes madrileño y presenció algo que no recuerda haber visto nunca más: que, en un pabellón lleno, buena parte del público se pusiese a silbar a la banda por su autocomplaciencia a la hora de seleccionar el repertorio. Comenzaron con un largo segmento acústico, y más de la mitad de las canciones que interpretaron pertenecían a los dos Machina. Cuando llegaron los grandes éxitos finales, no consiguieron redimirlos del aburrimiento general que habían provocado.

El 2 de diciembre, y con bastante más gloria, el grupo se despidió oficialmente en la sala Metro de Chicago, la misma en la que habían comenzado su andadura doce años antes. Fue un concierto que se extendió durante cuatro horas y media. Además, obsequiaron a cada asistente con un CD que incluía la grabación de su primera actuación en aquel mismo recinto. Aquel habría sido un excelente final para la banda de no ser por un importante detalle: no fue el final.

Los erráticos Pumpkins del siglo XXI y una inesperada reedición

Tras la disolución del grupo, Corgan y Chamberlin montaron una súper banda alternativa de vida efímera denominada Zwan -uno de sus escasos conciertos lo pudimos ver en la sala La Riviera de Madrid en 2003- y posteriormente, el vocalista publicó su único disco en solitario, TheFutureEmbrace. Solo duró siete años el silencio de Smashing Pumpkins. En 2007, regresaron con un nuevo álbum, Zeitgeist, aunque solo permanecían el cantante y el batería de la formación original. Tanto el disco como la gira fueron un fiasco, pero la caída libre hacia la irrelevancia y el desinterés por parte del público se aceleró con sus siguientes lanzamientos. Oceania (2012) y Monuments To An Elegy (2014) iban a formar parte de Teargarden By Kaleidyscope, otro ambicioso proyecto conceptual que quedó inconcluso, ya con Corgan como único miembro fundador del grupo. Chamberlin e Iha regresaron en Shiny and Oh So Bright Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun (2018) y Cyr (2020), y en un nuevo y larguísimo ladrillo titulado Atum: A Rock Opera in Three Acts (una trilogía de discos publicados entre 2022 y 2023). Su último álbum hasta la fecha es Aghori Mhori Mei, que vio la luz el pasado mes de agosto.

Jack Bates, Kiki Wong, Jimmy Chamberlin, James Iha y Billy Corgan en el año 2024 en California.Lester Cohen (Getty Images for Audacy)

En realidad, toda la extraña trayectoria de esos Smashing Pumpkins del siglo XXI, mucho más cercana a unos Tool o unos Pink Floyd pasados de rosca que a, pongamos, Nirvana y Pearl Jam, es una continuación desmejorada de lo que aventuraron en los dos volúmenes de Machina. En ese sentido, aquel proyecto no supuso tanto el final de la banda como el comienzo de unos nuevos Pumpkins que, además, han sido más longevos que su triunfal primera encarnación de los noventa. Corgan, de hecho, nunca ha dejado de reivindicar sus dos discos del 2000, a los que considera un manifiesto que desafiaba el camino que para ellos habría sido más fácil y el que habría complacido a fans e industria, el de repetirse a sí mismos. Tanto es así que el músico lleva años trabajando en una reedición que muestre el proyecto de un modo más fiel a como él lo concibió al principio, incluyendo la simulación de un concierto con el ruido del público enlatado (al estilo del álbum Alive! de sus admirados Kiss).

Las primeras noticias al respecto datan de 2011, pero problemas legales con la compañía de discos lo han ido retrasando. En 2021, en una entrevista con New Musical Express, Corgan declaró que la reedición ya estaba finalizada y que contendría más de 80 canciones, pero, a día de hoy, no se sabe nada más sobre ello. Otro proyecto inconcluso y largamente demorado es su también ambicioso libro “de memorias espirituales”, influido por Siddartha, de Herman Hesse, que se titularía God Is Everywhere, From Here to There, y del que dice que ya ha escrito más de mil páginas.

Hace solo unos días, el músico declaraba en el podcast The Joe Rogan Experience que Smashing Pumpkins era “una de las bandas más incomprendidas de la historia del rock and roll” y también se ha mostrado defraudado porque no se le haya dado el suficiente crédito a la hora de haber allanado el camino a grupos como Muse. De momento, su último anuncio es que, en noviembre, la banda va a celebrar el 30 aniversario de Mellon Collie And The Infinite Sadness interpretándolo al completo con una orquesta sinfónica durante siete noches en la Lyric Opera de Chicago. La intención de Corgan con ello es seducir tanto al público del rock como al del bel canto, pero es realmente difícil no verlo como aquella parodia de sí mismo con la que prometía jugar hace 25 años, y que se acabó comiendo a uno de los músicos más talentosos del rock alternativo.


Más información

Archivado En