El fallo de Pacino, el tenso discurso de Glazer, un actor desnudo y un perro aplaudiendo: así se vivieron los Oscar en redes

La gala, pese a su tibieza política y tener en ‘Oppenheimer’ una de las ganadoras más previsibles en años, dejó varios momentos virales, entre Emma Stone rompiéndose el vestido mientras bailaba con Ryan Gosling o Godzilla tomando el Dolby Theater

Al Pacino antes de presentar, de forma atropellada, el Oscar a mejor película en la gala número 96 de los Oscar anoche en Los Ángeles.Foto: KEVIN WINTER (GETTY IMAGES) | Vídeo: EPV

La 96ª gala de los Oscar comenzó a las 12 de la noche, hora española, con la promesa de terminar antes de lo habitual, a las 3:30, y con ello aligerar el esfuerzo de los trasnochadores a este lado del océano Atlántico. En una edición que se avecinaba poco emocionante por previsible, con Oppenheimer, de Christopher Nolan, como evidente gran triunfadora, las expectativas por si la representación nacional conformada por ...

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La 96ª gala de los Oscar comenzó a las 12 de la noche, hora española, con la promesa de terminar antes de lo habitual, a las 3:30, y con ello aligerar el esfuerzo de los trasnochadores a este lado del océano Atlántico. En una edición que se avecinaba poco emocionante por previsible, con Oppenheimer, de Christopher Nolan, como evidente gran triunfadora, las expectativas por si la representación nacional conformada por La sociedad de la nieve y Robot Dreams lograba dar la campanada en sus categorías eran uno de los alicientes de la noche. Por eso, tuvo que ser el actor uruguayo Enzo Vogrincic (Numa en la película de J.A. Bayona) quien se encargara rápidamente de despertarnos desde la alfombra roja al incontestable grito de guerra de “¡Vamo’ arriba!”.

Este año, por encima de los vestidos y los trajes, el gesto más relevante y comentado en los momentos previos a la ceremonia fue el de las estrellas que decidieron significarse y pedir un alto al fuego de Israel en Gaza. En paralelo a la alfombra, de hecho, tenía lugar en Sunset Boulevard una marcha en apoyo a Palestina. Bien con un pin de la bandera o con chapas rojas del colectivo Artists 4 Ceasefire, se posicionaron los actores Milo Machado Graner y Swann Arlaud, niño y abogado en Anatomía de una caída, Mark Ruffalo o la cantante Billie Eilish, a unas horas de ganar el Oscar por su canción para Barbie. Esta última de negro, en contraste con el rosa marca de la película que sí lució la también nominada America Ferrera.

Más allá de un tropiezo de la actriz Liza Koshy, la revelación del embarazo de Vanessa Hudgens o las diferencias de edad causando algún hilarante lapsus a los comentaristas de Movistar Plus+, que tomaron a la mujer de Nicolas Cage (31 años menor que él) por su nieta, en la alfombra roja, naturalmente, no fue posible para nadie eclipsar al equipo de efectos visuales de Godzilla: Minus One, que dejó inalcanzable el listón de elegancia al presentarse al evento sosteniendo muñecos de Godzilla. Solo se les acercó Messi, el carismático perro de Anatomía de una caída, también presente en los Oscar.

Para evitar estrés al animal y que no estuviese en la butaca toda la ceremonia, se grabaron previamente planos suyos de reacción, aplaudiendo u orinando en la estrella de Matt Damon en el paseo de la Fama, que se intercalaron durante la emisión.

El monólogo de apertura de Jimmy Kimmel, de humor habitualmente amable, dejó uno de los primeros momentos comentados de la noche. En un desvío más propio de los años de Ricky Gervais en los Globos de Oro, hizo una broma de la que poca gente se rio acerca de los viejos problemas con las drogas de Robert Downey, Jr., uno de los ganadores de la noche gracias a su papel secundario en Oppenheimer. “Este es el punto más alto en la carrera de Robert Downey, Jr. Bueno, uno de los más altos”, dijo mirando al actor, que respondió señalándose la nariz. Su broma sobre el contenido sexual de Pobres criaturas tampoco entusiasmó a la actriz de la película, Emma Stone, a quien pareció verse murmurando: “He’s a prick” (“Es un imbécil”).

El primer bloque de ganadores alumbró entre otros una revelación como la de Da’Vine Joy Randolph, mejor actriz de reparto por Los que se quedan, y dejó sin premio a Robot Dreams. Aunque las no victorias de unos siempre son las alegrías de otros, como la de los fans de Anatomía de una caída, que celebraron su mejor guion original a ritmo de la versión de P.I.M.P., de 50 Cent, que atruena por los altavoces al inicio de la historia durante la muerte (por accidente, suicidio u homicidio) del marido de la protagonista. O como sea que se manifieste la alegría en el siempre serio rictus de Hayao Miyazaki, cuya El chico y la garza ganó el premio a mejor película de animación. El maestro japonés de 83 años, que ya atesoraba un galardón por El viaje de Chihiro y otro honorífico, no acudió a recogerlo.

Para Miyazaki tuvo precisamente unas palabras Christopher Miller, productor de la también nominada película de animación Spider-Man: Cruzando el multiverso: “Si vas a perder, al menos pierde contra el GOAT [siglas de Greatest Of All Time, el mejor de todos los tiempos]”.

Entre las presentaciones de los premios en ese primer tercio de la gala, con Pobres criaturas y Oppenheimer haciendo efectivos sus puntos fuertes (maquillaje y diseño de producción en el caso de la primera, montaje y fotografía en la segunda), destacó la de John Cena. El actor y luchador apareció desnudo para entregar el premio del mejor vestuario a la película de Yorgos Lanthimos, protagonizada por Stone, ante las risas de Margot Robbie.

Foto: Mike Blake (REUTERS) | Vídeo: EPV

La victoria de American Fiction en la categoría de mejor guion adaptado fue una de las primeras sorpresas, con Cord Jefferson reivindicando las películas de presupuestos modestos, mientras que la saga Godzilla obtuvo el primer Oscar de la franquicia en 70 años gracias a sus efectos. Euforia para los apasionados de las criaturas extragrandes con aliento radiactivo (y para el equipo de la película, que, por supuesto, subió al escenario con sus muñecos).

No menos destacable es que ese último premio lo entregaron Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito, pareja protagonista del clásico Los gemelos golpean dos veces (1988), que el pasado año celebró su 35º aniversario. Los actores, en lugar de mencionar la película, bromearon: “Estamos aquí juntos por una razón obvia. Ambos intentamos matar a Batman”, en referencia a sus sendas apariciones en Batman y Robin (1997) y Batman vuelve (1991). Desde el escenario les escrutaba severamente el hombre que interpretó al superhéroe, Michael Keaton.

Tal y como apuntaban la mayoría de las quinielas, La zona de interés se impuso a La sociedad de la nieve en la categoría internacional. El triunfo de la película, que retrata el día a día de una familia de nazis indiferente al horror del campo de concentración que tienen al lado de su casa, dejó un discurso a la altura de las circunstancias: el del director Jonathan Glazer, judío, que llamó la atención sobre quienes también tratan de mantenerse igual de ajenos a la catástrofe humanitaria en Palestina. “Todas nuestras decisiones fueron tomadas para reflexionar y confrontarnos en el presente. Nuestra película muestra hacia dónde conduce la deshumanización. Que no se escamotee el carácter judío del Holocausto, que ha sido secuestrado para justificar la ocupación”, declaró ante un público frío.

(“Glazer hizo una película sobre la banalidad del mal durante el Holocausto; hubiera sido extraño no mencionar los paralelismos con Gaza. Respeto por decir algo en un lugar hostil. Recordemos que abuchearon el discurso de Michael Moore por criticar la guerra de Irak”)

También mereció atención la guerra de Ucrania, de la mano del reconocimiento a 20 días en Mariúpol como mejor largometraje documental. Mstyslav Chernov, su director, dijo: “Es el primer Oscar de la historia de Ucrania, pero ojalá nunca hubiera tenido que hacer esta película”.

Otro que ganó el primer Oscar de su carrera fue Wes Anderson, por su corto La maravillosa historia de Henry Sugar. El cineasta, que el pasado año estrenó una película ignorada completamente por la Academia, Asteroid City, no acudió a recoger la estatuilla. Un momento esperado por muchos que se manifestó de manera anticlimática, a diferencia del apogeo de la gala, la interpretación de la canción I’m just Ken a cargo de Ryan Gosling. Una power ballad moderna que contó con la colaboración de una de las figuras del subgénero, Slash, guitarrista de Guns N’ Roses. Gosling además se acercó brevemente a Emma Stone, su compañera en La La Land (2017), quien, según explicó después, se rompió el vestido de la emoción durante el número.

La actriz de Pobres criaturas superó a quien parecía, en las semanas previas, la favorita a la estatuilla: Lily Gladstone, rostro femenino de Los asesinos de la luna. La película de Scorsese, con 10 nominaciones, se fue de vacío. Y Stone, emocionadísima y con la cremallera rota, demostró ser la primera sorprendida en su discurso de agradecimiento.

Donde no hubo lugar para la sorpresa fue en las categorías de mejor director, actor y película. Christopher Nolan, a quien una buena parte de la comunidad cinéfila consideraba injustamente ignorado por la Academia desde los tiempos de El caballero oscuro (2008), logró al fin su galardón, que le entregó Steven Spielberg. Nolan, que además de mencionar a su equipo dedicó el premio a su mujer, “productora de nuestras películas y de nuestros hijos”, celebró en su discurso ser parte de la centenaria historia de los Oscar y del cine. Y, por algún motivo que nadie alcanzó a entender bien, cuando abandonó el escenario, la orquesta tocó el tema principal de Piratas del Caribe, dando un extraño sentido de la épica a todo el asunto.

La victoria de Cillian Murphy no por esperada dejó de ser emotiva. Mucho más comedido en su reivindicación que Glazer (dedicó el premio “a todos los que trabajan por la paz en el mundo”, sin mencionar ningún conflicto específico), Murphy ha venido siendo durante toda la temporada de premios objeto de bromas por su supuesta apatía al posar en las alfombras. No tendrá que volver a pasar por dicho trámite en un tiempo. Su actitud de persona a la que no le importaba ganar o no el Oscar ha contrastado, durante toda la carrera, con la de Bradley Cooper, entregado en cuerpo y alma al papel de Leonard Bernstein en Maestro, que ha recibido cierta antipatía durante su intensa campaña por varias declaraciones pasadas de rosca acerca de su actuación de método. En sus ojos, durante el discurso de Murphy, algunos vieron a un hombre tramando una venganza lenta y dolorosa.

Con Kimmel recordando que quienes hicieron Taxi Driver (1976) hace ya cerca de 50 años seguían al pie del cañón y nominados esa noche –no solo Robert de Niro, Martin Scorsese y la montadora Thelma Schoonmaker por Los asesinos de la luna, también Jodie Foster por Nyad–, la Academia decidió redondear su homenaje a la generación del Nuevo Hollywood dejando sobre Al Pacino la responsabilidad de entregar el Oscar a la mejor película. El protagonista de la trilogía de El Padrino (1972) se encargó de dejar la gala en lo alto con su memorable, por escueta, aparición final: tras un raro chascarrillo sobre Shakespeare, pasó de esperarse al vídeo de las diez películas nominadas y, de manera directa, abrió el sobre para pronunciar las instantáneamente míticas palabras “Estoy leyendo Oppenheimer”. En medio del desconcierto, la música entró de forma atropellada para que el equipo de la película de Nolan procediera a subir.

(“Al Pacino se levantó de la cama, subió al escenario, abrió un sobre y dijo el nombre del ganador. Este es el presentador de premios ideal. Puede que no les guste, pero así es como luce la cima de la actuación”).

A veces tiene que llegar uno de los más grandes actores vivos para recordarnos, mientras corta la gala cinco minutos antes de lo previsto, que amar el cine también es amar el tiempo propio.

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