“A Tangana lo ves triunfando en un escenario, pero no te das cuenta de que detrás hay tanto sufrimiento”

Santos Bacana, Rogelio González y Cristina Trenas, directores de ‘Esta ambición desmedida’, podrían ganar esta noche el Goya al mejor documental por retratar con crudeza a un artista en lo más alto. Nos cuentan cómo fue el rodaje

Santos Bacana, Rogelio González y Cristina Trenas, miembros del colectivo Little Spain, posan para ICON en Madrid.Sharon López

Esta ambición desmedida no es el típico documental de gira que uno se esperaría, y más de un artista en la cima del mundo del espectáculo como C. Tangana. El denominado ...

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Esta ambición desmedida no es el típico documental de gira que uno se esperaría, y más de un artista en la cima del mundo del espectáculo como C. Tangana. El denominado Sin cantar ni afinar Tour, que sirvió como presentación del álbum El madrileño, ha quedado como una gira histórica, un triunfo absoluto que marca un antes y un después en la música hispana. Sin embargo, a la hora de documentarla, sus tres directores, Santos Bacana, Rogelio González y Cristina Trenas (todos ellos, integrantes del colectivo creativo Little Spain), han optado por otra perspectiva.

La película, nominada al Premio Goya al mejor documental, muestra la gestación del tour, así como los problemas internos que acompañaron a su desarrollo. Por momentos, lo que cuentan se parece a alguna historia de Werner Herzog, tipo Fitzcarraldo, sobre un proyecto imposible en que todo se vuelve una pesadilla y que está constantemente a punto de descarrilar. “Hubo un momento en la edición en que nos obsesionamos demasiado con la idea de encontrar el conflicto”, revela Cristina. “Lo que nos pareció interesante es que esto es lo que no se suele ver. A Pucho lo ves triunfando en un escenario, pero no te das cuenta de que detrás hay este sufrimiento, esta exigencia y este perfeccionismo. Rara vez toma el camino fácil o se siente satisfecho. Al final, conseguir hacer algo que tenga un impacto, que sea bueno y potente, viene a costa de que haya mucho drama”.

“Realmente él es el primero que se pone un obstáculo”, añade Santos. “No es que todo salga mal, es que él plantea algo muy grande y muy difícil de trasladar y de mover por el mundo, por el mero hecho de querer hacer justicia al disco, pero también por la ambición de idear un show que rompa con lo establecido. Al final su principal enemigo es él mismo. Su manager, Kigo, le dice en una de las primeras conversaciones: ‘Podíamos haber hecho esta gira cinco personas y nos habríamos forrado todos”.

Según el codirector, “en la película faltan más momentos de disfrutar de la gira, pero es que el ritmo de la historia era el que era, y no queríamos despegarnos de la narrativa principal, de todo el camino que hubo que recorrer para culminar un proyecto como este. Si te quieres recrear en el éxito, para eso ya saldrá el DVD con todo el concierto”.

Gorra de Little Spain, el proyecto audiovisual formado por Santos Bacana, Rogelio González y Cristina Trenas.Sharon López

En el mundo audiovisual predomina mucho la autoría individual, pero ustedes abogan por la colectiva. ¿Por qué es mejor trabajar en equipo?

Santos Bacana En el caso de este documental, creo que lo ha enriquecido mucho el tener tres voces y visiones tan distintas, y también seis manos que nos hemos podido ir alternando en el tiempo. Como todos estamos trabajando en tantas cosas, eso ha posibilitado que el proyecto siga vivo.

Rogelio González También está el tema motivación. Cuando uno la pierde siempre hay otros dos que están ahí al lado para apoyarte, y eso hace que siempre siga en marcha, que no te vengas abajo.

Cristina Trenas Pero no solo para este proyecto, yo creo que en general, como que este es un trabajo que exige tanto y es tan sacrificado… Yo lo he hecho sola en el pasado y me parece muy duro, es mucho más agradecido hacerlo desde un colectivo, apoyada por tus amigos.

S. B. Al final la gente dice: “Esto es muy Little Spain”. Y eso también ha evolucionado, porque al principio lo que hacíamos era como algo neocastizo y retro, pero hemos ampliado la gama y el espectro de nuestra voz. Eso en el documental se ve, hay enfoques muy diversos y hemos logrado que todos ellos encajen entre sí.

Eso se aplica también al propio C. Tangana, al que siempre se ha percibido como una individualidad muy fuerte. En la película se resalta su idea de creación colectiva del espectáculo, casi como si se tratase de una compañía teatral.

S. B. Cuando editamos el documental, una de las cosas que más comentábamos era la transición de un personaje que es súper contemporáneo ahora, muy común en la música urbana y el rap, en el que toda su creación musical giraba en torno al egotrip y al uno mismo. Y Pucho va evolucionando desde ese lugar hacia un final en el que todo es comunidad. Ese es el viaje suyo desde El madrileño. Él siempre había delegado en un montón de gente para que potencialmente su proyecto se convirtiese en algo mejor, y creo que en El madrileño ya llega a un nivel en el que él se da cuenta de que todo el proyecto artístico está por encima del personaje y del nombre que lo firme.

R. G. Una cosa increíble que tiene Pucho es que sabe ver en otras personas lo que ni ellos mismos saben ver. Si encuentra que algo puede ser espléndido y extraordinario, lo que hace es ayudarte a sacarlo. Ha elevado mucho a todas las personas que están alrededor suyo, se ha nutrido de eso y ha entendido que esa es su forma de trabajar. Comparte también esos logros con todos nosotros, que es algo muy generoso tanto para nosotros como para él.

Santos Bacana, Cristina Trenas y Rogelio González, miembros del colectivo Little Spain y directores de 'Esta ambición desmedida', posan en su estudio.Sharon López

Da la impresión de que ustedes van siguiendo a Pucho por todas partes con las cámaras, sin pensar en el uso que van a dar a esas imágenes. ¿Cuándo se dieron cuenta de que aquí había un documental?

C. T. Hay una parte grabada en Cuba que sí que era más planeada, ahí Santos tenía planteado hacer algo más en la línea de la docuficción. Luego ese proyecto se interrumpió, pero seguimos grabando a lo largo del tiempo porque Pucho es un personaje bastante interesante, por su proceso creativo y su forma de pensar, y empezamos a notar que había algo como cíclico en estas gestas en las que siempre se embarca. Seguimos grabando momentos determinados, como cuando está en la oficina y decide que no quiere hacer la gira. En realidad, aquel era el día que iban a salir las nominaciones a los Grammy y decidimos captar su reacción, pero nos encontramos con otra cosa.

S. B. De pronto todo eso se aceleró cuando se confirmó la gira y había que buscar otros mecanismos para generar ingresos. Entonces ya se mezcla todo lo que estábamos haciendo con la idea de ir a grabar los conciertos. Una vez que nos metimos en la sala de montaje ya no salimos de allí en cinco o seis meses y fue muy arduo, dimos un montón de vueltas, no encontrábamos la historia.

En el filme se ven momentos muy privados. Está claro que ustedes forman parte de su núcleo de confianza más estrecho y también que él no tiene miedo a exponerse en situaciones que muchos artistas de su calibre no querrían mostrar.

S. B. Un guionista con el que estamos trabajando nos dijo que lo mejor y lo peor del documental es la cercanía. Lo mejor porque creo que, sin ello, no habrías podido entrar en conversaciones con la productora, con su madre, con Kigo... y lo peor porque a veces olvidas que tienes que explicarle a la gente más de lo que estás mostrando. Pero sí es cierto que nadie cuestionó, por ejemplo, que entrásemos con las cámaras en la oficina de su discográfica y grabásemos las conversaciones, porque realmente todo el mundo está acostumbrado a que el equipo de Pucho está siempre ahí con él como parte del proyecto. Y también nos interesaban mucho sus relaciones laborales y creativas, todos sentimos como que ahí había algo, como esa negociación con el gran artista en la que tú le das cosas y él te ofrece otras a cambio. También cómo se degradan las relaciones personales a raíz del intercambio laboral, que luego pueden redimirse o no.

¿Cuándo pasó la gira de ser una ruina a hacerse rentable?

S. B. La obsesión de Pucho es que él no quiere hacer el show si no es en su máximo potencial. Sin embargo, desde el lado de los números, le están diciendo que, para ser rentable va a tener que hacer un montonazo de festivales, que era algo a lo que él decía que no. Entonces termina cediendo con el fin de recuperar dinero, y ahí el show ya va perdiendo ese aspecto mágico que tenía al principio. Eso en la película lo mostramos situándolo en Benidorm, donde acude para actuar en el festival Boombastic, porque es un poco como el Las Vegas de España, este lugar al que llegan las viejas estrellas cuando están intentando subsistir.

Antón Álvarez, o sea, C. Tangana, en el estreno del documental 'Esta ambición desmedida' en San Sebastián.Carlos Alvarez (Getty Images)

En los títulos de crédito presentan a Antón Álvarez (su verdadero nombre) como si fuese un actor que encarna al personaje de C.Tangana, pero en realidad parece más él mismo de lo que se le ha visto nunca.

S. B. Para lograr esa intimidad, tenía que notarse lo más mínimo que nosotros éramos un equipo de rodaje. Había que seguir siendo amigos suyos, entonces íbamos en unidades muy reducidas. Rodábamos en cercanía, nosotros, o la novia de Pucho, con iphones. Toda la tecnología era pequeña, lo menos llamativa posible, de modo que todo parecía como estar en el día a día normal.

¿Qué importancia ha tenido la tecnología en el desarrollo del proyecto?

S. B. A la hora de rodar es fácil acercarte a un montón de situaciones y no ser un intruso. Con el audio nos ha ayudado también, porque rodábamos un montón de cosas en película de 16 mm, cuyas cámaras no graban sonido, así que lo combinamos con micrófonos de estudio.

R. G. En términos de rodaje también fue importante tener el teléfono móvil en la mano mientras uno está dirigiendo otra cosa, poder comunicarte, mandarte todos los frames… Fue muy útil cuando cada uno estaba en diferentes partes del set haciendo cosas distintas, incluso estando en ciudades distintas. Podías grabar con calidad de cámara de cine con un aparato que te cabe en el bolsillo. Y luego, en el momento del montaje, tuvimos que volcar 400 o 500 horas de material.

S. B. Montamos un espacio de trabajo con el ordenador más potente que existe, que es un Mac Studio, compramos un servidor y dos pantallas display para ver las pruebas de color. Es un proceso más cercano al filmmaking que a lo que hace un director tradicional que se desplaza a la sala de edición a ver qué han hecho.

C. T. Hemos ido aprendiendo por el camino, porque cuando empezamos a grabar más intuitivamente utilizábamos nuestros discos duros personales. En cuanto a la grabación, yo incidiría en lo fácil y cómodo que es el iPhone. En el Velódromo de Anoeta de San Sebastián, donde se hizo la primera proyección en una pantalla gigantesca, los planos grabados con el teléfono se veían con la misma calidad que lo que habíamos grabado con otra tecnología.

Pucho dice en varios momentos que esto es lo último que va a hacer en la música. ¿Ustedes lo creen?

S. B. Yo pienso que él necesitaba soltar el lastre de El madrileño. Esta sensación de que ha hecho un disco tan memorable y tan relevante que, como artista, sabe que le va a costar enfrentarse al momento de pensar: “¿Y qué hago yo ahora?”. Antes su público eran chavales, y ahora son los padres de esos chavales, algunos abuelos… Hay expectativas mucho mayores, y eso te genera conflicto. Hay muchos momentos en que él piensa: “Esto ha sido el summum. El resto es ir hacia abajo”. Siento que la película supone el final de su vínculo con la música de raíz, y esto le libera a la hora de ir al estudio y probar otras cosas. Pero, al estar tan metido dentro de Little Spain y al tener tantas ganas de hacer cine, y al ser una persona tan convencida de sí misma y tan trabajadora, creo que es más probable que haga antes una peli que un disco.

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