Infierno y salvación de Tim Armstrong, “el Bob Dylan del punk”: “Fue como una película de ‘Rocky’, se rehabilitó para formar Rancid”

El cantante y guitarrista, de gira con el último disco del grupo, ha sorprendido reuniéndose este año para un nuevo proyecto junto a Jesse Michaels, su excompañero de hace tres décadas en Operation Ivy

Lars Frederiksen, Tim Armstrong, Brett Reed y Matt Freeman, del grupo punk Rancid, posan en el lago Tahoe (California) en el verano de 1998.Bob Berg (Getty Images)

Es una buena época para los nostálgicos del punk de los noventa. Con NOFX (de despedida) y Blink-182 (de regreso) volviendo a llenar recintos y Green Day ultimando gira y disco, Rancid se sumó en junio a la fiesta con Tomorrow never comes,...

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Es una buena época para los nostálgicos del punk de los noventa. Con NOFX (de despedida) y Blink-182 (de regreso) volviendo a llenar recintos y Green Day ultimando gira y disco, Rancid se sumó en junio a la fiesta con Tomorrow never comes, primer álbum en seis años, al que han acompañado estupendas críticas y un tour internacional. No ha sido la única alegría de este año para los seguidores de Tim Armstrong (Albany, California, 57 años): en abril, se editó por sorpresa Raid, canción debut de un nuevo grupo llamado Doom Regulator para el que Armstrong se ha unido a Jesse Michaels, compañero de hace 34 años en la efímera y, sin embargo, legendaria banda Operation Ivy. Un cierre de círculo tan tardío como catártico para un artista especial, a quien Brett Gurewitz de Bad Religion definió como “el Bob Dylan del punk”, que hizo de su redención personal una conjura artística.

Posiblemente el grupo de un solo disco más influyente después de Sex Pistols, Operation Ivy fueron la primera banda estrella del 924 Gilman Street, el local de Berkeley (California) del que salieron Green Day o The Offspring y donde prendió la mecha del resurgir del género. Se trataba del enésimo intento de saltar a los escenarios por parte de Tim Armstrong y Matt Freeman, amigos apasionados de la música que habían ido quemando un grupo tras otro porque no encontraban a nadie que se lo tomase tan en serio como ellos. Freeman se encargaba voluntariamente de sacar la basura para poder entrar gratis a los conciertos del Gilman. Allí conocieron a Jesse Michaels, hijo de un escritor y profesor universitario, en quien encontraron la figura carismática e intelectual que necesitaban.

Con Michaels como cantante y letrista, su grupo despegó instantáneamente. “Cuando vi cómo disfrutaba de Operation Ivy toda esa gente en Gilman, supe que aquello iba a ser tan importante en su memoria como para mi generación lo fue ver a The Avengers o a Bad Brains”, llegó a declarar Jello Biafra, histórico vocalista de Dead Kennedys, en el documental Turn It Around: The Story of East Bay Punk (2017). Marcados por la segunda ola del ska en Reino Unido, la llamada 2 Tone, los propios Operation Ivy iniciaron con su música una tercera hornada al fusionar el género con el punk, en lo que fueron pioneros junto a los también estadounidenses The Mighty Mighty Bosstones. “Su entusiasmo le daba a la iniciativa un perfil revolucionario. La música [de Operation Ivy] era más que una carta de amor desde Estados Unidos a grupos ingleses como The Specials, The Beat o The Selecter”, escribía el crítico musical Ian Winwood en su libro de 2018 Smash!... Y la explosión del punk en los 90 (Libros Cúpula), donde también sitúa su único disco, Energy (1989), al nivel de responsabilidad de Suffer (1988) de Bad Religion en la revitalización de la escena.

La banda comandada por Michaels y Armstrong, con el atípico estilo de Matt Freeman al bajo en su uso de escalas y arpegios, transformó la inclusiva comunidad del Gilman y atrajo la atención de una diversa multitud de jóvenes. “Tenía sentido que cantaran a la unidad [en referencia a su canción Unity] porque ellos mismos generaban ese sentimiento”, dijo Devon Morf, cantante de All You Can Eat. “El público del ska al principio recelaba del Gilman, pero, después de descubrir a Operation Ivy, se empezó a ver por ahí a gente con traje y corbata”. Ellos también se implicaron: además de sus proclamas contra el racismo, igual que Freeman se dedicaba antes a sacar la basura, Armstrong siguió sus pasos cuando en los aforos del grupo (en un espacio para menos de 300 personas, algunas noches, se llegaron a encajar 1.000) empezaron a colarse neonazis y, según se cuenta en Turn It Around, educadamente les invitó a marcharse bate de béisbol en mano.

Tim Armstrong, en una actuación con Rancid en 2023 en Berlín. No parece que ese día le hiciera falta sacar el bate. Frank Hoensch (Redferns)

Operation Ivy fueron la primera banda del Gilman en realizar una gira nacional, atendiendo a llamadas de todo el territorio de Estados Unidos que les reclamaba que actuasen en sus ciudades. Lo hicieron a bordo de un coche viejo con un maletero de madera en el techo para transportar el equipo, construido por el padre de Armstrong, y durmiendo en casas okupa. Tras la publicación de su único álbum por parte del sello autogestionado Lookout Records, que vendió 2.000 copias en su primer año y con el tiempo superó el millón, siempre agotaron entradas. De tal manera, Lawrence Livermore, fundador de la discográfica, insistió entusiastamente a periodistas musicales para que acudieran a una de las actuaciones de Operation Ivy en el Gilman y ser testigos del fenómeno en ciernes.

Pero la presión había hecho mella en Armstrong, que cayó en el alcoholismo y las drogas y estaba empezando a ofrecer conciertos paupérrimos. Con una vida de tan solo dos años, de repente, los integrantes de Operation Ivy decidieron acabar con el proyecto. Los teloneros en su concierto de despedida, Green Day, obtuvieron muy poco después el éxito masivo.

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“Eran muy artísticos, muy de Berkeley, con mucha energía ska-punk. Jesse Michaels, además de cantar, diseñó los logos, las camisetas y la carátula del álbum. Sus espectáculos eran emocionantes y gustaban a chicos y chicas”, cuenta a ICON el periodista Jack Boulware, coautor, junto a Silke Tudor, del libro Gimme Something Better, de 2009, sobre el punk del área de la bahía de San Francisco. Preguntado si Operation Ivy, de haber continuado, podría haber obtenido la monstruosa aceptación comercial que el destino reservó a Green Day, Boulware se muestra escéptico: “Green Day no surgió de un entorno universitario, sino de la cultura de los roqueros de ciudades pequeñas. No eran tan esotéricos como Operation Ivy, estaban llamados a tocar en estadios, con ese sonido tan preciso y del presente”.

La razón oficial sobre la disolución de Operation Ivy era que tanto Michaels como Armstrong concordaban en que su hora había terminado. “No sé por qué sentimos eso, pero fue algo muy orgánico. No me arrepiento de lo que duró, creo que fue perfecto”, aseguraba el primero en Turn It Around. Sin embargo, Lawrence Livermore, una de las voces que participan en el libro Smash!, puso en cuestión este relato al sostener que fue Jesse Michaels quien abandonó la banda, y que sus compañeros quedaron destrozados. “Jesse venía de un entorno distinto al de los otros dos [Tim Armstrong y Matt Freeman]. Ellos eran de clase trabajadora y todo giraba en torno a tocar música. Jesse era más diletante, sigue siendo un artista en activo, aunque ahora lo que hace es pintar y escribir. Su actitud era la de ‘Bueno, voy a intentar entrar en una banda; veré si es divertido o no. Vaya, ya no es tan divertido, así que voy a hacer algo diferente’. Es el privilegio de venir de un entorno de clase media. Tim y Matt no podían comprenderlo. ¿Por qué desaprovechar la oportunidad de hacer algo grande?”, contaba.

Las adicciones de Tim Armstrong se acentuaron gravemente. En los años posteriores al fin de Operation Ivy, fue hospitalizado en cuatro ocasiones por complicaciones debidas al consumo de alcohol y drogas. Repudiado por su madre, fue Matt Freeman quien permaneció a su lado llevándolo y recogiéndolo de clínicas de desintoxicación y alimentándole. “Estuvimos con la banda dos años”, rememoraba Armstrong en el documental. “Lo pasamos de muerte. Y se terminó. Me senté y pensé ‘Mierda, ya no tengo un grupo’. Me vine abajo. Me enganché muchísimo al alcohol, no era capaz de hacer otra cosa más que beber”.

Después de amagos infructuosos de poner en marcha otros grupos, con Armstrong fuera de forma e incapaz de ensayar regularmente, su amigo le dio un ultimátum. “Matt Freeman dijo que estaba cansado de que le partiese el corazón, de que empezásemos una banda juntos, me emborrachase y se jodiese. Así que íbamos a seguir quedando para tocar, pero no iba a unirse oficialmente a un nuevo grupo conmigo hasta que no cumpliese un año sobrio. Me pidió que me cuidase y me prometió que, cuando estuviera listo, lo haríamos. Así que pensé: ‘Debo estar sobrio. Hagámoslo”. Armstrong ingresó en el Ejército de Salvación y logró su propósito. Un impresionado Matt Freeman lo resumía así ante la cámara: “Cuando salió, fue ordenando poco a poco su vida y tenía muchas ganas de formar una banda. Fue como en una película de Rocky. ¡Al trabajo!”. Las vivencias de Armstrong, en adelante letrista, durante su rehabilitación inspiraron Salvation, canción del grupo que levantaron a continuación: Rancid.

De izquierda a derecha, Tim Armstrong, Lars Frederiksen, Brett Reed y Matt Freeman, miembros de Rancid, en 1994. Martyn Goodacre (Getty Images)

Donde esté la música

Con Rancid, Armstrong y Freeman saborearon las mieles del éxito popular que vivía el movimiento punk en los noventa y que habían contribuido a cimentar. Con la fundamental concurrencia del también guitarrista y cantante Lars Frederiksen, otro alcohólico reformado, Rancid fueron catapultados por el apoyo incondicional de Brett Gurewitz, dueño del sello punk por excelencia, Epitaph Records. “Le dije a Tim que le adoraba, que me encantaba su música, su voz, el bajo de Matt y que, si volvían a trabajar juntos, les haría un contrato sin escuchar una sola nota”, ha admitido públicamente Gurewitz. Tal era la devoción del productor hacia Rancid que, además de tatuarse el logo, según se cuenta en Smash!, Epitaph perdió una banda del calibre comercial de The Offspring por los celos de sus miembros al trato de favor para Armstrong y los suyos, “único y auténtico amor de Gurewitz”.

El grupo le correspondió: en un momento en el que los conjuntos de la ola, tras el éxito de Green Day, estaban haciéndose de oro en multinacionales (con la también excepcional resistencia numantina de NOFX), Rancid titubeó ante las ofertas millonarias que les extendieron, pero se mantuvieron fieles a Epitaph, con quienes todavía editan sus discos. Tan cotizados estaban que Madonna, asistente recurrente a conciertos del grupo en los noventa, les envió fotos desnuda para convencerles de firmar por Maverick Records, la compañía fundada por ella. “Rancid tenían un perfil más áspero. No estaban dispuestos a subirse al escenario con pantalones cortos de skate, ni a posar para los fotógrafos con patines. Su música hablaba de ansiedad y soledad, y dejaba asomar la idea de que las amenazas que acechaban en las malas calles se podían mantener a raya gracias a la unión de una familia de outsiders. Y su público los quería”, escribió el autor Ian Winwood.

Influidos por The Clash o Stiff Little Fingers, Rancid desarrolló la fusión de estilos trazada en Operation Ivy. “Ocurre algo cuando una persona cambia sin dejar de ser fiel a quien realmente es. Lo vimos cuando Rancid dio su primer concierto”, dijo Billie Joe Armstrong, líder de Green Day, que pese al apellido no guarda parentesco con su colega y que, como fanático de Operation Ivy, grabó en el primer disco de su banda una versión de la canción Knowledge. Tim Armstrong solo sufrió una recaída en 1996, un año después de …And Out Come the Wolves (1995), el gran disco de culto de Rancid. “No es el primer ni último artista que se enfrenta a este tipo de presión bebiendo y drogándose demasiado”, razonaba su amigo Lawrence Livermore.

Aunque Rancid ha interpretado puntualmente canciones de Operation Ivy en directo e invitado a tocar a Jesse Michaels, poco hacía pensar que, de golpe y porrazo, Armstrong se fuese a reunir formalmente más de tres décadas después con su excompañero. No es, en cualquier caso, una reconstrucción de aquello: no está Matt Freeman, elemento imprescindible del combinado. La hasta ahora única canción de Doom Regulator, Raid, es una vuelta en toda regla a las raíces ska que inspiraron su vieja entente. Nadie ha dado declaraciones: simplemente, con el sencillo, se lanzó una cuenta de Instagram con una foto de los cuatro miembros del proyecto junto a letra y créditos del tema.

¿Es un regreso nostálgico o el cierre de las cuentas pendientes de Armstrong y Michaels? “¿A quién le importa lo que piense la gente?”, responde a ICON, con otra pregunta, Jack Boulware. “Ambos han logrado mucho desde que terminó Operation Ivy: bandas, álbumes, giras, sellos discográficos, composiciones, novelas, exhibiciones en galerías… Jesse incluso volvió a la universidad. Pero siempre va a haber conexión entre esos tipos. Es importante seguir haciendo cosas”. Con una obra discográfica ecléctica y llena de proyectos paralelos, de lo que cabe poca duda es de que la pasión por la música es el motor de cada aventura de Armstrong. Como él mismo declamaba en Radio, canción inamovible en los repertorios de Rancid desde hace 30 años: “Cuando suena la música, no siento ningún dolor. Donde esté la música, tendré un lugar al que ir”.

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