Entre la vagancia y el nihilismo: qué es entrar en ‘modo goblin’, la palabra del año para el diccionario Oxford
Este concepto que reivindica no hacer nada en un mundo que parece cada vez más conflictivo conquista al público por su lectura política, pero según los expertos no deja de ser una fantasía aspiracional de la sociedad hiperproductiva
Más que ganar, arrasó. El diccionario Oxford, en una operación de posicionamiento de marca admirable para un léxico, sometió a votación cuál debería ser la palabra del año 2022. En realidad, su definición de palabra se ha vuelto bastante laxa en los últimos años. Daban tres opciones: “metaverso”, el hashtag “IStandWith” (“yo voy con” o “yo apoyo a”, pensado para completarse con nombres de figuras públicas) y “goblin mode”, o sea, “modo goblin”. El 93% de l...
Más que ganar, arrasó. El diccionario Oxford, en una operación de posicionamiento de marca admirable para un léxico, sometió a votación cuál debería ser la palabra del año 2022. En realidad, su definición de palabra se ha vuelto bastante laxa en los últimos años. Daban tres opciones: “metaverso”, el hashtag “IStandWith” (“yo voy con” o “yo apoyo a”, pensado para completarse con nombres de figuras públicas) y “goblin mode”, o sea, “modo goblin”. El 93% de las 340.000 personas que participaron en la encuesta se decantaron por la tercera y convirtieron así en palabra del año en inglés esta expresión que se avistó por primera vez en el Twitter prehistórico, en 2009, pero alcanzó su pico de popularidad en las tendencias de Google en febrero de este año, después de que un usuario de la red de Elon Musk colgara un tuit con un titular falso con unas declaraciones de la actriz Julia Fox que nunca existieron. “A Kanye West no le gusta cuando me pongo en modo goblin”, decían. Por lo que sea, en un momento en que la pandemia estaba a punto de cumplir su segundo aniversario con vacuna pero sin solución –enero de 2022 tuvo una alta incidencia del virus– y en el que se confirmó la invasión de Ucrania por parte de Rusia, prendió el uso de este concepto que se mueve entre la dejadez y el nihilismo.
El mismo diccionario que la ha encumbrado define el “modo goblin” como “un tipo de comportamiento que es descaradamente autoindulgente, vago, perezoso o egoísta de una manera que rechaza las normas y las expectativas sociales”.
El presidente del consorcio que edita el diccionario, Casper Grathwohl, admitió en un comunicado de prensa que este año les había sorprendido muchísimo el nivel de participación en los votos y el entusiasmo por el tema goblin. “Dado el año que hemos experimentado, modo goblin concuerda con todos los que nos sentimos sobrepasados. Es un alivio saber que no somos siempre nuestros yoes idealizados y comisariados que presentamos en nuestras cuentas de Instragram y Tik Tok. Esto lo ha demostrado el significativo aumento de plataformas como BeReal, donde los usuarios comparten sus imágenes sin editar, muchas veces captando momentos autoindulgentes de sí mismos en modo goblin”.
¿Pero qué es un goblin?
Un goblin, a secas, es una criatura del folklore centroeuropeo, parecido a un duendecillo travieso o a un leprechaun irlandés, como los orcos de El señor de los anillos o los goblinoides de Dragones y mazmorras. Sin ser malvados, tienen un punto malicioso, pero sobre todo egoísta, y nulo interés en hacer el bien. Más bien todo lo contrario. A los goblins de 2022, sin embargo, no se les encuentra en el bosque ni en las Tierras Altas sino en el sofá, comiendo patatas fritas, con un pijama de goma floja y el mando o el móvil a mano para escoger productos de plataforma que no exijan esfuerzo intelectual. No es casualidad que “modo goblin” fuera noticia en febrero y haya vuelto a serlo en diciembre. El frío, las gripes y la baja energía se llevan especialmente bien con el modo goblin.
En TikTok, el hashtag #goblinmode se ha utilizado como contraposición al #thatgirl, que se refiere a una chica que organiza su día en segmentos, madruga para practicar ejercicio, bebe batidos con vitaminas, cumple con su trabajo y todavía tiene tiempo para cultivar una vida social sana y equilibrada antes de acostarse (también pronto y tras haberse aplicado una rutina de belleza de no menos de 15 pasos). Estéticamente, lo goblinesco –que se asocia al descuido y a la suciedad, a las tazas de café con posos, cajas de pizza grasientas y a la basura sin separar para el reciclado– también es lo opuesto al cottagecore (idealización nostálgica de lo rural) que triunfó en 2020 y 2021.
La periodista y escritora Cat Marnell, en sí misma una agente del caos –en su libro How to Murder your Life, o Cómo asesinar tu vida, contó las múltiples maneras en las que se había autosaboteado en su veintena y treintena–, emergió como experta en goblinismo con una serie de tuits en los que aseguraba abrazar ese estilo de vida. “El modo goblin se apodera de tu cuerpo. Cuando actúas como una loca entras en un espacio mitológico en el que quieres saltar al lomo de una salamandra y buscarte problemas”, decía. Ya menos alegóricamente, señalaba que en el ámbito digital todo el mundo intenta ser perfecto y es bueno y refrescante “conectar con la extraña criatura que vive dentro de ti”.
Tiene sentido que el modo goblin haya reinado en el mismo año que otra expresión que pudo ser finalista del diccionario Oxford, el quiet quitting o renuncia silenciosa. Una vez comprobado que la gran renuncia o la gran dimisión era poco realista o inaccesible, los artículos de tendencias sociológicas nos dijeron que muchos trabajadores habían optado por dimitir calladamente o irse sin irse, es decir, quedarse en sus trabajos pero sin buscar la excelencia, siguiendo la ley del mínimo esfuerzo, como decían antes los maestros de primaria a los alumnos poco motivados. Es ahí cuando uno topa con el aspecto aspiracional y hasta fantasioso de lo goblinesco ¿Quién puede permitirse ser una criatura ociosa en el trabajo, o incluso en la vida? Solo alguien que haya acumulado una serie de privilegios o que los tenga de serie. Los cuidados se llevan también muy mal con lo goblin. Pregunten a alguien que se ocupe de niños, mayores o dependientes cuándo fue la última vez que pasaron un día entero en el sofá.
“Para mí, el goblin mode es una impostura con la que intentamos engañarnos ante lo obvio, que la mentalidad liberal nos ha calado hasta el tuétano”, apunta el sociólogo y analista Iago Moreno. “Más que fingir que no nos importa, creo que haríamos bien en compartir más nuestros dolores e impotencias y politizar aquello que queremos cambiar. Sobre todo quienes escribimos, investigamos o nos dedicamos a trabajos creativos hemos asumido las mitologías neoliberales del trabajo creativo y nos autoimponemos ritmos, exigencias y horarios de trabajo que no toleraríamos a un jefe”. Exhortar al modo goblin, a que todo te importe menos, a esforzarse menos para aflojar la presión del sistema, al final equivale a exigir en el alienado un cambio de actitud, opina Moreno. Es decir, en pedirle un esfuerzo más, aunque sea de otra manera. “Creo que necesitamos más derechos, convenios, certezas, más que un cambio de actitud. Eso viene de lo primero y no al revés. Hasta entonces es normal que no podamos ser el goblin que nos gustaría llegar a ser. Venimos con el chip de elfo de Santa Claus preinstalado”.
El filósofo Eudald Espluga, que reflexionó sobre el fenómeno de la autoexplotación (lo antigoblin) en su libro No seas tú mismo (Paidós), también se muestra escéptico. “Más allá de que se la escoja palabra del año, no creo que esta notoriedad de la idea vaya acompañada de un cambio cultural, social y material por el cual la autorrealización personal se pueda dar al margen del esfuerzo, el compromiso, el trabajo y la mejora constante”. El reciente episodio en Masterchef en el que Patricia Conde se puso en modo goblin en la final y dijo que tenía sueño y que no le apetecía competir por la chaquetilla tanto como a sus compañeros pudo verse como un triunfo de esta idea. En las redes, la mayor parte del público apoyó a Conde y señaló lo tiránico y hasta ridículo que resulta a finales de 2022 el discurso de Jordi Cruz y Samanta Vallejo-Nájera, que sonaba más fresco cuando empezamos a ver talent shows allá por la primera Operación Triunfo.
Sin embargo, según Espluga, este fenómeno tiene más que ver con la necesidad de parar, con el detox de la automejora constante del que habla Jenny Odell en su libro Cómo no hacer nada (Alpha Decay), que con un auténtico cambio de paradigma. “Ensalzar este concepto no nos lleva necesariamente a un ocio improductivo, sino más bien a todo lo contrario. Lo que funciona en el caso de Patricia Conde creo que no es tanto la reivindicación del no hacer, de la renuncia, sino la autenticidad de reconocer el propio malestar. Es un poco el está bien no estar bien. En ese sentido, la circulación del modo goblin funciona más como un código estético que como una práctica política”.
Y concluye: “El goblin es la coreografía social necesaria de los usuarios de BeReal, una dejadez calculada o no que recicla el cansancio, la fatiga y la rebelión de los imperativos sociales como imagen de marca personal”. En 2022 admitimos que está bien decir “no llego”, celebramos saltarse la dieta sin hidratos y la aplicación del retinol, nos quisimos creer elfos holgazanes y traviesos, pero en realidad no dejamos de ser las criaturas hiperproductivas y obedientes que necesita el sistema para seguir funcionando.
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