Retrato de cinco adolescentes locos por la moda: “Nos compramos máquinas de coser y aprendimos a usarlas en YouTube”
Hugo, Nicolás, Leo, Oliver y Gael no han estudiado moda ni crecido en familias que trabajan en esa industria, pero Instagram y su curiosidad les han enseñado todo lo que necesitan saber
En su colección de debut, en 1989, Martin Margiela incluyó el que sería uno de los sellos distintivos de toda su carrera: las máscaras. Una fórmula de anonimato que centraba toda la atención en la ropa. “Ese desfile, el de las cabezas cubiertas, es mi favorito. Las pasarelas que se hacían antes eran muy épicas y vanguardistas”, explica con elocuencia Nicolás Amadeo Tarantino, mientras posa ante la cámara con unas gafas de ...
En su colección de debut, en 1989, Martin Margiela incluyó el que sería uno de los sellos distintivos de toda su carrera: las máscaras. Una fórmula de anonimato que centraba toda la atención en la ropa. “Ese desfile, el de las cabezas cubiertas, es mi favorito. Las pasarelas que se hacían antes eran muy épicas y vanguardistas”, explica con elocuencia Nicolás Amadeo Tarantino, mientras posa ante la cámara con unas gafas de Balenciaga y una falda de Celine que le dan el aspecto de un personaje de anime. Dos décadas separan el mítico desfile de su nacimiento, pero este joven parece tenerlo tan nítido en la memoria como si lo hubiera visto en primera fila. “Margiela dio un giro radical a la industria de la moda. Me gusta mucho más lo que se hacía en aquella época que lo de ahora”, añade.
Margiela, Balenciaga o Rick Owens son nombres recurrentes en las conversaciones durante la sesión de fotos de estos chavales de 14 años: Hugo Camúñez Cheli, Nicolas Amadeo Tarantino, Leo de la Chica, Oliver Antúnez y Gael Gil. Cinco estudiantes del bachillerato artístico del IES Lope de Vega de Madrid que han asimilado la moda como una herramienta para afrontar el a veces arduo paso a la vida adulta. “Me gusta ir cómodo pero bien vestido, y también las prendas extravagantes y grandes, como las de Balenciaga, que es mi marca favorita”, comenta Leo, uno de los más jóvenes del grupo. Posar con prendas de lujo para una revista de moda abrumaría a muchos, pero no a ellos. “Me siento bien delante de una cámara porque sé que el resultado me va a gustar. No me como la cabeza”, afirma Gael mientras juguetea con las mangas infinitas de un jersey de GCDS.
Ajenos al concepto de influencer (ninguna de sus cuentas de Instagram supera los 4.000 seguidores) y criados en la cultura skate, fue el estilista Adrián Lorca, conocido por su trabajo para músicos como Sen Senra o Rojuu, quien reparó en su estilo a través de esta red social. “Me sorprendió que, siendo tan jóvenes, tuvieran una sensibilidad tan pronunciada hacia la moda. Mostraban una madurez avanzada a la hora de elegir las prendas o cómo llevarlas”, explica.
Los comentarios que se suceden entre foto y foto lo constatan. “Mira esta gabardina deshilachada de Balenciaga… Es súper Yohji Yamamoto, lo copian muchísimo”, espeta Hugo, considerado por el resto del grupo como el erudito en la materia. Seguidor de la moda rupturista que abanderaron Margiela y Undercover en los años noventa —”y los japoneses Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo, es decir, Comme des Garçons”, recalca—, es capaz de decir Walter Van Beirendonck sin pestañear y de analizar la evolución de la industria: “La moda de ahora intenta copiar en general lo que ya hacían estos diseñadores en su época, son como el origen. Me sorprende que hicieran cosas que han marcado tanto y no se les valore como merecen. Son un poco el Vincent Van Gogh de la moda”.
Ninguno de ellos se crio en un ambiente ligado a la moda, ni adquirió referencias en el colegio, sino en Instagram, videos de YouTube y libros de Taschen. “Siempre me ha gustado ir a mi manera, no que me vistiera mi madre. El gran paso vino cuando decidí cambiar los pantalones pitillo que llevaba todo el mundo por unos más anchos que resultaran más cómodos a la hora de patinar. Fue entonces cuando realmente empecé a interesarme por el proceso de creación en la ropa, a ver desfiles y a querer saber qué pasaba por la mente de creadores como Rei Kawakubo”, explica Oliver. “Así empecé a ver la moda como una obra de arte, no como algo comercial”. Desde entonces, su estilo se nutre de un buen puñado de referencias y de prendas del armario de su madre —”es la que viste bien en la familia, no como mi padre, que va con New Balance”— que enseguida llamó la atención en su colegio.
“Lo primero que pensé al ver a Hugo fue: ‘Me gusta mucho cómo viste”, cuenta Gael, que se sumó a su estilo y afición por el skate. Después conocieron al resto del grupo, que ahora parece atravesar una fase old money, en palabras de Hugo, esa tendencia elegante y un poco pija de patrones rectos y holgados que hace furor en TikTok. En ocasiones especiales, añade, buscan algo más radical —”ese rollo avant garde que Undercover creó en los noventa, ¿te acuerdas?”— y admiran el estilo de personalidades como el tiktoker Wisdom Kaye o Koffi Wandji.
Este interés por el diseño de autor parece ser una excepción entre la Generación Z a la que pertenecen por su tramo de edad. Según un estudio de la consultora TSN Worldpanel, gran parte de los 378 euros de media que invierte un adolescente en ropa al año en nuestro país son destinados a cadenas de ropa low cost. Estos consumidores del mañana, en cambio, no dejan de ser un suculento objetivo para las marcas de lujo, ya que podrían alcanzar hasta el 20% de su mercado en 2025. La atracción por los logos, una menor lealtad hacia la marca y el uso de canales alternativos de compra perfilarían esa nueva clientela del lujo.
Pero para estos “niños moda” —como les señalaban en su instituto al principio— vestirse no es una cuestión de estatus, sino una forma de canalizar su creatividad con fines casi terapéuticos: “Empezamos a vestir así de forma muy espontánea. Vestirme como a mí me gusta me hace sentir bien, tener la autoestima más alta”, confiesa Antúnez, que llega a la sesión con el ‘uniforme’ actual del grupo: pantalones anchos, cinturón y camiseta de tirantes.
Tener a Margiela, Rick Owens o Jean Paul Gaultier (pronunciado al unísono como Yin Pol) como diseñadores de cabecera, tan creativos como inaccesibles para unos chicos de su edad, no hizo sino avivar su imaginación y decidieron crear su propia ropa a partir de telas o prendas recicladas. “Nos compramos máquinas de coser y aprendimos a hacer patrones con tutoriales de YouTube. Si las telas salían muy caras uníamos prendas que ya teníamos”, revela Oliver, el único que vivió la moda de cerca al ser hijo de una estilista. Su ruta de compras pasó a incluir tiendas de telas como Ribes & Casals y negocios de segunda mano como Quality Sportswear de Malasaña. Declaran su admiración por firmas más minimalistas y asequibles como Cos y Muji, y se inspiran en blogs y cuentas de archivo de Instagram.
Dicen que el fervor por la moda se les ha pasado un poco, y tras haber participado en varios videoclips ahora es el cine lo que ocupa su inquietud creativa. “Yo he pasado ya por muchas fases, primero quise ser diseñador de moda y luego diseñador de interiores. Ahora quiero hacer cine, pero como una figura absoluta. En mis películas me gustaría además de dirigirlas hacer desde el vestuario a los escenario o el guion”, confiesa Hugo, fan de Tarkovski. A Nico, Leo y Oliver les atrae mucho más la actuación, o incluso la arquitectura. “Sabía coser y hacía mis propios patrones pero me sobrecargué. Ahora ya no me interesa tanto, aunque ponerme ropa sigue siendo para mí como un hobby”. Ante su futuro, Gael añade un componente de duda acorde a cualquier chico de su edad. “Yo toco la batería desde hace once años y me encanta el jazz, pero tampoco lo tengo claro. Ya veremos”.
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