Selfis distorsionados que no favorecen: ¿está el gran angular revolucionando las redes sociales?
Este tipo de objetivos se utilizaban para captar paisajes o para lograr efectos visuales imponentes en el cine pero, desde llegada al iPhone 11 en 2019, están cambiando la manera en que nos autorretratamos. Bienvenidos a la era del ‘selfi 0,5′
Pronto hará tres años que una lente ultra gran angular llegó, por primera vez, hasta la parte trasera de los móviles. Ocurrió con el iPhone 11, lanzado a finales de septiembre de 2019. Fue el teléfono más vendido al año siguiente, cuando se despacharon unos 65 millones de terminales en todo el mundo. Podríamos pensar que, hasta entonces, era un objetivo reservado para los expertos en fotografía y cine. Con una lente muy redondeada, como la del ultra gran angular, se convirtieron en gigantes...
Pronto hará tres años que una lente ultra gran angular llegó, por primera vez, hasta la parte trasera de los móviles. Ocurrió con el iPhone 11, lanzado a finales de septiembre de 2019. Fue el teléfono más vendido al año siguiente, cuando se despacharon unos 65 millones de terminales en todo el mundo. Podríamos pensar que, hasta entonces, era un objetivo reservado para los expertos en fotografía y cine. Con una lente muy redondeada, como la del ultra gran angular, se convirtieron en gigantescos los estrechos corredores de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Para eso se utilizan estos objetivos: para dar mucha profundidad a la fotografía. Aunque ahora que, gracias a los teléfonos móviles, estas lentes se han democratizado, podrían estar teniendo otro cometido: el de crear selfis deformados, alocados y, en principio, alejados de una voluntad meramente favorecedora.
Cuando se toman fotografías con un objetivo ultra gran angular, los extremos de la pantalla se estiran hasta que la imagen abarca mucho más de lo que veríamos con una lente aplanada. Solo aquello que permanece en el centro exacto de la imagen conserva sus proporciones, y siempre de forma relativa. Aplicado al paisaje, de aquí salen estampas muy panorámicas. Si además aparece una figura posando en la parte central del cuadro, esta parece aislada, rodeada por la inmensidad del fondo. Desde las esquinas, un sinfín de diagonales nos piden, a gritos, que miremos al corazón de la imagen. Como en el llamado punto de fuga de la pintura renacentista.
Algo así ocurre cuando el ultra gran angular se aplica al retrato: solo aquello que figura en el centro, como la nariz de la cara, es respetado por el objetivo. Todo lo que queda alrededor, como el cuello, la frente, el cabello y el torso, padece una distorsión extrema. Bien, pues así son los llamados 0.5 selfies.
El nombre se lo ha puesto The New York Times y están causando sensación entre los jóvenes usuarios de redes sociales. Se llaman así porque, para activarlos, hay que poner la cámara en modo 0.5X, en lugar de los más tradicionales 1X o 2X, en los que la imagen es más plana y no logra abarcar tanto espacio. Algunos usuarios están obsesionados, llega a relatar el periódico, a pesar de que este tipo de selfi deformado nos muestra menos perfectos. Solo se puede tomar con la cámara trasera del móvil (la delantera, para selfies, ofrece la posibilidad de una flecha que agranda en ángulo, pero sin llegar a ser un gran angular propiamente dicho). Esto plantea alguna pregunta, claro: ¿ha llegado una nueva era de las redes sociales? ¿Reinarán a partir de ahora la espontaneidad y la realidad deformada en Instagram, el templo habitual de la fotografía cuidada, filtrada y optimizada?
“Tan premeditada como cualquier otra”
Según el fotógrafo Guille Sola, no. “Aunque la lente sea curva, y represente la realidad de otra forma, la imagen no tiene por qué ser más descuidada. Puede estar tan premeditada como cualquier otra. Como todo lo que se sitúa en el centro de la fotografía parece más pequeño que lo que está en los extremos, tomada desde una perspectiva concreta nos puede mostrar más delgados. Además. se sigue pudiendo capturar varias imágenes del tirón y descartar las que no nos gustan. Al final, seguimos queriendo vendernos en las redes”, sostiene. Sabe de lo que habla, ya que está especializado en retrato y reportaje gráfico de moda y de personajes con miles (o millones) de seguidores. Pol Granch, actor y músico conocido en España por su papel en Élite, o Alberto Jiménez, vocalista de Miss Caffeina, son algunos de los rostros habituales frente a su cámara.
Sola también resta importancia al hecho de que, por primera vez en años, estos selfis se tomen con la cámara trasera del teléfono: “Que el objetivo sea un ultra gran angular supone que, sí o sí, el retratado aparecerá en la fotografía, por muy mal que apunte. Estas lentes lo captan todo”. Es el caso de Iván, de 32 años y estudiante de Administración y Dirección de empresas. El pasado marzo no dudó en tirar del ultra gran angular para inmortalizarse en un selfi cualquiera, sin más. En la acera, en plena calle. No eligió este objetivo por estética ni, mucho menos, con una vocación artística. “Escogí esta lente porque me resultaba más fácil, porque así no tenía que estirar tanto el brazo”, cuenta. Y se echa a reír al conocer que, de forma involuntaria, se ha convertido en uno de los pioneros en traer a España este movimiento nacido en Estados Unidos. Si la etiqueta #ultragranangular despega en nuestro entorno, será de los primeros en haberla utilizado. Ahora mismo, poco más de 700 publicaciones la usan.
Aunque no lo aplica directamente al selfi, también el trabajo de la fotógrafa Ainoa Juan Sancho ilustra qué supone llevar el ultra gran angular al retrato. Sus estampas de mascotas explotan el carácter lúdico, desenfadado y divertido que ofrece esta lente que descubrió hará unos cinco años: “Al principio, lo aplicaba al paisaje, donde la distorsión de las formas apenas se nota. Cuando lo llevamos a la arquitectura o al retrato, encontramos perspectivas a las que no estábamos nada acostumbrados. La deformación es enorme, así que podemos ser muy creativos”. Colocando bien el objetivo, gracias al ultra gran angular, ella misma fue capaz de convertir un tronco hueco y de corcho, de apenas un palmo, en una suerte de pozo sin fondo que tendía al infinito.
“Si algo muestra esta tendencia es que los más jóvenes siempre están creando cosas. Juegan con todos los recursos que tienen. En el retrato, veníamos de años y años de fotografía muy plana y con el fondo desenfocado. Imagino que volveremos a eso en algún momento, aunque ahora toque disfrutar de esto otro. Todo forma parte de la misma rueda”, apunta de nuevo Sola, entre encargos de firmas y revistas. Según su pronóstico, si el amor por el objetivo 0.5 se consolida, es probable que las marcas empiecen a colocarlos también en la parte frontal del teléfono. De momento, los siguientes modelos de iPhone conservan este objetivo, incluso más desarrollado para que esta lente hasta ahora minoritaria sea compatible con el resto de funciones de la cámara, como la visión nocturna. Samsung o Motorola también han puesto lentes ultra gran angular en sus últimos modelos de teléfono móvil.
Mientras tanto, Sola recuerda las analógicas cámaras Lomo, que “estuvieron de moda en España, por última vez, hará unos 15 años”. Todas ellas funcionaban con objetivos muy cercanos al ultra gran angular, apunta el fotógrafo. Como afirma, “quizá este objetivo ha llegado ahora a la fotografía de Instagram, pero en los vídeos de TikTok y Youtube lleva tiempo presente”. Si pensamos en las cámaras GoPro de los influencers dedicados al deporte, entenderemos mejor de qué nos habla. Gracias al ultra gran angular, las angostas rutas por las que pedalea un ciclista se vuelven anchas, como las de un videojuego de carreras. La meta queda al fondo, enmarcada por los pronunciados arcenes del camino. Qué duda cabe de que la portería de la serie de dibujos animados Campeones, a la que el balón no llegaba nunca, y escondida tras un horizonte que jamás era plano, sino curvo, también se trazó pensando en una lente ultra gran angular. Aunque entonces habláramos de dibujos animados. Hoy, en las redes sociales y con una cámara que deforma nuestra apariencia, los dibujos animados podemos ser nosotros.
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