Dios y diamantes: lo que Kendrick Lamar nos quiso decir a través de su corona de espinas

El artefacto de 137 quilates es el resultado de un proyecto que ha supuesto diez meses y más de 1.300 horas de trabajo a cuatro de sus artesanos en el norte de Italia

Kendrick Lamar lució una corona de espinas hecha de diamantes en el escenario piramidal del festival de Glastonbury Festival el pasado 26 de junio.Samir Hussein (Samir Hussein/WireImage)

La última edición de Glastonbury, la primera después de dos años de cancelaciones debido a la pandemia, no será recordada por una actuación, sino por un objeto. En el primer directo de su nueva gira, el rapero Kendrick Lamar apareció en el escenario con una corona de espinas resplandeciente gracias a, como descubriríamos poco después, los 8.000 microdiamantes incrustados en ella. Se trataba de la misma que adorna la cabeza del artista en la po...

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La última edición de Glastonbury, la primera después de dos años de cancelaciones debido a la pandemia, no será recordada por una actuación, sino por un objeto. En el primer directo de su nueva gira, el rapero Kendrick Lamar apareció en el escenario con una corona de espinas resplandeciente gracias a, como descubriríamos poco después, los 8.000 microdiamantes incrustados en ella. Se trataba de la misma que adorna la cabeza del artista en la portada de su nuevo disco, Mr. Morale & The Big Steppers, y que también había llevado en su actuación en el desfile de Louis Vuitton en la Semana de la Moda Masculina de París apenas seis días antes. Sin embargo, la cita en el festival británico fue el momento elegido para desvelar su origen y el proceso de creación de un complemento que tiene tanto de simbólico como de revelador.

Un día después de su concierto, la firma Tiffany & Co explicaba en un comunicado que esa corona era el resultado de una colaboración con el músico, un proyecto que ha supuesto diez meses y más de 1.300 horas de trabajo a cuatro de sus artesanos en el norte de Italia. Sobre una base de titanio con 50 espinas se engastaron en pavé las 8.000 piedras, que suman un total de 137 quilates. Pese a que no se ha desvelado el precio de esta pieza, única y creada en exclusiva para el artista, varios medios la valoran en una cantidad cercana al millón y medio de dólares.

Lamar y su mánager y colaborador Dave Free presentaron este proyecto a Tiffany el año pasado, con un broche creado por el diseñador de joyas Jean Schlumberger en 1947 como inspiración. Según la firma, que recientemente había elegido a Jay-Z y Beyoncé como imagen de su campaña About Love, la pieza final es “una metáfora del coraje artístico, la humildad y la perseverancia”. Su significado, sin embargo, es mucho más complejo.

De chico de barrio a mesías del pueblo

La corona de Lamar marca, tanto en la forma como en el fondo, una nueva etapa en su representación ante el mundo. Desde su debut en 2011, el artista de Compton (Los Ángeles) había mantenido una postura comedida en cuanto a la ostentación y el lujo, endémicos en la escena del rap. “30 conciertos al mes y aún así no me compraba un Lexus”, rapeaba en su canción Fear, de 2017, recordando la época en la que comenzaba a convertirse en una estrella internacional con su disco Good Kid, M.A.A.D City en 2012. Frente a la sobreexposición y el uso del lujo como reivindicación del éxito, Lamar ha mantenido un perfil bajo en su representación ante el mundo. No utiliza apenas redes sociales, no se prodiga en eventos y apenas menciona a firmas de moda en sus composiciones, a diferencia de gran parte de sus coetáneos.

El artista Kendrick Lamar en un retrato promocional.interscope records

Esa diferenciación con respecto al rap actual ha sido, paradójicamente, lo que ha impulsado a Lamar a conseguir un impacto cultural mucho mayor que el de otros compañeros de generación. Mientras Drake acumulaba números uno en las listas de ventas, él se convertía en el primer músico de rap en recibir un Premio Pulitzer, en 2018. Incluso antes de eso, el productor Pharrell Williams lo había definido como “el Bob Dylan de nuestra era”. La comparación no parecía exagerada: a su habilidad dispensando rimas, Lamar añade una especial profundidad como letrista, reflejando con autocrítica y crudeza la experiencia de ser afroamericano. También como Dylan, el peso de su mito se ha ido acumulando sobre sus hombros hasta que se ha convertido en una evidencia.

“Idolatran y alaban tu nombre en toda la nación”, canta Lamar en Crown (“corona”), una de las canciones de Mr. Morale & The Big Steppers, la misma en cuyo estribillo repite sin cesar “no puedes complacer a todo el mundo”. Tras publicar DAMN., su cuarto disco, había alcanzado un estatus que trascendía al de una estrella de música popular, convirtiéndose en una suerte de oráculo moral para el público afroamericano. El silencio posterior en el que se refugió no hizo sino acrecentarlo. Una pausa de cinco años apenas rota por alguna colaboración y la banda sonora de la película de Marvel Black Panther en los que, supimos después, Lamar había sido padre en dos ocasiones y había sufrido un bloqueo creativo.

Mártires del ghetto

La apropiación de la imaginería cristiana no es, desde luego, algo nuevo en la música popular. Madonna supo ver su poder provocador en el videoclip de Like a Virgin, y en su gira Live to Tell incluyó un segmento en el que cantaba en una cruz portando una corona de espinas. El rap, sin embargo, ha estado ligado de una forma diferente a estos símbolos. Desde Tupac Shakur, cuyo dibujo crucificado aparecía en la portada de su álbum The Don Killuminati: The 7 Day Theory a Nas, que recurrió a esa misma imagen en el videoclip de Hate Me Now, las estrellas del género han explotado esa conexión, comparando su trascendencia a la de las figuras religiosas al mismo tiempo que hacían referencia a su condición de mártires surgidos de los entornos menos favorecidos de la sociedad estadounidense.

Kanye West, quien tampoco dudó en usar la corona de espinas en la época que lanzó su tema Jesus Walks, es quizás uno de los artistas que más ha recurrido a las referencias religiosas. De autoproclamarse un dios en I Am a God ha pasado a publicar discos muy influidos por el gospel como Jesus Is King. Kendrick Lamar, en cuyas letras había mostrado ya sus creencias religiosas, ha decidido dar un paso más explícito.

“La corona es una representación de la filosofía del barrio contada desde una perspectiva juvenil asumible”, ha explicado Dave Free, una de las personas más cercanas a Lamar. El rapero fue más simbólico en su directo de Glastonbury. “Llevo esto en representación, para que no os olvidéis de uno de los mayores profetas que ha existido nunca. Vamos a continuar a dar lo mejor de nosotros para avanzar a su imagen y semejanza”, exhortó a la audiencia, justo antes de lanzar un alegato un tanto opaco contra la derogación del derecho al aborto en EE UU: “Si te juzgan, juzgan a Cristo. Que Dios acompañe a los derechos de las mujeres”. Como simbolismo final, la actuación terminó con sangre cayéndole desde las espinas.

Esta nueva etapa mística de Lamar llega también en un momento en el que su carrera parece llegar a un momento crucial. Por un lado, su imagen de faro comienza a presentar grietas por primera vez. Pese a recibir críticas mayoritariamente positivas, Mr. Morale & The Big Steppers es su primer disco que contiene decisiones cuestionables que parte del público le ha reprochado. Por un lado, la inclusión en varios de sus temas del rapero Kodak Black, condenado por cargos de agresión sexual. Por otro, la sensación de que no termina de conectar con una audiencia más joven, como demuestran los reproches que le valió Auntie Diaries, bienintencionada canción en la que trata la experiencia de su tío trans, pero en la que no se refiere a él con el género con el que se identifica.

Mr. Morale & The Big Steppers también fue anunciado como el último disco de Lamar para TDE, su discográfica de siempre. Antes había lanzado pgLang, descrita como una compañía multidisciplinar para producir proyectos artísticos diversos. Esos movimientos y ciertos mensajes del álbum hacen pensar en que está emprendiendo el camino que han seguido muchos de sus antecesores en el rap, pasando de artistas a entrepreneurs. Sus decisiones estéticas también muestran contradicciones aparentes: rechaza su papel de referente (“Kendrick te hizo pensar en ello, pero él no es tu salvador”, canta en Saviour) a la vez que usa la imaginaría de un profeta. La clave, quizás, esté en el concepto de mártir al que alude la corona de espinas: Lamar está sufriendo por nuestros pecados antes de abandonar definitivamente la forma en la que lo conocemos.

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