“Tú eres Luke Skywalker, acostúmbrate”: por qué Mark Hamill ha tardado cuatro décadas en aceptar su gran papel
El actor continua una exitosa carrera en el mundo del doblaje con la recién estrenada ‘Go Fish’ y rueda su regreso a la pantalla como uno de los protagonistas de ‘La caída de la casa Usher’, la nueva serie de Mike Flanagan para Netflix
“¿Por qué La guerra de las galaxias no convirtió a Mark Hamill (California, 70 años) en una estrella gigante? ¿Por qué trabajó tan poco en el cine en los ochenta y noventa?”, se preguntó hace unos años un usuario en la red social de preguntas y respuestas Quora. La respuesta le ...
“¿Por qué La guerra de las galaxias no convirtió a Mark Hamill (California, 70 años) en una estrella gigante? ¿Por qué trabajó tan poco en el cine en los ochenta y noventa?”, se preguntó hace unos años un usuario en la red social de preguntas y respuestas Quora. La respuesta le llegó a través de alguien que conocía bien a Hamill, el actor William Salyers. “Trabajé con Mark en Cartoon Network. Es un actor de éxito, tiene un talento excepcional y una larga carrera, ha interpretado todo tipo de papeles. Posee una bonita casa en Malibú y ha creado una familia encantadora. Tiene los pies en la tierra y es amable, inteligente y elocuente. El hecho de que no se haya convertido en Bruce Willis o Tom Hanks no debe interpretarse en absoluto como una falta de éxito. Cualquier actor sería muy afortunado de tener la carrera de Mark”.
La respuesta de Salyers nos hace plantearnos en qué consiste realmente ser una estrella y qué se puede considerar tener una carrera exitosa. Si es lograr un puesto vitalicio en el imaginario colectivo, protagonizar películas que han roto las taquillas, cobrar un sueldo millonario (recibió casi tres millones de euros por aparecer 70 segundos en Star Wars: El despertar de la fuerza) y gozar del amor incondicional de cientos de miles de seguidores de varias generaciones, está claro que Mark Hamill es una estrella con una carrera exitosa.
Pero analizando algunas de sus decisiones y visto el éxito y el reconocimiento que alcanzaron Carrie Fisher y, especialmente, Harrison Ford, es inevitable tener la sensación de que si Hamill no ha llegado demasiado lejos y no es percibido por el público como una verdadera estrella, ha sido por decisión propia. Incluso sabiendo que este mes estrena Go fish. ¡Salvemos el mar! y encabeza el reparto de La caída de la casa Usher, la nueva serie que Mike Flanagan está rodando para Netflix y se estrenará este año.
Cuando llegó a la saga galáctica, Hamill llevaba ya más de una década ante las cámaras. Es el cuarto de ocho hermanos de una familia de clase media que había pasado muchos años acompañando por el mundo a su padre, capitán de la Marina estadounidense. Tras debutar a los 12 años en la popular telenovela estadounidense Hospital General, había pasado por muchos de los grandes éxitos de la época, como El show de Bill Cosby.
A punto de cumplir 25 años y mientras esperaba que la cadena CBS diese luz verde al piloto que había grabado (Con ocho basta), Hamill participó ―como la mitad de los actores jóvenes de Hollywood por aquel entonces― en las pruebas de reparto de La guerra de las galaxias (1977), de George Lucas. El joven Lucas acababa de tener un gran éxito con la comedia generacional American Graffiti (1973), y se quedó intrigado por el aspecto moderno e ingenuo de Mark Hamill, al que consideró capaz de “aportar humanidad a una película llena de vehículos espaciales y efectos especiales”. La serie Con ocho basta se estrenó con éxito y se mantuvo cuatro años en pantalla, pero sin él: entonces el papel de Luke Skywalker ya era suyo.
La noche del 11 de enero de 1977, cuatro meses antes del estreno de La guerra de las galaxias, estuvo a punto de decir adiós a su carrera y a su vida. Se saltó la salida mientras conducía su BMW por Los Ángeles y, para arreglarlo, intentó cruzar los cuatro carriles de la autopista. “Estaba en un lugar apartado y no había coches ni tráfico, gracias a Dios. Iba a unos 110 kilómetros por hora, demasiado rápido, perdí el control y me salí de la carretera”. Lo siguiente que recuerda es despertarse en una habitación del hospital. “Cuando pusieron un espejo ante mi cara sentí que mi carrera había terminado”. Se había fracturado la mejilla y los médicos había utilizaron cartílago de su oreja para reparar su nariz destrozada. Los resultados dejaron secuelas notables en su estructura facial. Su nariz se había acortado y su expresión era más dura. Lucas utilizó a un doble para rodar las pocas secuencias que faltaban y los cambios evidentes en el rostro del actor se justificaron gracias a un cambio en el guion que incluyó el ataque de un animal al inicio de El imperio contraataca, en 1980.
Hamill estaba totalmente comprometido con la película de George Lucas, pero no estaba seguro de que fuese a atraer a un público masivo tras su estreno en 1977. Pensaba que se convertiría, más bien, en una película de culto. Nadie, ni siquiera Lucas, podía imaginar que se convertiría en uno de los fenómenos culturales del siglo XX.
El público la bendijo en masa, pero la crítica se dividió respecto a su calidad. En lo que no hubo discusión es en que las actuaciones no eran lo más brillante de la película. Esto dolió a Hamill, que sintió que debía mostrar su talento más allá del universo galáctico. “Creo que muchos de los que me habían visto en televisión sabían que no soy Laurence Olivier, ni mucho menos, pero tengo cierta versatilidad y más de un registro”, declararía al respecto.
El accidente no tuvo un impacto negativo en su carrera, al menos no tanto como su tesón por desprenderse del personaje que lo había convertido en un ídolo. Para alejarse de Skywalker, se embarcó en producciones más pequeñas como la comedia adolescente Correrías de verano (1978), su primer trabajo tras la primera parte de la trilogía, “una película sobre personas donde podría mostrar un poco más de lo que puedo hacer como actor.”
En su afán por demostrar al público que era un verdadero intérprete, renunció a papeles cinematográficos para triunfar en Broadway. A principios de los ochenta fue, sobre las tablas, el John Merrick de El hombre elefante y el Mozart de Amadeus. Cuando en 1984 Milos Forman hizo la adaptación cinematográfica que acabaría ganando ocho Oscar, aspiraba a conseguir un papel que conocía muy bien, pero el productor fue claro: “No quiero a Luke Skywalker en esta película”. Todo le daba argumentos para alejarse del personaje que le había encasillado. “Tuve un papel que impactó tanto a la gente que sentí que tenía que romperlo”. Y lo consiguió.
¿Dónde está Hamill?
Poco después de estrenar en 1983 El retorno del Jedi ya se le consideraba un actor de segunda fila, otro juguete roto. Mientras tanto, Harrison Ford se consolidaba como una de las estrellas más rentables de la industria cinematográfica y Carrie Fisher forjaba una exitosa carrera como escritora y guionista. La actriz, una gran amiga cuya muerte Hamill todavía llora y a quien homenajea en sus redes sociales, no entendía su énfasis por huir del legado galáctico. “Un día me llamó para increparme”, recordó Hamill en The New York Times. ‘¿Cuál es tu problema?’, me dijo. Le contesté: ‘Bueno, es que quiero enfocarme más en el teatro’. Y me contestó: ‘Yo soy la princesa Leia. Tú eres Luke Skywalker. Acostúmbrate”.
A pesar de que no ha vuelto a encabezar proyectos cinematográficos de relevancia, su vida laboral es la de un estajanovista. Acumula decenas de créditos, especialmente relacionados con su faceta de doblador. Algo que no es una consecuencia de su accidente como piensan muchos, ni una especie de retiro dorado, sino una verdadera vocación. “Recuerdo estar viendo un especial de Walt Disney sobre animación cuando apareció Clarence Nash haciendo la voz del Pato Donald. Debía de tener cinco o seis años y se me encendió una bombilla en la cabeza. De repente se me ocurrió que alguien se levanta por la mañana, va a trabajar y su trabajo es ser la voz del Pato Donald. ¡Yo quiero ese trabajo!”, confesó a NPR. Lo ha tenido con creces: el doblaje de personajes animados se ha convertido en la columna vertebral de su vida actoral y le ha permitido alejarse del papel que marcó su carrera, al menos hasta mediados de la pasada década, cuando sucedió lo que menos se esperaba.
Después de media vida intentando despegarse del papel que lo había convertido en icono, recibió una llamada sorprendente. Se iba a rodar una nueva trilogía y los personajes originales estarían en ella si Fisher, Ford y Hamill querían interpretarlos. “Me quedé a cuadros”, declaró a The New York Times. “Sin que pasara un minuto, Carrie dio un golpe en la mesa y gritó: ‘¡Yo sí quiero!’. Le dije: ‘¡Carrie, qué guardado te lo tenías!”. Él necesitó más tiempo para pensar. Temía que los rechazaran por viejos. “Nadie quiere ver nuestras versiones de 50, 60 o 70 años corriendo y tropezándonos en la Estrella de la Muerte. Es triste”, declaró. Estaba tan seguro de que Ford no regresaría que puso como condición su presencia.
“Es demasiado viejo, rico y gruñón. No lo hará”. Pero cuando Ford aceptó, Hamill se dio cuenta de que él también debía hacerlo: “¿Te imaginas que yo hubiera sido el único que no aceptara? Sería el hombre más odiado del mundo nerd”.
Sus dudas eran lógicas. El héroe galáctico por antonomasia ya no era el joven imberbe que blandía un sable láser por primera vez. Hamill sobrepasaba los 60 y tenía una vida plena en la que había desarrollado también su carrera de guionista de cómics y un matrimonio feliz con Marilou York, una higienista dental con la que se casó poco después del estreno de La guerra de las galaxias. Ya no tenía nada que demostrar en su vida profesional.
La nueva trilogía lo puso en contacto con un enemigo más insidioso que el senador Palpatine: el fandom más tóxico de la galaxia. Durante años, Hamill se ha comportado como un verdadero Jedi y se ha posicionado en contra de los ataques misóginos y racistas contra las actrices Daisy Ridley y Kelly Marie Tran y apoyado con orgullo a John Boyega durante las manifestaciones del Black Live Matters. Hamill usa las redes sociales con la misma pericia que el sable láser y con frecuencia utilizó a sus cinco millones de seguidores en Twitter para apoyar causas sociales y fustigar a Donald Trump, de quien a menudo leía sus mensajes en Twitter utilizando la voz con la que dobla a Joker en la serie animada.
También ha empleado las redes para visibilizar y denunciar la ausencia de personajes LGTBIQ en las tres trilogías. “Ahora los fanáticos me escriben y hacen todas estas preguntas: ‘Me hacen bullying en la escuela... tengo miedo de salir del armario”, confesó en Vanity Fair. “Me preguntan si Luke podría ser gay. Yo les digo que es lo que el espectador quiere que sea. Si crees que Luke es gay, por supuesto que lo es. No hay vergüenza en ello. Juzga a Luke por quién es, no por a quién ama”. Como le decía su amiga Carrie Fisher, quiera o no quiera siempre será el heroico paladín Luke Skywalker. Y parece que, décadas más tarde, por fin se ha acostumbrado.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.