Meterse en política pasados los 70: ¿qué hay de bueno (y de malo) en tener tantos líderes en edad de jubilación?
La carrera presidencial estadounidense toca techo con la edad de sus contendientes: Biden tiene 77 años, Trump 74. También hemos tenido ejemplos en España, como el de Carmena, alcaldesa a los 71. ¿Por qué eligen la presión de la política en vez de un merecido descanso?
El pasado 30 de septiembre presenciamos el primer debate entre los candidatos a presidente de los Estados Unidos, el republicano Donald Trump, actualmente en el cargo, y el demócrata Joe Biden. En 2016, Trump se convirtió en la persona más mayor en llegar a la presidencia de Estados Unidos de toda la historia, con 70 años. Ronald Reagan ostentaba antes el récord: había entrado en la Casa Blanca a los 69. Si Biden resulta elegido en noviembre batirá de largo a sus predecesores: accederá al cargo a pocos...
El pasado 30 de septiembre presenciamos el primer debate entre los candidatos a presidente de los Estados Unidos, el republicano Donald Trump, actualmente en el cargo, y el demócrata Joe Biden. En 2016, Trump se convirtió en la persona más mayor en llegar a la presidencia de Estados Unidos de toda la historia, con 70 años. Ronald Reagan ostentaba antes el récord: había entrado en la Casa Blanca a los 69. Si Biden resulta elegido en noviembre batirá de largo a sus predecesores: accederá al cargo a pocos días de cumplir 78.
Es curioso que esto ocurra en sociedades con tan exacerbado culto a la juventud. En España, sin ir más lejos, en los últimos años hemos observado lo contrario: la edad media de los líderes políticos ha bajado. El presidente Pedro Sánchez, el vicepresidente Pablo Iglesias y los líderes de otros partidos, como Pablo Casado, Inés Arrimadas, Gabriel Rufián o Santiago Abascal, están en una horquilla entre los 38 y los 48 años, son políticos que podríamos considerar jóvenes para sus cargos. Este fenómeno se ha tomado como el mayor recambio generacional de la democracia: cuando se aprobó la Constitución eran niños… o no habían nacido.
La exjueza Manuela Carmena llegó a la alcaldía de Madrid con los 71 años cumplidos. Si muchas personas piensan que tienen que llegar a sus máximos vitales en la mediana edad, Carmena pasará a la posteridad por algo que logró a una edad a la que otros ya llevan muchos años jubilados. “Hay algo extraño en hacerse mayor”, cuenta la exalcaldesa, “por fuera te ven diferente, y puede que camines más despacio, pero por dentro te sientes la misma persona”. Cree que la edad puede aportar cosas positivas a la actividad de gobierno: “Una mayor experiencia trae una mayor capacidad de decisión y comprensión para escuchar a los demás”. Su preocupación por transmitir esta experiencia a las nuevas generaciones se refleja en su libro A los que vienen: Democracia, desigualdad, justicia, educación, ecología, sexualidad, felicidad explicadas a los jóvenes (Aguilar).
Pero algún inconveniente tendrá gobernar a esas edades. “Bueno, que no te puedes poner los taconazos que te ponías antes, y Cristina Cifuentes con los suyos estaba más alta que yo”, bromea Carmena. Aunque no del todo: “Es cierto que a ciertas edades es más complicado encontrar una estética propia, una imagen pública, no hay tantas opciones como cuando eres más joven”, dice. “Y la estética es un elemento de relación entre las personas”. A lo que sí le sacó partido Carmena fue a la imagen de abuela cuidadora que hacía madalenas. “En realidad es mi carácter. Como tengo mi edad, me tienen por abuela (porque además lo soy), si fuera más joven dirían que vaya chica más enrollada”.
Pros y contras de la edad del gobernante
En una primera aproximación, podríamos aventurar que la juventud tiene algunas virtudes para puestos de responsabilidad política como son las ideas frescas o la capacidad de adaptación y cambio, mientras que la senectud trae la templanza y la experiencia acumulada. En el lado contrario, el de los inconvenientes, los jóvenes pueden ser impulsivos e inexpertos; los mayores inmovilistas, tercos, y pueden sufrir achaques que impidan la ajetreada actividad de un líder político.
Además, hay que tener en cuenta la observación del médico estadounidense Richard Roizen, especialista en edad, tras examinar los expedientes médicos de los gobernantes estadounidenses desde 1920: los presidentes, debido al peso de sus responsabilidades, envejecen dos años por cada año en el cargo. Por eso muchos lo abandonan con el pelo mucho más canoso que cuando entraron.
“Ni en Estados Unidos, ni en España, ni en muchos otros países hay límite de edad para gobernar”, dice Pedro Sánchez Vera, catedrático de Sociología de la Universidad de Murcia, especialista en cuestiones de vejez. “Se puede ser presidente a cualquier edad, siempre que la capacidad de la persona entre dentro de lo razonable”. Pepe Mujica se ha despedido de la actividad política hace unos días, a los 85 años: llegó a la presidencia de Uruguay con 74. Shimon Peres cumplió 90 años siendo presidente de Israel. Giorgo Napolitano también alcanzó esa edad siendo presidente de Italia. Robert Mugabe presidió Zimbabue hasta los 93, cuando fue derrocado.
“Hay que tener en cuenta que la sociedad está muy envejecida y los censos electorales también”, dice el sociólogo. Una franja de edad que hace ganar o perder elecciones. Candidatos senior como los estadounidenses pueden conectar con estos votantes que, como Sánchez Vera señala, “son más rentables, más fieles, menos volátiles que los jóvenes, a los que normalmente se ha querido seducir”.
En realidad, que gobiernen los mayores no es nada extraño desde un punto de vista histórico. La palabra senado tiene la misma raíz latina que senectud: en el senado romano gobernaban los mayores. También es normal en sociedades tradicionales que haya un consejo de ancianos que gobierne: la gerontocracia. El viejo es sabio, prestigioso, poderoso. “En otras épocas y sociedades llegar a ser mayor no era algo tan común, y estas personas tenían un estatus más elevado”, explica el sociólogo. Hoy las sociedades enteras están envejecidas. Tras la Revolución Industrial se empieza a reglar el sistema educativo y ya los abuelos no tienen tanto peso como transmisores del conocimiento. Hoy no se consulta tanto a los ancianos de la tribu como a Google.
Cuestiones psicológicas
En cuanto a los factores psicológicos, debería hablarse de cómo evolucionan con la edad los procesos cognitivos y de toma de decisiones. “Hay procesos que no decaen, dentro de lo que se llama inteligencia cristalizada”, explica Irene Caro, profesora del departamento de Psicología de los Universidad a Distancia de Madrid (Udima). Por ejemplo, la memoria semántica (saber que París es la capital de Francia) o la memoria episódica (recordar que a los 18 años me tocó ir a la mili). “Otros, dentro de la inteligencia fluida, sí pueden cambiar con la edad”, señala la psicóloga, “como la flexibilidad, la capacidad de adaptarse al cambio o de valorar alternativas novedosas”. También decrecen con el tiempo los procesos inhibitorios: es más difícil cambiar las inercias con rapidez y cuando nos hacemos mayores tenemos menor filtro a la hora de expresar nuestras opiniones. Aunque la falta de filtro de Donald Trump, más que deberse al paso de los años, venga probablemente de serie .
Otras características de la edad avanzada pueden ser convenientes o no para un puesto de responsabilidad. “Con los años nos tomamos más tiempo en procesar información y tomar decisiones, y somos menos permeables a las influencias externas”, dice Caro. Esto puede servir para que un mandatario no sea manipulado por otros o demasiado impulsivo, pero también puede propiciar que sea terco, prejuicioso y no se deje aconsejar.
“Está habiendo una reforma del ciclo vital”, señala Carles Feixa, catedrático de Antropología de la Universidad Pompeu Fabra. Si antes los jóvenes estudiaban y se divertían, los de mediana edad trabajaban y cuidaban, y los mayores descansaban, “ahora se hace de todo a cualquier edad”. Además, la juventud se alarga prácticamente para siempre y existen nuevas formas de envejecer, como el llamado envejecimiento activo, que no deja de ser una forma de tomarse esa etapa de la vida de forma juvenil. Los mayores del presente y, sobre todo, los mayores del futuro son y serán muy distintos a los del pasado. Aunque, en cuestión política, puede ser que volvamos a ser gobernados por los ancianos de la tribu.
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