Estos son los muebles y objetos que quisieron transformar la España del franquismo
La exposición ‘Formas industriales’ reúne en la galería José de la Mano piezas de diseño que revelan las alianzas entre el arte y la arquitectura en la España de los años cincuenta y sesenta
En la España de los años cincuenta y sesenta, el arte aspiraba a salir de sí mismo. La Caja vacía de Jorge Oteiza que ahora se expone en la galería José de la Mano pertenece a una serie de 30 ejemplares que el artista vasco produjo progresivamente para financiar el Partido Comunista. “En concreto, la que exponemos ahora se hizo en 1978 para financi...
En la España de los años cincuenta y sesenta, el arte aspiraba a salir de sí mismo. La Caja vacía de Jorge Oteiza que ahora se expone en la galería José de la Mano pertenece a una serie de 30 ejemplares que el artista vasco produjo progresivamente para financiar el Partido Comunista. “En concreto, la que exponemos ahora se hizo en 1978 para financiar el partido en Aragón”, explica el galerista José de la Mano. “Un amigo de Oteiza, escultor, se interesó por ella y la adquirió. Aquella generación aspiraba a cambiar la sociedad a través del arte”.
Desde esta semana, fecha que marca el inicio definitivo de la temporada de exposiciones en la capital, esta escultura comparte espacio en la galería con piezas que diluyen la frontera entre el arte canónico y lo que el tiempo ha definido como diseño: muebles, objetos y espacios arquitectónicos que, más allá de su belleza, profundidad intelectual o potencia expresiva, tienen utilidad práctica. El título de la muestra, Formas industriales. Arte-Arquitectura o la integración de las artes (1950-1970), incide en el espíritu transversal y utópico de varias generaciones de artistas empeñados en romper el rígido marco del sector.
En ese aspecto incide el comisario de la muestra, Pedro Reula, un experto en mobiliario del siglo XX que, además de fundar la galería de diseño Studiolire, en los últimos años ha participado en exposiciones tan importantes como las dedicadas a los fabricantes H Muebles (COAM, 2020) y Darro (Machado-Muñoz y Madrid Design Festival, 2019). “Solemos mirar el arte desde compartimentos estancos, pero conviene recordar que uno de los anhelos de la modernidad, sobre todo en los cincuenta y sesenta, fue la integración de las artes, derivado en cierta manera de los postulados de la Bauhaus”, explica. Para aquellos revolucionarios que luchaban por abrir los horizontes de la apática sociedad franquista, “construir edificios mejores era el primer paso para construir una sociedad mejor”, apunta.
La figura de Oteiza es uno de los ejes de la muestra, especialmente debido a su implicación en Equipo 57, el colectivo de creadores del que formaban parte Ángel Duarte, Agustín Ibarrola o Néstor Basterretxea. De los dos primeros, la muestra incluye pinturas y esculturas. De Basterretxea, una mesa auxiliar para H Muebles. La silla Erlo (1961) que el colectivo creó para la empresa Danona revela, a través de una estructura ligera, geométrica y sencilla, su sintonía con las tendencias que estaban cambiando el mobiliario en Europa o Estados Unidos. En ese sentido, la muestra sirve también para subrayar la importancia de fabricantes que, como Martínez Medina o H Muebles, “vieron que había un campo, un terreno por construir, y apostaron por él, aunque con poca fortuna debido a las dificultades en el contexto de la dictadura”, explica Reula.
En Valencia, entre 1956 y 1961, surge otra plataforma, el Grupo Parpalló en el que militaron nombres como Andreu Alfaro o José María de Labra. Del primero, la exposición recupera la silla MM (1962), que revela la fascinación de la época con las formas sinuosas y orgánicas, los colores brillantes y los nuevos materiales. Del segundo, un diseño de celosía para un proyecto del arquitecto Javier Carvajal, uno de los que mejor entendió el espíritu de los nuevos tiempos. La galería pone a la venta ahora sendos ejemplares de dos de los diseños más relevantes del autor de madrileña Torre de Valencia: la butaca Granada y la silla Biosca (1959) que formó parte de su proyecto para la tienda Loewe de la capital. Esta última revela una lectura ibérica de la vanguardia italiana y escandinava –madera, piel, proporciones ligeras, tonos naturales, líneas suaves y levemente curvadas– que, sin embargo, no excluye otros estilos e influencias.
Como explica Reula, el diseño español es polifónico por naturaleza. “Se puede hablar de una cierta austeridad muy rica en concepto y en calidad estética, pero lo cierto es que no hay una línea definida que defina al diseño español. Hasta ahora no hemos encontrado ese punto de unión”, apunta. Para entenderlo, por tanto, resulta imprescindible abordarlo en su complejidad sin olvidar la importancia de los vínculos entre arquitectura, arte y diseño, una asignatura pendiente del sector. “La recuperación del diseño español del siglo XX va por detrás de la recuperación del arte”, explica el comisario, que menciona los “derribos escandalosos” que siguen afectando a edificios de arquitectos fundamentales. “Cuando en el siglo XXII alguien quiera estudiar nuestro diseño, se dará cuenta de que se conservan más muebles del siglo XVIII que del XX. Reivindicarlo no es solo chovinismo, sino rescatar vestigios de la forma de vivir de nuestra sociedad”, afirma.
No resulta extraño que este esfuerzo memorístico llegue desde una galería, José de la Mano, cuya línea de trabajo se basa precisamente en la puesta en valor del arte geométrico y abstracto de mediados del siglo XX, y en demostrar que el informalismo no fue el único lenguaje que alimentó la disidencia intelectual en el franquismo. El pasado julio, su espacio en ARCO presentaba un hallazgo importante, el Guernica Gernikara de Agustín Ibarrola, olvidado durante décadas y adquirido este año por el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Ahora, las obras, los muebles y objetos de Formas industriales aspiran a seguir completando, poco a poco, una historia del arte donde tengan cabida los lenguajes híbridos y la voluntad revolucionaria que definieron el siglo XX.