Quién es Santiago Sierra, el polémico artista español que creó “un lodazal para la élite” para el desfile de Balenciaga en París

Este madrileño, cuyos proyectos estiran los límites del arte, la crítica y la controversia, explica por qué cambió el blanco aséptico e indoloro habitual de las pasarelas por un pringoso paisaje de barro

Retrato del artista Santiago Sierra.

“Sea lo que sea esto, es cien veces mejor que las típicas películas de 400 millones de dólares de porno apocalíptico. La moda comunica de formas asombrosas”. Que un invitado a un desfile de moda quede lo bastante entusiasmado como para subir esta valoración a su cuenta de Instagram no es algo especialmente llamativo, pero sí lo es que lo haga un crítico de arte, uno de los más conocidos e influyentes del mundo en la actualidad: son las palabras con las que Jerry Saltz, crítico del ...

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“Sea lo que sea esto, es cien veces mejor que las típicas películas de 400 millones de dólares de porno apocalíptico. La moda comunica de formas asombrosas”. Que un invitado a un desfile de moda quede lo bastante entusiasmado como para subir esta valoración a su cuenta de Instagram no es algo especialmente llamativo, pero sí lo es que lo haga un crítico de arte, uno de los más conocidos e influyentes del mundo en la actualidad: son las palabras con las que Jerry Saltz, crítico del New York Magazine y ganador del premio Pulitzer en 2018, se rendía el pasado domingo ante la presentación de Balenciaga de la próxima temporada en la semana de la moda de París. Realmente fue un espectáculo: los modelos no caminaban sobre una pasarela convencional, sino entre cúmulos de barro fresco y negruzco —275 metros cúbicos de lodo cubrían el interior del centro de convenciones donde se desarrollaba el desfile— que manchaban la ropa y salpicaban al público. La instalación era una obra de un artista conceptual español, Santiago Sierra (Madrid, 56 años), basada en un trabajo que ya realizó en 2005 para el Kestnergesellschaft, centro de arte de Hannover (Alemania).

En aquella ocasión, la obra simbolizaba, en palabras de Sierra, una diarrea producto de la difícil digestión del pasado histórico alemán. Y para el desfile de Balenciaga no ha abandonado las referencias digestivo-escatológicas: “En este caso el mal de panza evocado se refiere a un presente histórico y a una realidad indigerible y no deseada, como una pesadilla”, explica el artista a ICON a través de un correo electrónico. “Quería crear un contexto radicalmente opuesto al espacio de confort representado por el cubo blanco y la asepsia expositiva. La gente que acude a estos desfiles son escogidos entre la élite mundial y por tanto me parecía muy interesante mancharlos de la realidad que representa el barro por su intrínseca suciedad. Se trataba de hacer un lodazal para la élite”.

El desfile de Balenciaga sobre barro se inspiró en una obra previa de Santiago Sierra, 'House in mud' (2005).
Imagen de 'House In Mud', que Sierra presentó en el Kestnergesellschaft de Hannover.

La percepción de Sofía Ruiz de Velasco, directora de S Moda, que fue una de las asistentes a un desfile que llevaba el muy autodescriptivo título The Mud Show —el show del barroindica que el objetivo se cumplió: “Era como estar dentro de una cueva derritiéndose, olía muy fuerte a humedad y a moho. Y, como el barro es difícil de contener, se expandía por todas partes. Los modelos caminaban con mucha fuerza y lo salpicaban todo, incluidos los espectadores. La gente se manchaba los zapatos y hasta se resbalaba. Imagina a esas supereditoras de las revistas de moda andando por el barro cuando por lo general no bajan ni al metro”.

No es la primera vez que el influyente director creativo de Balenciaga, el georgiano Demna Gvasalia —ahora, por deseo propio, solo Demna—, arrastra al mundo de la alta costura por el fango. Solo que en el pasado se limitaba a hacerlo de forma metafórica: si hace siete años presentaba unos carísimos bolsos de cuero que recordaban a las bolsas de Ikea, para la colección de esta temporada directamente copió en cuero bolsas de basura a un precio unitario de 1.700 euros, para escándalo de algunos. Pero en esta ocasión, al explicar la escenografía del barrizal, Demna ha aludido a cuestiones personales algo imprecisas: “Es una metáfora sobre indagar en la verdad y tener los pies en la tierra”, ha declarado. Sofía Ruiz de Velasco realizó su propia interpretación: “Tenías una sensación apocalíptica, algo que inconscientemente unías al clima geopolítico actual, por mucho que Demna la llevara a otro lugar más personal y emocional. Por lo demás, a mí el desfile me encantó, y eso que no suele interesarme la simple provocación. En parte porque cuando llegué no sabía nada, ni siquiera se nos había informado de la colaboración de Santiago Sierra”.

“Demna me parece un gran artista y ha sido un gran placer trabajar con él”, dice Santiago Sierra. “No hubiese aceptado trabajar con nadie relacionado con la moda de no ser Demna, porque es algo más que un diseñador”. Puede argumentarse sin embargo que, en el terreno de la provocación, Demna no pasaría de aprendiz frente a Sierra. En 2010 el autor español rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas mediante una carta dirigida a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, porque el galardón instrumentalizaba “en beneficio del Estado el prestigio del premiado”. En la edición de 2018 de ARCO, su serie de retratos Presos políticos en la España contemporánea, que formaba parte del stand de la galerista Helga de Alvear, fue retirada a petición de la organización de la feria antes de su inauguración por herir sensibilidades (el título aludía a los políticos encarcelados por su participación en el procés catalán), lo que generó no solo un intenso debate sobre la libertad de expresión sino también una atención hacia el trabajo del propio artista que casi eclipsó al resto de las galerías y autores presentes.

Kanye West camina sobre el barro en el desfile de Balenciaga.

Algo que volvió a suceder el año siguiente, cuando Sierra –esta vez con la colaboración de otro artista español, Eugenio Merino– consiguió renovar el título de la obra-escándalo oficial de la feria gracias a un ninot de cuatro metros y medio de altura elaborado a imagen y semejanza del rey Felipe VI, que el potencial comprador se comprometería a quemar. Como no se encontró tal comprador, fueron los propios artistas quienes, en el día exacto de la Fiesta Nacional española, disfrutaron del “placer de quemar la pieza” (según su propia declaración, era eso lo que ofrecían a cambio de los 200.000 euros que costaba la obra).

En 2000, Sierra pagó el importe de un chute de heroína a cuatro prostitutas para hacerse tatuar una línea negra en la espalda y grabó el proceso en vídeo. En 2005 reunió 456 mujeres rumanas en los pasillos de la Casa del Pueblo de Bucarest que, en actitud mendicante, pedían dinero al espectador. En performances e instalaciones particularmente impactantes ha tratado cuestiones como la explotación del ser humano por otros seres humanos, la precariedad de los inmigrantes o el trabajo como esclavitud (El trabajo es la dictadura se llamó una acción en la que treinta personas contratadas por el salario mínimo escribían esta misma frase una y otra vez). Pero quizá realizó su apuesta más extrema cuando, en 2006, se le ofreció una antigua sinagoga alemana para realizar una intervención artística y su acción consistió en llenar el interior de monóxido de carbono procedente de tubos de escape de coches para recrear una cámara de gas, lo que terminó con la clausura de la instalación antes de tiempo.

Pero, más allá de escándalos y titulares, conviene recordar que Sierra es uno de los artistas españoles contemporáneos más conocidos por el público internacional especializado. Afincado actualmente en Madrid (aunque ha desarrollado una parte importante de su carrera en México), ha expuesto en galerías como Lisson, de Londres, o Team, en Nueva York. También en la mexicana Labor y la italiana Prometeogallery, (junto con Helga de Alvear, estas dos últimas son las que en la actualidad comercializan su obra). Sierra ha mostrado su trabajo en el PS1 del MoMA neoyorquino o la Kunsthaus Bregenz (Austria), cuya última planta intervino plantando 300 toneladas de bloques de cemento, el máximo peso que podía acoger el edificio sin colapsar sobre las cabezas de sus ocupantes.

En 2003 fue el artista elegido para representar a España en la Bienal de Venecia: entonces intervino el pabellón nacional cubriendo con plásticos de bolsas de basura el nombre de España de la fachada e impidiendo la entrada al recinto a cualquiera que no pudiera identificarse como ciudadano español. Aquella crítica sobre el concepto de orgullo nacional, aunque no obtuvo premios oficiales, fue probablemente el proyecto de nuestro país que ha obtenido mayor eco internacional de todas las ediciones de la Biennale veneciana, al menos en lo que va de siglo. Así lo recuerda la comisaria Rosa Martínez, responsable del pabellón español aquel año: “No me avergüenza decir que mis colegas internacionales afirman que todavía no se ha superado lo que Santiago y yo hicimos en 2003. La visibilidad fue enorme y Santiago no ha parado de hacer proyectos internacionales desde entonces. Es verdad que trabajar con él supone siempre tensar las cuerdas de los proyectos. Él es un artista fundamental porque lleva más allá tanto los lenguajes artísticos como la crítica política del tiempo en que nos ha tocado vivir”.

Por lo que respecta a la crítica política, Balenciaga es una de las marcas pertenecientes a la multinacional del lujo Kering (en la que también se integran Gucci o Yves Saint Laurent, entre otras), fundada por el magnate y coleccionista de arte francés François Pinault y presidida por el hijo de este, François-Henri Pinault. Sobre la aparente contradicción que implica aceptar un encargo sufragado por la industria del lujo desde sus coordenadas sociales y políticas, Sierra explica: “El arte no se diferencia demasiado de la industria del lujo, es parte de ella. Y evidentemente un buen cuadro supera con creces el valor de un buen vestido. [El artista alemán] Joseph Beuys distinguía entre dinero limpio y aceptable y dinero sucio e inaceptable, pero yo no creo que exista dinero limpio. El más sucio tal vez sea el ganado con el sudor de la frente, pues en el trabajo traicionamos nuestras ansias de libertad y vendemos nuestro cuerpo a los intereses de un tercero que es tan solo una dominatrix socialmente aceptable. El lujo y la miseria siempre me han interesado como tema, como reverso y adverso de una misma moneda. Precisamente el lujo es una preocupación social y política de primer orden”.

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