El museo que considera “delito” meter prisa a los demás e impacientarse en una sala de espera existe
El Instituto del Tiempo Suspendido (ITS), cuya primera sede está en el Musac de León, busca concienciar sobre la tiranía de los relojes que sufrimos. A los visitantes se les informa sobre los cronodelitos, se les somete a juicio y finalmente se les impone una pena
“¡Es que no me da la vida!”, es una frase fácil de oír en el mundo contemporáneo. Si alguna vez habíamos vivido cabalgando el tiempo, hilvanados en él, ahora el tiempo se ha enseñoreado y nos domina. La tiranía del reloj nos tiene estresados, ansiosos, sin descanso, de un lado para otro: no solo es que el tiempo nos someta, es que parece que cada vez hay menos. ¿No se ha preguntado usted cuánto tiempo tardará en leer este texto? No se preocupe, acabamos en seguida.
Por este motivo, y en busca de una “emancipación temporal”, la artista Raquel Friera y el filósofo Xavier Bassas han fundad...
“¡Es que no me da la vida!”, es una frase fácil de oír en el mundo contemporáneo. Si alguna vez habíamos vivido cabalgando el tiempo, hilvanados en él, ahora el tiempo se ha enseñoreado y nos domina. La tiranía del reloj nos tiene estresados, ansiosos, sin descanso, de un lado para otro: no solo es que el tiempo nos someta, es que parece que cada vez hay menos. ¿No se ha preguntado usted cuánto tiempo tardará en leer este texto? No se preocupe, acabamos en seguida.
Por este motivo, y en busca de una “emancipación temporal”, la artista Raquel Friera y el filósofo Xavier Bassas han fundado el Instituto del Tiempo Suspendido (ITS), un organismo amplio y polimorfo, a medio camino entre el arte contemporáneo, la teoría política y el activismo, bajo el que planean realizar diferentes actividades. Por lo pronto, su primera sede se ha materializado en el Musac de León hasta septiembre. En ella los visitantes podrán conocer más sobre su relación con el tiempo e incluso mejorar sus casos de ansiedad temporal o cronofobia galopante. “Detectamos que los problemas relacionados con el tiempo se van agravando y eso que el confinamiento supuso un respiro; para muchos, un punto de inflexión en cuanto a la percepción y gestión temporal”, dice Friera, quien también señala que el germen del Instituto ya estaba plantado mucho antes de la pandemia.
El recorrido que propone el ITS comienza con la llegada a la recepción, donde se da la bienvenida y se pueden consultar los estatutos del centro. Si le interesa, el visitante puede pasar al consultorio donde se da una primera entrevista con Friera en la que se profundiza en torno a su relación con el tiempo. “Hay algunas personas que ya vienen reconociendo sus problemas con el tiempo, otros los ignoran, o se muestran bloqueados”, explica la artista. Eso en León, una capital de provincia castellanoleonesa: en futuras sedes del ITS sería interesante explorar como varía la percepción del tiempo en aldeas o en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.
“No nos interesa el tiempo desde un punto de vista metafísico, sino la relación de cada persona con el tiempo, las diferentes cronopsicopatologías, y también la forma en la que la sociedad trata lo temporal”, dice Bassas. Esta creación de la institución irónica dentro del museo, esta sátira de lo burocrático, recuerda a otros proyectos como la Oficina de Gestión de Ideas, de Isidoro Valcárcel Medina.
El tiempo comenzó a ser más rígido y demandante en los albores de la Modernidad, cuando la vida comenzó a ser dominada por los relojes en pos de la productividad de la fábrica. Desde entonces, y hasta el actual capitalismo neoliberal, ese tiempo productivo se ha ido imponiendo hasta el punto de que no producir, holgar, dedicarse a la contemplación, es considerado como “perder el tiempo”. “Lo curioso de la tecnología actual es que fue concebida para liberar nuestro tiempo, pero, al contrario, cada vez nos tiene más ocupados, más ansiosos por las diferentes posibilidades que se nos plantean”, explica Bassas.
El economista John Maynard Keynes predijo en 1930 que en el siglo XXI trabajaríamos 15 horas a la semana, sin embargo, y a pesar del acelerón tecnológico, parece que ya no se cumple la jornada establecida de 40, por la que generaciones anteriores pelearon y hasta dieron la vida. La crianza o el ocio cada vez parecen más ajenos al horario cotidiano, rendido a la producción, y la conciliación cada vez resulta más difícil. La avalancha de estímulos y la oferta disponible parecen inabarcable. En el ITS, según señala Friera, pretenden ir realizando actividades de todo tipo y colaborando con diferentes personas (los cómplices): “Es importante ir generando fuerza social. Este es un problema sistémico que nos está afectando a todos”.
El siguiente departamento del ITS es un repositorio llamado Desacelerador de Neuronas donde el visitante puede obtener diferentes referencias literarias o cinematográficas sobre el tiempo, desde El derecho a la pereza, de Paul Lafargue, a En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, pasando por las Instrucciones para dar cuerda a un reloj, de Julio Cortázar. Películas como Arrebato, de Iván Zulueta, Dans le noir du temps, de Godard, o In time, de Andrew Niccol. A continuación, se pasa al cuarto departamento, donde se informa al visitante sobre los cronodelitos, los delitos contra el tiempo, de naturaleza variada.
Por ejemplo, meter prisa a los demás (eso es ser un cronoagresor), impacientarse en una sala de espera o en una cola, pasarse más tiempo cuidando la vida que viviendo, o, más existencialmente, agobiarse por cumplir los ritmos vitales que se exigen: sacarse la carrera, casarse, meterse en una hipoteca, procrear, todo al tiempo que se considera el adecuado. Esto es lo que llaman crononormatividad.
La última parada es el Departamento de Justicia Temporal, en el que Bassas, a modo de juez, tras una mesa, invita al visitante a someterse a un juicio y, a partir de ahí, se impone la pena al cronodelincuente (una serie de acciones que prefieren no desvelar). “A veces, personas que llegan asegurando tener buenas relaciones con el tiempo sufren curiosas evoluciones a su paso por los diferentes departamentos y acaban revelándose como unos auténticos cronodelincuentes”, señala Friera.
Solemos asociar los momentos más placenteros de la vida a aquellos en los que perdemos la noción del tiempo, en los que nos distraemos: la lectura, el sexo, la charla amistosa, el paseo, la ebriedad. “Pero debemos escapar de ese pensamiento binomial que no nos permite salir del ciclo productivo”, dice el filósofo. El propio sistema ya se ha apropiado de esa idea del descanso y la desconexión a través del movimiento slow, el Kit Kat, el mindfulness, o los spas. El ITS apuestan por otro concepto: la cronodiversidad. “Esos momentos placenteros no están fuera del tiempo, sino que son otro tiempo, el tiempo que reivindicamos”, concluye Bassas.