Del pasillo olvídese y el dormitorio, redúzcalo: la vivienda ‘low cost’ que ha fascinado a la crítica
La casa Ronda, del recién fundado estudio Hanghar, ha logrado el premio 2021 del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid
Cualquiera que haya teletrabajado los últimos meses en el centro de Madrid, probablemente se habrá enfrentado a tener que hacer videollamadas con un ruido infernal de fondo: el de una, dos o incluso varias reformas integrales a la vez, que en ocasiones podían incluso solaparse con la obra de los bajos de un edificio cercano, ahora habitados por turistas. “No hay más que salir a la calle para verlo, vayas donde vayas todo está lleno de andamios, grúas, contenedores de ob...
Cualquiera que haya teletrabajado los últimos meses en el centro de Madrid, probablemente se habrá enfrentado a tener que hacer videollamadas con un ruido infernal de fondo: el de una, dos o incluso varias reformas integrales a la vez, que en ocasiones podían incluso solaparse con la obra de los bajos de un edificio cercano, ahora habitados por turistas. “No hay más que salir a la calle para verlo, vayas donde vayas todo está lleno de andamios, grúas, contenedores de obra. La ciudad ha entrado en una vorágine tan loca de trasformación que su demanda ya está superando la capacidad de abastecerla, porque no hay suficientes recursos ni operarios”, subraya el arquitecto Eduardo Mediero. “Muchos de los indicadores del 2008 se están dando de nuevo en este bum inmobiliario”, añade.
Mediero (Madrid, 30 años) volvió a su ciudad en 2020 tras dar clases de arquitectura en la Universidad de Míchigan. Aprovechó el parón de la pandemia para valorar la dirección a la que debía encaminarse Hanghar, el estudio que dirige junto a dos compañeros más de su quinta. Todos pertenecen a una generación de arquitectos que entró y salió de la facultad con la recesión a cuestas, con la que han tenido que convivir más de lo que a priori se creía. Pocos esperan ya que su sector recupere el esplendor megalómano de antes. Y en este estudio, casi hasta prefieren que eso ni ocurra.
“Somos muy conscientes de por qué se llegó a aquella situación, por eso evitamos contribuir a que vuelva. De hecho, los proyectos que recibimos y que suenan a dar el pelotazo, o que entienden la arquitectura como un medio especulativo, directamente ni los consideramos”, señala Mediero. En Hanghar se han acostumbrado a ir tirando con lo que haya, lo cual acostumbra a ser un presupuesto ajustadísimo que obliga a economizar en medios y a reducir el número de soluciones constructivas a unas pocas. Parece un hándicap, y lo es, pero ellos lo ven como un reto de diseño.
Su casa Ronda, la vivienda más barata que han reformado hasta la fecha y por la que ganaron el premio 2021 del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid en la categoría emergente, la reconstruyeron al completo utilizando solo ladrillo local y una capa de yeso en las paredes, igual que en los techos. “En vez de tener a una persona limpiándolos y allanándolos durante días, con el coste que eso supone, proyectamos el yeso en el techo con una pistola y lo dejamos tal cual”, explica su autor, que rechazó el pladur y llevó el reduccionismo también al suelo –es continúo, no lleva juntas– y a la cocina, en la que se incluye un fregadero, la isla, una encimera con un extractor industrial y dos flexos: los electrodomésticos necesarios, los únicos que figuran, se escondieron adrede para que no quedaran vistos.
Tampoco hay dormitorio de matrimonio, ni siquiera pasillo: la retícula de este piso de 85 metros cuadrados consiste en una serie de seis cuartos genéricos, de tamaño parecido, comunicados a través de unas grandes aperturas centrales. Es decir, que puede ser una casa de un solo dormitorio con una zona pública enorme, o de dos habitaciones con una estancia común más pequeña. O una casa de tres habitaciones. “La idea es que quienes fueran a vivir allí pudieran ocupar el piso como quisieran, no como nosotros les dijésemos”, aclara el arquitecto.
Pero, ¿existe gente que esté dispuesta a vivir en un sitio así? Al parecer la hay, una pareja de 75 años que acabó mudándose tras enamorarse del piso, cuya estructura puede resultar extraña porque, en realidad, se aleja del tipo de vivienda a la que se enfoca el mercado, la más lucrativa. “La típica que te está diciendo a gritos que está hecha para una familia nuclear y, seguramente, también heterosexual”, considera Mediero. Por lo demás, según él, la casa no tiene nada de nuevo. “No estamos inventando la pólvora. El típico pasillo descomunal que comunica las habitaciones, muy propio de una arquitectura superutilitaria, se introduce en España a partir de los años cuarenta, hasta entonces las casas eran eso, una retícula de cuartos concadenados sin distribuidor que uno ya veía cómo tenía que habitarlos según sus circunstancias”.
El mismo patrón sigue la casa Lara de 65 metros cuadrados que Hanghar ha resuelto hace poco, y el pabellón Tipos de Espacios, el que presentaron junto al estudio mexicano Palma en la edición 2021 del festival de arquitectura Concéntrico de Logroño. El proyecto era muy similar a sus pisos, solo que para levantar las paredes aquí utilizaron exclusivamente bloques de termoarcilla y un callejón de la ciudad, estrechísimo pero con mucho tráfico diario. Lo coparon como en los viejos tiempos –el paso se encontraba en el interior de la antigua tabacalera, junto a su chimenea–, y bloque a bloque plantearon una retícula repleta de habitaciones que, de acuerdo a sus formas geométricas, cada una daba lugar a una condición espacial u otra.
Una semana tardaron en montar el tinglado, mucho más de lo que habían calculado al principio. Mediero lo recuerda: “Luego llegaron al festival unos [arquitectos] italianos que me encantan, inflaron un globo y en 15 minutos habían terminado su instalación. Mientras, ahí estábamos nosotros, cargando bloques con una carretilla. Es lo que tiene la inexperiencia, supongo”. Nadie nace sabiendo, aunque Hanghar como tal sí nació el 1 de enero de 2021 teniendo claro que no sería como esos despachos de arquitectura que cada vez crecen más y más. Es otra de las vorágines que a su director no le interesan, y para evitarla desde el primer día fijó una fecha de caducidad de 10 años: “El 31 de diciembre de 2030 el estudio morirá. Dentro de una década será otra cosa, tendrá otro nombre, otra estructura, nuevas ambiciones. Porque hay que aceptarlo, cuando llegue esa fecha nosotros tampoco seremos los mismos”.