“Construir un imposible”: la iglesia granadina costeada con los ahorros de sus fieles

La arquitecta Elisa Valero firma la parroquia del Espíritu Santo con un diseño minimalista de aires industriales y un juego óptico que transforma la luz solar en una trama multicolor que se proyecta en las paredes blancas

La cubierta de la iglesia tiene siete dientes de sierra, inspirados en los siete dones del Espíritu Santo.Fernando Alda

Espacio y luz. Son las dos palabras que resumen el edificio de la parroquia del Espíritu Santo, en el barrio de Almanjáyar (Granada), ejemplo de cómo abordar la arquitectura religiosa desde el lenguaje contemporáneo. De aires industriales y minimalistas, está construida a base de bloques prefabricados de hormigón para olvidarse de todo lo que no sea esencial. El aspecto más singular de este edificio son sus siete lucernarios a modo de vidrieras en la cubierta, por los que s...

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Espacio y luz. Son las dos palabras que resumen el edificio de la parroquia del Espíritu Santo, en el barrio de Almanjáyar (Granada), ejemplo de cómo abordar la arquitectura religiosa desde el lenguaje contemporáneo. De aires industriales y minimalistas, está construida a base de bloques prefabricados de hormigón para olvidarse de todo lo que no sea esencial. El aspecto más singular de este edificio son sus siete lucernarios a modo de vidrieras en la cubierta, por los que se cuela una lluvia de luces que colorean el interior. Hasta disfrutarla, sus fieles –que financian la obra– han tenido que tirar de paciencia: desde que se ideó hasta que se inauguró a finales de 2023 pasaron 16 años. “Construir un imposible nos ha llevado mucho tiempo” señala la arquitecta que la firma, Elisa Valero, también catedrática de la Universidad de Granada. “La espera ha merecido la pena. Se ha convertido en el punto de referencia de la barriada, es sede de mucha actividad social y ha generado identidad”, añade el párroco Juan Jesús Gea.

El aspecto exterior del templo es sobrio, industrial: está construido a base de láminas de hormigón prefabricado.Fernando Alda

La historia de esta iglesia arranca en 2007. Los feligreses tenían entonces su parroquia distribuida en cinco bajos comerciales alquilados. En uno de ellos se celebraban las misas. Había un retablo construido a base de telas, un sencillo altar y una pequeña pila bautismal. Sillas de sala de espera sanitaria ejercían de bancos. En la comunidad había una persona del equipo del estudio de la arquitecta Elisa Valero, que decidió presentar proyecto. La idea inicial quedó en nada, pero todo aquel movimiento hizo que el arzobispado de Granada asumiera la iniciativa. Lanzó un concurso público. Y lo hizo con limitaciones presupuestarias: millón y medio de euros, IVA incluido.

Valero se adaptó y ganó con una propuesta que convenció por su diseño y su valores. La arquitecta dibujó un edificio sobrio con siete picos inspirados en las siete cumbres de los montes Alayos, representativa cadena montañosa de Sierra Nevada, ubicada frente a la capital granadina. Desde el interior, esos dientes se convertían en siete lucernarios a modo de los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Para adaptarse a las circunstancias económicas, pero también por cuestiones éticas (“no es el lugar para otro tipo de materiales”) la construcción se ideó de la forma más barata: a partir de piezas de hormigón armado prefabricado, como las naves industriales. El suelo se inclina hacia el altar. Valero siempre defendió construir a lo grande. Por un lado, por la gran masa social que sostiene a esta iglesia. Por otro, porque se ubica junto a una de las avenidas más amplias de Granada, la de Joaquín Eguaras. “Ahí no podíamos hacer algo pequeño y ridículo”, destaca.

La capacidad de la iglesia es de unas 350 personas, aforo que se completa en misa de 12 cada domingo.

Una espera de 16 años

La primera piedra no se colocó hasta 2015. Y la inauguración tuvo lugar el 2 de septiembre de 2023, en una jornada donde el vecindario llenó el templo. Más allá del apoyo del Arzobispado de Granada, ha sido la propia comunidad la que ha impulsado la financiación. Muchos vecinos aún pagan diez euros mensuales para echar una mano. Y otros han realizado donaciones puntuales. “Lo hemos conseguido gracias a los ahorros de mucha gente. Ha habido numerosas anécdotas. Recuerdo que una señora mayor llegó con un sobre con mil euros. Dijo que era lo que iban a gastar en pintar la casa, pero que habían decidido no hacerlo y, en cambio, quisieron que fuese una aportación para la nueva iglesia”, destaca Valero.

“Aún hay muchos fieles que siguen pagando su cuota. Son más de 7.000 euros de crédito lo que hay que seguir pagando al mes”, recuerda el párroco Juan Jesús Gea, quien celebra las paellas y otras muchas actividades que la comunidad organiza para conseguir la financiación. Más allá, el cura dice estar sorprendido por la recepción que ha tenido la nueva iglesia en el barrio. “Veníamos de un sitio pequeño, donde todo era más cercano. Pensábamos que ese sentido familiar se iba a perder, pero ha sido al contrario: ha llegado mucha gente nueva, hay numerosas actividades, actividades de voluntariado. Es el centro de la actividad social”, insiste Gea, que destaca que el templo –con capacidad para unas 350 personas sentadas– se llena cada domingo en misa de doce.

El espacio principal es una enorme sala diáfana donde se celebra la actividad religiosa. Es de aspecto minimalista. Carece de retablo y todas las imágenes, como la del Inmaculado Corazón de María o el Jesucristo crucificado, proceden del antiguo bajo donde se reunían hasta hace poco. El mobiliario litúrgico –como la pila bautismal– está construido a base de hormigón blanco, también prefabricado. Algunas cruces y los bancos de madera aportan un toque orgánico. “Es un diseño holístico donde todo se integra”, cuenta Valero, que para adaptarse a las limitaciones presupuestarias eliminó materiales absorbentes acústicos y los sustituyó por formas constructivas que consiguen cortar la reverberación. Además, por ejemplo, las rejillas de ventilación ejercen de via crucis. Y viceversa. “Hemos conseguido hacer la obra más simple: eliminar sin que falte nada. La idea básica en todo este tiempo ha sido renunciar a todo, menos a la excelencia”, subraya.

El interior del templo es austero y minimalista: la madera de cruces y bancos es el toque orgánico.Fernando Alda

Lluvia de luz

Uno de los aspectos que destaca en la parroquia del Espíritu Santo es el juego de luces generado por las vidrieras de la cubierta, realizado en colaboración con el estudio Arkilum, dirigido por Ignacio Valero. De una manera que recuerda a los huecos de luz de las iglesias de ladrillo de Miguel Fisac, los cristales iluminan el interior gracias a una lluvia de colores que inunda las paredes blancas. Para conseguirlo han utilizado vidrio dicroico Narima, que refleja algunos colores y deja pasar otros según la radiación solar y, por tanto, evoluciona a lo largo del día. “Sabíamos que iba a ser muy caro, pero quisimos pedir presupuesto por si acaso”, recuerda la arquitecta. La respuesta de la empresa sorprendió: habían dejado de fabricarlo. Arrancó entonces una negociación y finalmente la compañía se comprometió a que si les terminaban sobrando algunas, se las ofrecerían a precio rebajado. Así lo hicieron y el vidrio acabó en Granada.

“Conseguirlo fue otro milagro”, añade Elisa Valero, que explica que el material tenía distintos colores, formas e incluso espesores. Con todas las piezas ideó siete composiciones para los siete lucernarios. Solo se activan cuando la luz impacta de manera directa. El resultado es tan llamativo que el proyecto ha conseguido una Mención de Honor en la V Bienal de Iluminación Iberoamericana de este 2024. “Es una luz que envuelve al espacio y lo transforma. No la puedes poseer y siempre hay que percibirla como un regalo. Simboliza lo inmaterial, pero también a Dios como luz del mundo”, señala la arquitecta, quien afirma que levantar una iglesia en pleno siglo XXI es “un reto enorme” porque supone “plantear cómo la arquitectura religiosa de calidad se puede hacer con un lenguaje contemporáneo”. “También es una responsabilidad especial porque es la casa de todos”, subraya. En sus 1.106 metros cuadrados, el conjunto incluye además un campanario, un coro, una sacristía y distintos salones parroquiales, adosados a la parte trasera del templo, donde se realiza la actividad social.

La de Almanjáyar no la primera iglesia de Valero. En 2016 ya construyó la de Santa Josefina Bakhita en Playa Granada, en Motril. También ha restaurado la Basílica de la Virgen de las Angustias (2003) y la del Corpus Christi (2019), ambas en Granada. Ahora, cuando ya pensaba que no tendría la oportunidad de construir más templos, ha recibido un encargo muy especial. Es la finalización de la obra de una catedral en Mwanza, en Tanzania, donde también realiza el diseño interior. “Me hace muchísima ilusión”, apunta la arquitecta, que en su trayectoria también ha realizado casas unifamiliares, infraestructuras deportivas, proyectos en hospitales, trabajos para la Fundación Aladina o colegios. Uno de ellos, el de Maracena, le sirvió para convertirse en la primera mujer en ganar el Swiss Architectural Award. También realiza promociones de viviendas sociales, como las de los municipios malagueños de Cuevas del Becerro y Alameda. “Hacemos muchas cosas, siempre con fuerte componente social, pero nuestro trabajo principal es la investigación: cómo construir casas con bajo coste y la mínima energía. Hay que cambiar los sistemas de construcción porque si no lo hacemos el planeta se irá al garete. Por eso también investigamos desarrollos que permitan disminuir la huella de carbono del hormigón, entre otros temas experimentales”, concluye.

El vidrio de la cubierta colorea las paredes blancas del interior al reflejar la radiación solar.Fernando Alda

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