Lucas Muñoz Muñoz, el diseñador que quiere rastrear (y recuperar) los residuos del centro de Madrid
Este madrileño formado en Eindhoven vivió en una casa abandonada, descubrió las posibilidades de aquello que los demás tiraban y lo convierte en lámparas, sillas o todo un restaurante. Hoy, es uno de los diseñadores más brillantes e innovadores de nuestro país
En la nave La Mosca (Madrid) retumba el dub. El soundystem del que sale es un invento de Lucas Muñoz Muñoz (Madrid, 39 años). Lo perfeccionó durante la pandemia, confinado en su estudio del barrio de Tetuán, con los restos de una rampa de skate con canales de sonido laterales que emitían el rodar de un patinador fantasma. Hoy está desembalando cajas para una exposición ultraefímera de todo lo aterrizado en su ciudad natal tras cerrar el estudio que ha mantenido los últimos siete...
En la nave La Mosca (Madrid) retumba el dub. El soundystem del que sale es un invento de Lucas Muñoz Muñoz (Madrid, 39 años). Lo perfeccionó durante la pandemia, confinado en su estudio del barrio de Tetuán, con los restos de una rampa de skate con canales de sonido laterales que emitían el rodar de un patinador fantasma. Hoy está desembalando cajas para una exposición ultraefímera de todo lo aterrizado en su ciudad natal tras cerrar el estudio que ha mantenido los últimos siete años en Eindhoven (Países Bajos). Por el espacio bailan algunos objetos que han hecho de este diseñador más conceptual que industrial uno de los creadores españoles más personales. “La exploración con cajas de resonancia la empecé con una bolsa de látex, seguí con el cuerpo disecado de una cabra y, después, construyendo un meteorito de cemento. Comprobar que algo hecho con tus manos funciona es un subidón”.
Su primer éxito, la lámpara Volivik (2006), realizada a mano con bolis Bic imitando lámparas de araña, encapsulaba su filosofía: otorgar nueva vida a materiales recuperados e invitarnos a pensar cómo cambia su valor según su uso. “Alguien lo llamó ‘una idea feliz’. Entonces no se hablaba del upcycling [o reutilización]. Tuvo tan buena acogida que dejé de estudiar. En los siete años que estuve con el estudio enPieza! cubríamos gastos, pero seguía trabajando de camarero, de DJ, de monitor de campamento, vivía en casa de mi madre…”. Voló a Holanda a hacer un máster y se quedó.
Acabaría instalado en una casa abandonada. “Desayunaba, comía y cenaba en un espacio que alquilé en una nave industrial compartida cercana. Me mantenía con tres o cuatro talleres al año que impartía en el IED o en la Design Academy de Eindhoven. Si tienes un gasto de 150 euros al mes puedes ser muy experimental. Lo de trabajar con materiales recuperados salió así: lo que encontraba, lo usaba”. Así nacieron piezas de radical belleza, como su serie de muebles tubulares, hechos con los tubos de ventilación que estaban desmontando frente a su estudio, de una lámpara a una espectacular estantería. O los sillones de gomaespuma y estructuras metálicas. “La idea siempre es la misma: con lo más básico se puede crear”.
La galería Machado-Muñoz le impulsó a ir más allá. Primero con una exposición de lo que él llama “objetos de conversación”, donde cada mueble infiltraba en el entorno doméstico datos sobre el consumo en España: una mesa hecha con un tablero de 59,55 kilos de asfalto, lo que se produce por segundo, o nuestra huella hídrica de 150 litros consumidos de media por ciudadano al día traducidos en el tubo de una preciosa estantería. Después le propusieron para Mo de Movimiento, su proyecto más ambicioso hasta la fecha: un restaurante madrileño construido con los materiales de derribo del propio edificio. Prácticas similares son las que ha aplicado a la cafetería de La Casa Encendida, centro cultural también en Madrid, que han remodelado recientemente.
Confiesa que empezó a vivir de lo suyo hace dos años, cuando le entró el último cobro de Mo. A partir de lo aprendido, está desarrollando el proyecto M-15, un sistema para mapear todos los residuos innecesarios en 15 kilómetros alrededor del centro de Madrid. “Puede ser un material utilizado cuatro horas en un desfile, cuatro días en un evento o tres meses en una exposición. Todo eso se tira. Si se sabe qué materiales van a estar disponibles, se pueden implementar en nuevas ferias, espacios o eventos. Creemos en que un sistema circular de diseño y reutilización de mobiliario para espacios comerciales es posible”.
Cada objeto tendrá su propio pasaporte. “Y eso es lo más bonito. Imagínate una estantería que por su desgaste ha acabado convertida, no sé, en jarrón. Tú vas a tener un aprecio a ese jarrón por toda la historia que tiene detrás. Lo más sostenible para un material es que un ser humano le tenga cariño. Entonces lo vas a querer conservar de por vida. Es como lo que decían de los muebles de IKEA, que el secreto de su éxito es que la última gota de sudor se la pones tú”.
En sus próximos retos explora nuevos territorios: una colección editorial titulada MicroLSD (Micro Libros Sobre Diseño), con conversaciones con gente (no solo) del sector; completar un documental sobre el distinto uso que se hace de los cohetes en el mundo; lámparas para LZF Lamps; mobiliario para las tiendas de zapatillas On Running o su nuevo caballo de Troya: introducir su inconfundible lenguaje en el reacondicionamiento del Ateneo de Madrid.