La verdad sobre el sanatorio militar abandonado de Los Molinos: ‘ouijas’, ruinas y nostalgia
El inmueble, inaugurado en 1949 para tratar a los marineros aquejados de tuberculosis, cerró en 2002. Pero las leyendas sobre fenómenos paranormales lo han convertido en un destino para intrusos y curiosos
Apenas 1.200 habitantes estaban censados en el pueblo de Los Molinos (Madrid) cuando, en la primavera de 1949, el Sanatorio de Marina abrió sus puertas para alojar a los militares enfermos de tuberculosis, en un enclave ideal para tratamientos de tipo neumológico gracias al aire puro de la sierra de Guadarrama. Era una época en la que el municipio iba a experimentar un notable crecimiento, con una intensificación de los veraneantes y la apertura de lugares de ocio como un casino, varias salas de fiesta o un cine de verano. ...
Apenas 1.200 habitantes estaban censados en el pueblo de Los Molinos (Madrid) cuando, en la primavera de 1949, el Sanatorio de Marina abrió sus puertas para alojar a los militares enfermos de tuberculosis, en un enclave ideal para tratamientos de tipo neumológico gracias al aire puro de la sierra de Guadarrama. Era una época en la que el municipio iba a experimentar un notable crecimiento, con una intensificación de los veraneantes y la apertura de lugares de ocio como un casino, varias salas de fiesta o un cine de verano. Los Molinos, que lleva ya más de una década por encima de los 4.000 habitantes (sin contar a los miles de residentes estacionales que acuden por el buen clima veraniego), recibió por aquel entonces a gente de los lugares más remotos de España, con pacientes procedentes de las bases navales y también marineros de reemplazo.
En 2002 fue clausurado por Defensa al considerar que sus dimensiones eran excesivas para el volumen de actividad que tenía en ese momento. Este año el edificio, deteriorado, saqueado y vandalizado, cumple dos décadas de abandono. El terreno, que abarca más de 94.000 metros cuadrados, ha sido puesto en venta, pero el Ministerio no encontró ningún comprador en sus diferentes subastas, con una primera puja de 8,6 millones de euros y otras sucesivamente rebajadas. “No han encontrado [en este tiempo] el momento propicio ni un comprador dispuesto a adquirirlo al precio que estiman”, confirma a ICON Design Antonio Coello, alcalde de Los Molinos por el Partido Popular. “Son dos fincas, ambas en venta. Una no tiene ninguna construcción y en la otra está el complejo, que además del edificio principal tiene otros edificios anexos. Están todos en situación de claro abandono y prácticamente ruina”.
Aunque el edificio no cuenta con ningún estatus especial de valor histórico que lo proteja de una eventual demolición si el comprador así lo decidiese, Coello asegura que “estructuralmente es robusto y no hay riesgo de derrumbe, así que no es un tema que esté ahora mismo debatiéndose. Pero si continúa deteriorándose no quedará otra salvación, claro”. El alcalde, sin embargo, subraya que el antiguo sanatorio sí tiene un “valor sentimental” para el pueblo.
Proyectado por Pedro Muguruza, considerado arquitecto de cabecera del régimen de Franco y responsable del diseño de obras como la del Valle de los Caídos o el Palacio de la Prensa de Madrid, el Sanatorio de Marina presentaba un aspecto exterior similar al de un gran hotel o un lujoso lugar de retiro, tradicional, clásico y monumental. Junto a la residencia para mujeres que se habilitó en 1954, llegó a tener hasta 202 camas. En ellas se cuidaba a personal con derecho a hospitalización de los ejércitos de Tierra, Armada y Aire, con quirófano, sala de curas e incluso otra para cirugías que se creó en los últimos años de existencia del hospital. Asimismo, cuando la amenaza de la tuberculosis se redujo, el sanatorio se especializó en general en dolencias del ámbito respiratorio.
En el blog Esperando el Tren, que el propio Ayuntamiento de Los Molinos enlaza desde su web, antiguos residentes y trabajadores del centro escribieron sobre el tiempo que pasaron allí o las grandes amistades que extrajeron derivadas de las largas estancias y las convivencias. Además de mucho material de archivo con imágenes del sanatorio en activo o de marineros bailando con cocineras en un ambiente festivo, en sus testimonios, repletos de cariño y nostalgia, se detallan desde las noches en las que disfrutaban de proyecciones de películas hasta sus ensayos con el coro de la capilla.
Todo lo contrario al ambiente taciturno y oscuro que podría esperarse de un hospital para tuberculosos, tal y como se les retrataba en la literatura romántica del siglo XIX. Uno de los antiguos internos, que firma como José Luis López, se refiere al conjunto de “médicos, enfermeras, cuidadores, monjas o marineros” que formaba el sanatorio como “una verdadera familia que acogía sin dudar en Navidad a aquellos pacientes que no podían volver a casa por su estado de salud o a los marineros que no podían costearse los viajes”. Hay también un grupo en Facebook, Personas que pasaron por el Sanatorio de Marina en Los Molinos (Madrid), con más de 400 miembros, donde multitud de viejos conocidos se han podido reencontrar.
Todos ellos comparten su consternación por el abandono y estado de semirruina del edificio. En este tiempo, hubo una recalificación para construir viviendas de promoción privada y precio libre en el terreno, mediante un acuerdo entre el Ayuntamiento y el Ministerio de Defensa, pero según el actual alcalde, “el plan acabó siendo tirado por una denuncia de Ecologistas en Acción”, al situarse en un entorno de monte mixto con potencial impacto medioambiental. Cuando se anunció el cierre, hubo manifestaciones que pidieron la integración de las instalaciones en la red de la sanidad pública, como solicitaba también Izquierda Unida.
En las subastas se ha ofrecido la posibilidad de edificar chalés y cuatro bloques de apartamentos. Los terrenos cuentan con 23.000 metros cuadrados de espacios libres, zonas verdes y un parque municipal. La única utilidad que se le está dando actualmente corresponde a “una parte cedida que se está empleando como base para el servicio de obras”, añade Antonio Coello.
Psicofonías y sensacionalismo
Aunque la entrada está prohibida bajo amenaza de denuncia, el antiguo Sanatorio de Marina es un imán para curiosos y amantes de la exploración urbana. ¿El motivo? La fastuosidad de sus enormes instalaciones, el morbo que, para algunos, representa entrar en lugares como el depósito de cadáveres o, particularmente, la extensa rumorología de experiencias paranormales que algunos de estos visitantes han difundido. “Hay gente que quiere ir a grabar psicofonías. Sabemos que hay también quienes realizan ouijas. Es un tema difícil de atajar”, reconoce el alcalde, que afirma que todas las semanas el Ayuntamiento tiene que coser de nuevo las alambradas y colocar nuevos carteles de advertencia, al no disponer de personal que pueda estar vigilando el edificio las 24 horas ni tampoco tener el control de su seguridad, puesto que no es el titular.
En 2016, el Ayuntamiento de Los Molinos solicitó a Telemadrid, sin éxito, que no se emitiera un episodio del programa Ciudadano Cake donde el personaje televisivo Cake Minuesa entraba en las instalaciones sin autorización con el fin de “analizar el lado misterioso y terrorífico de Madrid”. “La emisión del programa podría provocar o ser causa de que un mayor número de personas trataran de acceder ilegalmente el Sanatorio de Marina, con el peligro que esto conlleva”, esgrimió el consistorio. El programa, sin embargo, se emitió y forma parte del amplio archivo audiovisual que puede encontrarse sobre el paupérrimo estado del interior de las instalaciones, de la que apenas queda el vestigio de las antiguas salas, laboratorios, mesas radiológicas, alguna que otra lámpara de quirófano y, naturalmente, perspectivas privilegiadas desde las que admirar la sierra.
“Hay huecos de ascensor abiertos, una caída puede desembocar en el fallecimiento de una persona”, advierte Gonzalo Coello. “Pero ni de lejos conseguimos que la gente deje de entrar. Es una cuestión del boca a boca entre los chavales, se cuentan que han estado en el edificio, que está en ruinas y mola mucho”.
Más allá de los cazadores de misterios y los animales, nadie tiene planes de sacar partido al antiguo sanatorio en un futuro próximo. Veinte años después de su abrupto cierre, un edificio que contribuyó a dar vida y trabajo en el pueblo de Los Molinos se ha convertido en una envejecida mole que permanece en pie sin actividad, lejos del lustre de antaño y con un aura indigna de los recuerdos que marcaron a muchos de sus antiguos inquilinos.