Drew Barrymore, la niña prodigio que se salvó de ser un juguete roto cumple 50 años con el objetivo de ser la reina de las mañanas
La californiana ha relegado a un segundo plano su carrera como actriz mientras consolida su faceta de presentadora en ‘The Drew Barrymore Show’, un programa de entretenimiento que crece en audiencia, pero que no está exento de críticas
Famosa desde antes de tener uso de razón, la biografía de Drew Barrymore (Culver City, California) es bien conocida, especialmente los detalles escabrosos que salpicaron su vida desde que era una niña. A los ocho años probó el alcohol por primera vez, a los 12 era adicta a la cocaína y a los 13 entró en rehabilitación. La actriz, que este sábado 22 de febrero cumple los 50 años, nunca ha ocultado su pasado, al contrario, ha hablado con sinceridad de su infancia y juventud y de cómo logró esquivar, in extremis, la etiqueta de juguete roto para reconducir su vida y su carrera profesional, ahora más alejada de la interpretación y triunfando con un programa matutino de entrevistas y entretenimiento, The Drew Barrymore Show, de CBS, donde consigue que los invitados compartan las historias más personales gracias a su actitud siempre cercana y empática, algo que para muchos es un don natural de la actriz y, para otros, resulta impostado y roza la vergüenza ajena.
Su lenguaje corporal a la hora de entrevistar a sus invitados ha sido objeto de debate en múltiples ocasiones (y fuente inagotable de memes en redes sociales). La expresividad de la californiana está muchas veces próxima a la mueca y su afán por subrayar esa cercanía le lleva a ejercer un constante contacto físico con los invitados, por mucho que algunos, como Martha Stewart, se muestren incómodos con este comportamiento. Ese halo de bondad que busca transmitir en su programa se puso en entredicho cuando, en septiembre de 2023, Barrymore trató de ignorar la huelga de escritores que tuvo paralizada la industria varios meses para poder estrenar a tiempo su show. Aquel movimiento desató una polémica de dimensiones colosales y Barrymore tuvo que recular, pedir disculpas y asumir que la emisión se retrasaría. “Drew Barrymore no debe estar grabando mientras sus escritores están en huelga luchando por un acuerdo justo. Cualquier tipo de escritura en este programa es una violación al reglamento de huelga”, sentenció la asociación Writers of Guild America (WGA) a la que pertenecían los guionistas del programa.
Una vez resuelto el conflicto todo volvió a la normalidad y su programa siguió acaparando titulares de manera recurrente. A veces para bien, como cuando enterneció a todos hablando con Pamela Anderson sobre la crianza de sus hijos. Y otras para mal, con la charla con Kamala Harris como uno de los grandes ejemplos. Sucedió hace menos de un año durante una entrevista a la entonces vicepresidenta de Estados Unidos. Durante la emisión, Harris explicó que sus hijastras se referían a ella como Momala, un juego de palabras entre su nombre y la palabra mamá (mom, en inglés). En un momento dado, Barrymore dijo a la vicepresidenta que el país necesitaba que ella fuera su Momala, un comentario aplaudido por el público allí presente, pero que desató una oleada de críticas. Hasta The New York Times se pronunció al respecto en un artículo de opinión lapidario titulado Kamala Harris no es la ‘Momala’ de los estadounidenses. Es nuestra vicepresidenta. A pesar de todo, su público no para de crecer y los últimos datos reflejan un incremento del 17% de audiencia, según recoge el portal especializado Deadline, con datos de Nielsen.
Una niña en un mundo de adultos
Hay actrices que, por muchas películas que estrenen, siempre serán recordadas por un título concreto, da igual los años que pasen. En el caso de Barrymore, su clásico inolvidable es E.T, El extraterrestre, dirigida por Steven Spielberg (padrino de la actriz) y estrenada en 1982. Ella apenas tenía seis años cuando comenzó el rodaje y, con la inocencia propia de alguien de su edad, creía que aquel extraterrestre era real, una ilusión que el director se aseguró de mantener todo el filme. “Es la única figura paterna que he tenido nunca”, dijo de él la actriz en un perfil publicado en Vulture en abril de 2023. Su padre, el actor John Drew Barrymore, era alcohólico y violento y nunca mantuvo relación estrecha con su hija. Recordemos que ella forma parte de lo que se conoce como la realeza hollywoodiense, con un árbol genealógico repleto de actores que se remonta más de un siglo atrás. Todos sus bisabuelos paternos fueron intérpretes, igual que sus abuelos John Barrymore y su abuela Dolores Costello, estrella del cine mudo. Su padre debutó a los 17 años y tuvo un éxito más moderado, pero siguió dando fama a una estirpe que sigue viva.
De adulta, Barrymore cambió algo la percepción que tenía de su padre —“comprendí lo incapacitado que estaba como ser humano”, confesó una vez—, cuando enfermó le pagó su tratamiento médico y al morir repartió sus cenizas por el parque nacional de Joshua Tree. Su madre, Jaid Barrymore, tampoco estuvo a la altura y la relación con su hija careció de vínculo maternal. Tal y como recuerda de ella, quien también fue su manager, la trataba más como a una amiga o una clienta. No le ponía límites y eso, todavía más cuando eres una estrella infantil, es una bomba de relojería que en el momento de explotar destroza todo a su paso. En su biografía súperventas publicada en 1990, Little Girl Lost, la intérprete relató cómo durante toda su infancia vivió en un ambiente adulto, sin amigos de su edad ni tiempo en la escuela. Hay imágenes de Barrymore a los 10 años sosteniendo un paquete de tabaco en una fiesta. En sus memorias aseguró que solo tenía ocho años cuando probó su primera copa de champán, en el estreno de la película Ojos de fuego (1984), basada en el libro homónimo de Stephen King. Un año después, tomó su primera cerveza en la fiesta del 20º cumpleaños del actor Rob Lowe y a los 12 coqueteó con la cocaína por primera vez. A los 13, su madre la obligó a ir a rehabilitación y a lo largo de un año y medio tuvo varias entradas y salidas. La primera vez solo estuvo 12 días, pues su madre la sacó del centro para rodar En la encrucijada (1989), y más tarde hizo lo mismo para grabar Amores compartidos (1989), cinta donde comparte pantalla con Jeff Bridges, Farrah Fawcett y un desconocido Macaulay Culkin. “Realmente tenía miedo de morir a los 25″, se sinceró en una entrevista en2015 con The Guardian sobre esa adolescencia de oscuridad y soledad.
Cuando salió del centro, y una vez lograda la emancipación de su madre (lo consiguió cuando solo tenía 14 años), pasó un tiempo viviendo con el músico David Crosby, a quien conoció en rehabilitación. Él y su mujer se hicieron cargo de la actriz, todavía adolescente: “La llevábamos al colegio por las mañanas e intentamos ser una buena influencia. Nos preocupamos y fuimos amorosos y nos sentó muy bien hacerlo”, comentó el conocido guitarrista hace años.
Reina de las comedias románticas y productora
La precocidad de Barrymore atravesó muchos aspectos de su vida, también en lo que respecta a su visión empresarial. A los 19 años fundó su propia productora, Flower Films, con su amiga Nancy Juvonen, quien la animó a adentrarse en el terreno de las comedias románticas. Durante los noventa, tocó géneros de todo tipo y encadenó proyecto tras proyecto con papeles en Batman Forever (1995), Scream (Wes Craven, 1996) o Todos dicen I Love You, (1996). Fue en 1999 cuando logró su primer gran éxito en mucho tiempo con Nunca me han besado, su aterrizaje oficial en el mundo de las rom-coms y la primera película con su productora. Un año después, llegó el fenómeno de Los Ángeles de Charlie, una película que le sirvió para trabajar por primera vez con su amiga Cameron Diaz y Lucy Liu. En esos primeros años de los 2000 siguió sumando títulos pastelosos a su filmografía con cintas como 50 primeras citas, junto a Adam Sandler (con quien trabajó también en El chico ideal y en Juntos y revueltos); Amor en juego, coprotagonizada con Jimmy Fallon; o Tú la letra y yo la música, con Hugh Grant, todos ellos títulos olvidables con mejor respuesta de público que de crítica. En 2009, pudo resarcirse y recibió grandes elogios por su papel de Edith Bouvier Beale en Grey Gardens, una película de HBO inspirada en el famoso documental de mismo nombre sobre Edith Bouvier Beale y Edith Ewing Bouvier Beale (a quien dio vida Jessica Lange), las excéntricas familiares de Jackie Kennedy que vivían en una mansión en decadencia. Aquel trabajo le valió su primer Globo de Oro a mejor actriz, el único hasta la fecha, y demostró al mundo su valía más allá de las comedias. “El director no me quería en la película. Decía: ‘Por favor, ella no, la chica de las rom-coms no’. Y yo pensaba: ‘Puedo hacerlo. ¡Puedo hacerlo!”. Y vaya si lo hizo.
Su carrera profesional —a la que en 2013 sumó su faceta como dueña de una marca de maquillaje de precios asequibles, Flower Beauty— vivió un punto de inflexión en septiembre de 2020, cuando arrancó su programa y se inició su etapa de presentadora. El show le ayudó a recuperarse de su divorcio, uno de los peores momentos de su vida. La actriz, que estuvo casada en dos ocasiones (una de 1994 a 1995 con Jeremy Thomas y otra con Tom Green de 2001 a 2002), encontró el amor en 2011 con Will Kopelman, un consultor de arte que acabaría siendo el padre de sus dos hijas, nacidas en 2012 y 2014. La pareja se casó en enero de 2012 en Montecito (California), pero terminó por separarse en 2016. Si bien logró que la prensa no se hiciera eco de los detalles del divorcio, ella misma ha relatado que la ruptura le afectó tanto que volvió a beber durante una temporada. Este tiempo sola le ha servido para replantearse su vida: “Era una yonki del amor. Casi nunca he estado soltera”, confesó en Vulture. Tras hacer alguna incursión en Raya, el Tinder de los famosos, no ha vuelto a tener pareja desde su separación. Es más, es una de las celebridades que en los últimos tiempos ha expresado que el sexo no forma parte de su vida: “No soy una persona que necesite sexo. Estoy comprometida al cien por cien con trabajar en la forma en la que se supone que mis hijas y yo misma, como mujeres, debemos funcionar en este mundo”.
Cinco años después del estreno de su programa, y a pesar de las bromas y mofas que a veces despierta su comportamiento, The Drew Barrymore show funciona mejor que nunca. Tanto que la actriz no tiene planes de ponerse frente a las cámaras para actuar. Sí le pica el gusanillo de dirigir. Barrymore lleva más de dos décadas tratando de sacar adelante una precuela de El Mago de Oz llamada Surrender Dorothy. “Es la historia que llevo intentando hacer, no bromeo, 28 años. Cuando fundamos Flower Films, fue uno de los primeros guiones de los que me enamoré y lo desarrollamos”, desveló a US Weekly hace unos meses. De lograrlo, sería la enésima reinvención de Drew Barrymore.