Lucía Jiménez, actriz: “Con la maternidad pasas a un segundo plano y está bien, porque vivimos mirándonos el ombligo”
Después de casi tres décadas dedicadas a la interpretación en series como ‘Al salir de clase’ y películas como ‘La buena vida’, está nominada a su segundo Goya por el corto ‘El trono’, que ha dirigido y escrito. “Llegar hasta aquí no ha sido fruto de la casualidad. Es un cúmulo de muchas cosas y de mucho esfuerzo”, reconoce
Tic, tac... La cuenta atrás para la 39ª edición de los premios Goya está llegando a su fin. El próximo 8 de febrero, Granada será el escenario de la gran noche del cine español, reuniendo en el Palacio de Congresos y Exposiciones a los rostros más populares de la industria y aquellos que debutan en esta gala. Conforme la fecha se acerca, los nervios de los nominados aumentan y las expectativas por hacerse con un cabezón oscilan como si de una montaña rusa se tratase. Eso es lo que le ocurre a la actriz Lucía Jiménez (Segovia, 46 años), nominada a mejor cortometraje de ficción con El trono, su primera incursión como directora y guionista. “Me encuentro muy bien, motivada y contenta de haber llegado hasta aquí en una nominación con este primer corto. No quiero tener muchas expectativas. El premio ya es estar aquí y que los académicos hayan valorado el trabajo”, reconoce en una entrevista con EL PAÍS.
“Lo siento. El tráfico”, se disculpa la intérprete por llegar con un poco de retraso. La cita tiene lugar en una de las sedes de DAMA (Derechos de Autor de Medios Audiovisuales), donde dice acudir con frecuencia para trabajar en sus nuevos proyectos e ideas. En el último año, El trono, disponible en Movistar+, ha recibido más de 30 premios en los más de 80 festivales en los que se ha presentado. Ganar el Goya sería el broche final perfecto a este recorrido que tantas alegrías le ha regalado a Jiménez y que “no esperaba”.
A pesar de ser su debut en dirección y guion, ella no es ninguna extraña en el sector. Le avalan casi tres décadas como actriz en conocidas películas como La buena vida (1996), aunque como tantos otros jóvenes actores españoles saltó a la fama gracias a la serie Al salir de clase. “Tenía muchas ganas de contar historias y de ponerme al otro lado. Siempre me ha gustado escribir, de pequeña ya lo hacía con canciones. Estar delante de la cámara está muy bien y me gusta, es algo a lo que me he dedicado todos estos años, pero qué bonito también poder contar historias desde el otro lado y que nazcan de ti. Me parece fascinante”, subraya emocionada sobre su nuevo papel.
Jiménez se inspiró en la experiencia personal de un amigo para crear este cortometraje que habla del “ascenso y caída de un personaje” en tan solo 12 minutos: “Todo esto en la situación más vulnerable que puedes estar: sentado en un retrete sin papel”. Este proyecto es el resultado de una vida dedicada a la industria cinematográfica y sorteando los obstáculos que la vida le ha ido imponiendo. “Llegar hasta aquí no ha sido fruto de la casualidad. Es un cúmulo de muchas cosas y de mucho esfuerzo”, sentencia Jiménez, que reconoce al mismo tiempo que lo suyo es mucho más que una profesión: “Para mí es una pasión. Me encanta mi trabajo y me levanto por las mañanas motivada. No tiene precio”. Pero también destaca la parte negativa: “No me gusta perder un poco la intimidad. La gente lo oye desde fuera y piensan que los actores somos tímidos o que no nos gusta que nos reconozcan, pero es que son cosas muy diferentes”.
Comenzó en el cine siendo todavía una adolescente, pero reconoce que nunca ha sido una persona inocente. “A veces me gustaría serlo un poco porque siempre he sido más madura de lo que me correspondía. Con 17 años me vine a vivir a Madrid y me independicé sola. Empecé a estudiar una carrera y también las grabaciones de Al salir de clase. Ahora lo pienso y quizás no era tan madura, era una niña... Pero siempre he tomado decisiones y tenía las cosas muy claras. Sí que me he dejado guiar bastante por la intuición”, defiende.
Su profesión es una carrera de fondo en la que no puede despistarse para mantenerse en el tren. “Estoy feliz porque me ha ido muy bien, pero también hay momentos en los que uno tiene que tener la cabeza muy bien amueblada porque es una profesión donde a veces hay muchísimo trabajo y otras no. Fluctúa todo el rato y no sabes a qué se debe”. Para ella, lo más difícil de todo es saber encontrar un equilibrio: “Hay veces que están a punto de pasar muchas cosas, pero no hay nada seguro y la gente te pregunta: ‘¿Qué estás haciendo ahora?’. Tú eres periodista y todos saben que tienes un trabajo, pero un actor no siempre lo tiene. Y dices: ‘No estoy haciendo nada’, pero en realidad estás haciendo mucho. Son épocas en las que uno simplemente está esperando a que algo suceda y cuando sucede, de repente, te llegan como cuatro proyectos a la vez. Hay que confiar y no parar. Actor viene de acción”.
A ojos del espectador, la industria cinematográfica puede llegar incluso a parecer un mundo de rosas y expectativas alcanzables, con mucho dinero de por medio. Pero la realidad es otra: “Un trabajo te lleva a otro trabajo. A lo mejor pasan cuatro años desde el último, pero lo importante es dejar huella, ser un buen profesional, buen compañero y no creerte que eres nadie importante. Es una profesión que vive de tendencias y, a lo mejor, hoy estás de moda y mañana no”, sentencia Jiménez. Ella ha ido encadenando proyectos tanto para cine como para televisión (Amar es para siempre) mientras ha sido madre de tres hijos. “Es muchísimo trabajo y esfuerzo. Es un acto de generosidad máximo. Los amo y no cambiaría ni una coma. Hay que pasar por todas las etapas para luego valorar lo que uno tiene. Somos unos privilegiados”, reconoce sobre la maternidad. Nunca ha dejado de trabajar, pero sí que con la maternidad ha ralentizado el ritmo. “Soy la que soy ahora mismo por esos 10 años de crianza”, puntualiza. Lo único que echa de menos de su vida antes de convertirse en madre es tener tiempo: “Es un tópico, pero de verdad... ¡Bendito colegio! A veces llego por la noche y no me ha dado tiempo a hacer nada de lo mío. Vivo la vida como una yincana y voy haciendo pruebas. En el fondo me gusta, lo hago encantada... pero echo de menos la sensación de poder improvisar”. Y continúa: “Cuando tienes hijos puedes improvisar un poquito menos, todo hay que organizarlo”.
“Con la maternidad pasas a un segundo plano, que eso está muy bien porque también vivimos demasiado mirándonos el ombligo todo el rato. Es un segundo plano sano, no significa que desaparezcas. De repente hay alguien que tiene la prioridad sobre ti a la hora de todo. Tú tienes que organizar a esa persona y luego ya organizarte tú, pero es muy bonito”, puntualiza. Jiménez reniega de la palabra “renuncia”, pero sí que reconoce haber tomado la decisión de priorizar. “Me lo he currado mucho para no desaparecer. Tú no puedes desaparecer, sigues siendo tú. No perdamos la cabeza. Al igual que he encontrado el equilibrio en esta profesión, entre las luces y las sombras, en la maternidad hay un punto medio. Es lógico querer estar con tus amigas y que también quieras estar con tus hijos”. Eso sí, el sentimiento de culpabilidad aparece constantemente en su vida, “todo el rato”.
Mientras sus hijos están entrando en la adolescencia, ella continúa con su carrera: el próximo febrero estrena la película El cuento del lobo e iniciará las grabaciones de una nueva serie de la que no puede dar detalles. Su sueño es “ganar el Goya” y está a punto de alcanzarlo. No va a ser una situación nueva para ella, ya estuvo en este mismo punto en 1996, cuando la nominaron en la categoría de actriz revelación por La buena vida. Si no lo consigue, Lucía Jiménez ya se siente una ganadora por todo lo que ha vivido en este tiempo.
—¿Qué le pide a la vida?
— Salud para mi familia. Si tienes todo, pero no tienes salud, no tienes nada.