Olivia Valère y su herencia: un conflicto familiar a punto de terminar
Dos años después del fallecimiento de la empresaria francesa, la familia apuntala un acuerdo para el reparto de bienes que su viudo, Philippe Roger Valère, cree tardará solo “unos meses” en quedar solucionado
Visitó por primera vez la ciudad en 1984 y no tardó ni un año en abrir su primer nocturno en Puerto Banús. La francesa Olivia Valère —nacida en Meknes, Marruecos, en 1946— se convirtió pronto en la reina de la noche de Marbella. Era la época dorada de la jet set y las fiestas por todo lo alto, de las estrellas de Hollywood, del glamur de Alfonso de Hohenlohe, Jaime de Mora y sus ilustres invitados. “Viví los últimos años lindos”, recordaba la empresaria durante una entrevista en 2020, dos años antes de que falleciese debido a un cáncer de estómago. A pesar de haber escrito un testamento con su puño y letra, su muerte inició una pugna familiar por la herencia que hoy sigue viva. Parece, eso sí, más cerca del final. “Creo que en unos meses estará todo solucionado”, asegura a EL PAÍS su viudo, el prestigioso abogado galo Philippe Roger Valère.
Con la misma ilusión con la que ambos abrieron su primer club en Puerto Banús en los años 80 y la discoteca Olivia Valère en 2000, Philippe Valère se muestra entusiasmado con el momento que vive Marbella. “Acaba de empezar la temporada alta de verdad. Son seis semanas muy fuertes y creo que hay más gente que otros veranos. Quizá la diferencia es que tienen menos poder adquisitivo”, señala el también empresario, que apunta la desaparición de los turistas rusos (“los que más gasto hacen”) y el aumento de los llegados de Emiratos Árabes Unidos o Arabía Saudí. “Ahora los más numerosos son ingleses, belgas, franceses y holandeses”, añade, aunque asegura que sus bolsillos son más pequeños. “Aun así llenamos cada noche gracias al espectáculo inspirado en Molin Rouge”, destaca.
Ubicada en el entorno de Nueva Andalucía, la discoteca continúa siendo uno de esos lugares donde dejarse ver en Marbella. El negocio tuvo un bache cuando Olivia Valère enfermó. Su hija, Karen, tomó las riendas y la facturación cayó. El fallecimiento de la pionera francesa fue un punto de inflexión para el negocio y la vida de los Valère dio un vuelco. Los hijos que ella había aportado al matrimonio —Karen, que continúa su trayectoria como decoradora y Arnaud, socio del Naô Pool Club— no aceptaron el testamento de su madre ni el reparto de los bienes y surgió el conflicto, que llegó al juzgado. Tampoco se creyeron el testamento, escrito a mano en 2011, aunque finalmente lo han aceptado por mandato de los tribunales. En éste se recogía que Valère dejaba el usufructo de su apartamento en el distrito XVI de París y su parte de la villa El Chaparral, en la urbanización marbellí de Guadalmina, a su marido, con el que compartió 49 años de matrimonio y a quien también dejaba “los muebles objetos que están en las dos residencias legadas”. El resto de bienes así como el patrimonio —que incluye algún terreno en Santo Domingo y joyas— y las deudas quedaban repartidos en cuatro partes al 25%. Una para el viudo, otra para el hijo que tuvieron en común —Xavier Valère— y las otras dos para para Karen y Arnaud, a los que Roger Valère siempre consideró sus hijos.
El episodio más rocambolesco del conflicto familiar sucedió el año pasado, cuando el letrado viajó a París para una revisión médica. Entonces, denunció, Arnaud aprovechó su ausencia para entrar en la casa familiar y se llevó varios cuadros y un coche deportivo —un Jaguar— que su madre había regalado a su padrastro en los 80. Hace un mes este incidente quedó solucionado. “El coche ha sido devuelto porque el juez dijo que Arnaud podría tener problemas si todo llegaba a los tribunales: un robo es un robo”, asegura Roger Valère. Ambos están en conversaciones también para llegar a un acuerdo sobre las obras de arte, que su hijastro no ha repuesto porque se prevé que sean parte de su herencia. “Espero que el juez me nombre administrador para el reparto”, dice el abogado. “Está ya todo aceptado por nuestra parte, Arnaud y los tribunales, solo falta Karen, que nunca viene a las reuniones: siempre lo hace su abogado”, destaca. “La justicia avanza con mucha lentitud, pero creo que para final de año estará todo solucionado”, insiste.
“Ha vuelto la magia”
Philippe Roger Valère reside cada verano en la vivienda que compartía con su mujer en Guadalmina, una espectacular villa de aires andaluces que la familia adquirió a a un embajador de Suecia. Ahora también pasa allí la temporada estival su hija mayor, Virginia, escultora y fotógrafa que siempre se ha mantenido también al margen del conflicto familiar. Ella participa en la gestión de la discoteca y se encarga de la terraza, más exclusiva para público árabe, entre las que se suelen encontrar miembros de casas reales. La cara más visible, sin embargo, es su hermano Xavier —que también organiza las actuaciones de los DJs internacionales que acuden casi a diario— que el año pasado marcaba sus objetivos: “Como decía mi madre, la meta es tener gente guapa, glamur, energía positiva y que quien venga pase una gran noche”.
“Tras los años con Karen ahora casi hemos conseguido ya recuperar la cifra de negocio del club”, señala su padre, quien posee el 85% de la propiedad de la empresa y que se muestra encantado por la programación de música electrónica y, sobre todo, los espectáculos, diarios y de aires franceses que incluyen cantantes, cómicos, bailarines y distintas disciplinas circenses. “Ha vuelto la magia de los viejos tiempos”, sostiene quien destaca que el negocio va bien. “No da mucho dinero, pero es suficiente para que los niños vivan bien y, además, genera mucho empleo”, concluye contento de que pronto vuelva la tranquilidad.