Cristina Pedroche: “A mi hija le voy a dar todo mi amor, pero no todo mi dinero”
Con motivo del lanzamiento de su primer libro, ‘Gracias al miedo’, un relato íntimo sobre los desafíos enfrentados durante el embarazo y la maternidad, la presentadora denuncia las heridas causadas por la exposición mediática: “A veces pienso que qué pena ser hija de la Pedroche”
Empezó a escribir en la intimidad. Por las noches, mientras su hija de apenas dos semanas dormía sobre su pecho, con la aplicación de notas del móvil. Lo hacía a modo de terapia, en secreto, para intentar calmar las voces que la atormentaban desde que llegó al mundo Laia, en julio de 2023. “Veía que otras madres eran muy felices y yo, sin embargo, no paraba de llorar cada día. Me daba pánico salir de casa, llevarla al pediatra, que alguien la tocara, que los paparazis me siguieran… Mi ginecóloga me sugirió que escribiera esos pensamientos cada vez que los tuviera”. La antigua Cristina Pedroche (Madrid, 35 años) hubiera llevado ese diario improvisado a su cuenta de Instagram, donde la siguen más de tres millones de usuarios, pero no se sentía preparada para aguantar más odio. “A mí siempre me han dado hostias, no me pilla de sorpresa, pero cuando se meten con cosas relacionadas con la niña o con la maternidad me duele muchísimo”, precisa la popular presentadora durante la conversación con EL PAÍS. Nunca pensó que esas confesiones, y lo aprendido durante el embarazo —“Las mujeres tenemos que hacernos una oposición”—, acabarían dando forma a Gracias al miedo (Planeta), su debut literario y las páginas que, según revela, le hubiera gustado leer para sentirse un poco menos sola.
En el momento del encuentro, Cristina Pedroche está lejos de haberse recuperado de un complicado posparto psicológico. Sigue llorando casi cada día, pero se siente afortunada por ser capaz de verbalizar sus miedos. “Yo no sé en cuántos taxis he llorado ya. Además, sé que cuando me voy a trabajar, Laia se queda triste y no puedo…”, dice mientras sus lágrimas corroboran que su etapa de mayor felicidad está siendo, paradójicamente, también agridulce. La vulnerabilidad aflora: “Es muy duro porque encima odio dar pena, pero es que se me desarma la vida”.
Fue su amigo Ángel Martín, con quien compartió plató en Sé lo que hicisteis…, el programa de La Sexta que la lanzó al estrellato televisivo con 21 años, quien la animó a escuchar la propuesta de su editora y utilizar su altavoz para ayudar a otras madres que, quizá, puedan identificarse con su historia. Esta es su primera entrevista de promoción del libro y duda sobre su capacidad para ofrecer muchas más. Reconoce que peca de intensa, quizá una consecuencia de haber crecido con canciones de Camela, pero las heridas siguen sin cicatrizar: “Me he dado cuenta de que mi problema no es con la maternidad, sino con la presión mediática. Hace unos días nos hicieron unas fotos en el aeropuerto y han sacado a la niña. Yo no saco de ella ni un pie, nunca he vendido mi vida privada, solo pido respeto. Quiero que la gente piense que no he tenido una niña”.
Si Manuel Jabois escribió ya en 2016 que “media España tiene ideas propias sobre cómo tiene que querer Pedroche, qué ropa tiene que ponerse y cómo tendría que celebrar su boda”, ahora, que es madre, media España tiene ideas propias sobre cómo tiene que querer a su hija, qué dieta y educación tiene que ofrecerle y cómo debería presentarla ante los medios. El hartazgo le ha hecho replantearse su futuro profesional: “Todos los días, varias veces, pienso en apartarme de la televisión. Pero estoy jodida porque, aunque desapareciera, hay gente que siempre está en el foco. Belén Esteban, por ejemplo, siempre va a ser Belén Esteban. A veces me gustaría dar marcha atrás, pienso en que ojalá no hubiera hecho el casting para Sé lo que hicisteis..., pero claro, igual nunca hubiera conocido a Dabiz [Muñoz, su esposo y premiado chef]”.
Pedroche, que lidia con los pensamientos de “mala madre”, hace terapia para no volcar los miedos en su retoño: “Quiero que sea una tía valiente y le voy a dar todo el amor y las herramientas para que sea feliz, pero a veces pienso que qué pena ser hija de la Pedroche. No puedo ir con ella al parque porque no dejan de hacernos fotos. Si hubiera nacido en otra familia, a lo mejor no tendría la casa en la que vivimos, pero podría salir más a la calle”.
La vallecana admite que Laia, en oposición a sus progenitores, nace en un entorno privilegiado y se muestra tajante al ser preguntada sobre cómo piensa trasladarle esa conciencia de clase de la que siempre ha hecho gala. “A mi hija le voy a dar todo mi amor, pero no todo mi dinero”, replica. “Mis padres siguen viviendo en mi barrio, yo voy muchísimo por allí y va a ver todas esas cosas”. Pedroche comenzó a trabajar a los 16 años, doblando camisas en un Bershka y, dada su poca afección por la fiesta y la vida nocturna, los fines de semana ejercía de camarera. La joven que años después convertiría su presencia en las campanadas de Nochevieja en un fenómeno de audiencia, se define como “perfeccionista y hormiguita”: “Quiero enseñarle a mi hija que las cosas cuestan un trabajo”.
El precio a pagar por su éxito ha sido alto. La mochila, asegura, pesa demasiado. En los últimos tiempos la han divorciado en diferentes ocasiones, la exclusiva de su embarazo se filtró antes incluso de que pudiera comunicársela a sus padres y la llegada al mundo de Laia se conoció apenas unas horas después de producirse. “Antes era una tía sociable que contaba todos sus miedos a la gente y ahora me considero muy cerrada. No tengo amigos, no cuento nada a nadie”, evoca. Su hermetismo es tal que ha rechazado ofertas millonarias para monetizar la imagen de Laia, en un momento en el que la exposición de los hijos se ha convertido, según apuntan los expertos, en el mejor negocio de las influencers. “Cuando tú subes a tu bebé a las redes sociales, tu engagement sube y eso atrae a las marcas, pero es un círculo de mierda. No sabes en manos de quién van a acabar esas fotos y, si yo soy muy celosa de mi vida privada, Dabiz ya ni te cuento”, añade.
Luce un maxivestido que combina encaje y estampado de aires boho y melena rizada con mucho volumen; el mismo look con el que unos minutos antes aparecía en Zapeando, programa en el que ha reducido su presencia a dos tardes a la semana para priorizar el cuidado de Laia, que solo comparte con su marido y su madre. “Antes quería ser la mejor todo el rato. Cuando salía cualquier formato que veía que Antena 3 podía comprar se lo mandaba a mis jefes diciéndoles que yo podía hacerlo muy bien. Ahora no miro nada. Quiero seguir siendo presentadora y triunfando en cada proyecto, pero no tengo prisa”, concluye.
La maternidad es una revolución que la ha arrollado y, aunque confirma que seguirá presentando las Campanadas si la cadena atiende sus peticiones —”Quiero cambiarlo todo, empezando por el balcón”—, las prioridades ya son otras: “Me considero una madre diez y una profesional diez, pero me he dado cuenta de que no puedo con todo y, si tengo que elegir, lógicamente me quedo con mi hija. Con lo otro… haré lo que pueda”.
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