Ana Obregón causa gran revuelo en la firma de ejemplares en la Feria del Libro de Madrid
Los seguidores de la presentadora y actriz han protagonizado largas colas y horas de espera bajo el sol para conseguir su rúbrica en ‘El chico de las musarañas’ durante la última jornada de la feria en el Retiro
Isabel y Sergio, madre e hijo. Viajaron de noche en autobús desde San Sebastián, llegaron de madrugada a Madrid, y al parque del Retiro a las ocho de la mañana. Aún no había nadie, pero montaron campamento para ver a Ana Obregón a las doce del mediodía y conseguir su firma en un ejemplar de ...
Isabel y Sergio, madre e hijo. Viajaron de noche en autobús desde San Sebastián, llegaron de madrugada a Madrid, y al parque del Retiro a las ocho de la mañana. Aún no había nadie, pero montaron campamento para ver a Ana Obregón a las doce del mediodía y conseguir su firma en un ejemplar de El chico de las musarañas (HarperCollins, 2023). “Somos superfans, vemos Ana y los siete en bucle: cuando acabamos la serie empezamos otra vez”, cuenta Sergio. “Es que es majísima”, dice Isabel, “nos hace mucha gracia, la queremos mucho”. A las dos de la madrugada cogerán otro autobús de vuelta, para llegar al amanecer al País Vasco.
Son los primeros de la cola para conseguir la firma de la presentadora y actriz. Ha anunciado la editorial que solo va a firmar 150 ejemplares, se han repartido tickets, pero la gente ha hecho cola más allá del número 150, con la esperanza de que la Obregón sea benévola y firme más allá de lo asegurado. Son obregonistas radicales, van a pasar varias horas de espera antes de conseguir la firma (y, sobre todo, el saludo), bajo la solana del Retiro con el sol en el cénit. Algunos ni siquiera tienen asegurada la interacción de la estrella. Pero da igual.
Raquel ha llegado cerca de las doce del mediodía, así que no esperara tanto. “He perdido a mi madre de un cáncer hace dos semanas, de modo que empatizo con ella: me emocionó mucho cuando murió el hijo de Ana”, explica. “Es una tía muy inteligente, muy preparada, no da puntada sin hilo”, añade. Muchos confiesan no ser lectores habituales, pero se han puesto a leer, porque es Ana. En la cola, por supuesto, todos apoyan a la celebrity en sus últimos movimientos, que han traído en vilo al país e incluso generado polémica en redes sociales y en el ámbito de la política.
A mediados de marzo se supo que Ana Obregón había sido madre por vientre de alquiler en Estados Unidos (un procedimiento ilegal en España), lo que generó una gran polémica. Una polémica que solo pudo crecer cuando trascendió que la recién nacida Ana Sandra Obregón era hija biológica del hijo difunto de Obregón, Aless Lequio. En una exclusiva de la revista ¡Hola! la actriz revelaba que ella no era la madre, sino, biológicamente, la abuela del bebé (aunque legalmente sea la madre), lo que para algunos le daba al asunto visos de película de ciencia ficción. “Creo que no ha manejado bien la información, debía haber sido más clara”, dice Borja, un fan que luce una camiseta del grupo Fangoria, formado por Alaska y Nacho Canut. “Pero lo digo desde el cariño”, añade, “que cada uno haga lo que quiera con su vida”.
Aless Lequio, hijo de Obregón y de Alessandro Lequio, comenzó a escribir la novela cuando fue diagnosticado de cáncer en 2018, la enfermedad que le mató en mayo de 2020. Meses después de su fallecimiento, la actriz tomó el relevo en la escritura hasta completar El chico de las musarañas, cuyos beneficios se destinarán a la lucha contra el cáncer. “Esta fue la última voluntad de Aless, la de traer un hijo suyo al mundo. Cuando crezca le contaré que su padre fue un héroe, para que sepa quién es y lo orgullosa que tiene que estar de él”, declaró la actriz a ¡Hola! en abril. Otro de sus deseos era escribir el libro.
Bajo un sol de plomo
Dan las doce y Ana no ha aparecido. La nutrida presencia periodística se pone nerviosa. “Es que no sabemos por dónde va a aparecer”, dice un cámara atribulado, mientras mira en todas las direcciones. Puede llegar por cualquiera de los cuatro puntos cardinales del Retiro, ya que el espacio de firmas La Rosaleda está en una encrucijada de caminos. Hay falsas alarmas: “Viene por allí”, “viene por allá”, que generan carreras truncadas. El murmullo ambiente va creciendo al tiempo que el sol se pone perpendicular y cae como un yunque.
Un cuarto de hora más tarde, alguien avista a tres guardias de seguridad vestidos de llamativo amarillo. Obregón va con ellos. Alguien observa que va vestida de rosa. Alguien trata de buscar la intención de su atuendo. “Me alegra que Ana vuelva a ser la misma de siempre”, ha dicho antes su amiga la periodista Patricia Cerezo a los medios congregados. Se produce la típica entrada accidentada, con cámaras que tropiezan, preguntas lanzadas al aire por los reporteros, guardias tendiendo sus brazos para proteger al personaje, y gritos de “guapa, guapa”. “¿Quién es Ana Obregón?”, pregunta alguien despistado que viene de México. “Es esa que hace la cuenta atrás de la Nochevieja, sale en las revistas”, le responde una voz. Obregón se sienta a firmar y firma durante tres horas. Saludo, confidencia, sonrisa, firma, foto. Otro más. Y otro. Y otro.
En la presentación del libro, el pasado miércoles en el hotel Westin Palace de Madrid, Obregón reveló un sorprendente detalle paranormal: durante la reunión con la editorial HarperCollins, ante la duda de si publicar el libro o no, recibió una llamada de su difunto hijo. Un hecho inexplicable que la actriz interpretó como el beneplácito de Aless desde el otro mundo. Durante la catarsis de la escritura, según explicó, llegó a romper el ordenador donde tecleaba, como un poeta romántico.
También habló sobre su condición de no-escritora, o de famosa metida a escritora, ese espécimen que abunda en la industria editorial y en la Feria del Libro de Madrid y que tanta conversación genera. “Yo soy bióloga”, señaló, “pero cuando haces las cosas con el corazón, transmiten. He hecho un desnudo emocional, de alma y cuerpo. No he sido capaz de releerlo, porque ya escribirlo ha sido bucear en momentos y emociones horribles. Anita estará muy orgullosa de leer este libro”. No descarta que se haga una película.
A las tres de la tarde, Obregón ya ha firmado los 150 libros pactados y bastantes más. Jennifer, de 24 años, es la primera sin ticket y consigue la firma. “Estaba desde la once menos cuarto, pero ha merecido la pena, tengo muchísima emoción, la sigo desde siempre, en sus posados de verano… soy muy fan”. En la cola hay nerviosismo. “Pon en el periódico que llevamos más de tres horas bajo el sol, que dos personas han tenido que recibir asistencia por mareo y que hemos comprado el libro para que nos lo firme”, explica una señora llamada Mar. “Si no, que nos devuelvan el dinero”, resuelve.
Los que esperan corean el nombre de Ana para que no les abandone sin firma. Los que están llegando a la mesa se ponen aún más nerviosos, porque temen llevarse un chasco en sus propias narices. Un casi, un por poco. Las firmas se aceleran, los guardias de seguridad jalean a la gente como si se tratase de unos ejercicios militares. Finalmente, la cosa se arregla. La Feria cierra para comer, pero Ana se queda a firmar a todo el mundo.