Alejandro Fernández, el creador de Pesquera que murió cantando y vendiendo su vino
El bodeguero falleció en Santander el pasado sábado, enfrentado a tres de sus hijas y sin haber llegado a un acuerdo por el control de la empresa que él creó y que revolucionó Ribera del Duero
El viernes 21 de mayo Alejandro Fernández, el bodeguero que creó la marca Pesquera y que revolucionó Ribera del Duero hasta poner esta denominación de origen en el mapa de los dioses del vino, se levantó contento. Viajó a Santander para hacer lo que más le ha gustado desde que hace más de cuatro décadas convirtió en realidad su sueño de hacer vino: presentar sus creaciones a sus amigos y clientes y disfrutar con la bonhomía ...
El viernes 21 de mayo Alejandro Fernández, el bodeguero que creó la marca Pesquera y que revolucionó Ribera del Duero hasta poner esta denominación de origen en el mapa de los dioses del vino, se levantó contento. Viajó a Santander para hacer lo que más le ha gustado desde que hace más de cuatro décadas convirtió en realidad su sueño de hacer vino: presentar sus creaciones a sus amigos y clientes y disfrutar con la bonhomía que le caracterizaba en el gremio. Esa tarde, los presentes en el acto celebrado en un restaurante de la ciudad cántabra le vieron reír, cantar y firmar las etiquetas de sus botellas como lo había hecho tantas otras veces a lo largo de su periplo profesional. En mitad de la felicidad de este hombre que disfrutaba regalando a sus amigos y críticos botellas que siempre llevaba en el maletero de su coche, tuvo un desmayo y tras ser trasladado al hospital de Valdecilla falleció en la madrugada del sábado. Tenía 88 años.
Lo hizo sin haber resuelto el que ha sido el trance más amargo de su vida, aquel que desde septiembre de 2018 le ha enfrentado a tres de sus cuatro hijas —Olga, Mari Cruz y Lucía— y a la que fue su esposa durante décadas —Emilia Rivera— por recuperar las bodegas a las que su familia le prohibió la entrada y de cuyas empresas fue destituido de todos los órganos de administración. Cuando en abril de 2019 EL PAÍS mantuvo una entrevista con él en el despacho de abogados que le asesora en este agrio pleito —acompañado de Eva, la hija que permaneció a su lado en el conflicto—, no pudo evitar mostrar la rabia y el dolor de un padre que se sentía traicionado por los suyos. Entonces resumió su sentir en una contundente frase: “Mis hijas se han ido apoderando poco a poco de todo”. Y añadió: “Quiero lo mío, mi Pesquera de toda la vida. Desde hace un año mis propias hijas me han quitado todo lo que he hecho desde niño. Solo quiero partirlo, tener paz, hacer vino y continuar mi vida”.
Lo consiguió de alguna manera porque el cisma familiar derivó no solo en pleitos sino también en dos empresas de parecido nombre pero distintas: Alejandro Fernández Tinto Pesquera S.L y Alejandro Fernández Tinto Pesquera Original. El entorno del bodeguero no duda en afirmar que ha sido “víctima de una familia insólita”. Expertos en el mundo del vino señalan también que la realidad que afloró el conflicto familiar tuvo que ver con cierta parálisis empresarial.
Un conocido crítico de vinos que prefiere dar su opinión sin que aparezca reflejado su nombre explica: “Alejandro fue el renovador de Ribera del Duero y quien, con su éxito en los años ochenta, sirvió de revulsivo para Rioja. Pero el gusto de los vinos que le auparon entonces, ese que sirvió para que surgieran nuevas y potentes bodegas y para que evolucionaran las que ya existían, se quedó ahí y no ha tenido continuidad en los últimos años. Se siguen aferrando a un tipo de vino que ya no es tan competitivo frente a otros nuevos que han surgido y que son más elegantes, con menos presencia de madera, menos color y más estilizados. Ya no es el referente junto a Vega Sicilia de esa Ribera del Duero que hizo que su vino fuera el primero en España en recibir 100 puntos de la lista Parker en 1982″.
El hecho es que Alejandro Fernández ha fallecido sin recuperar el negocio que construyó desde sus cimientos después de haber conseguido dinero ideando y fabricando máquinas para tirar paja, picar forraje y ensilarlo y cosechar remolacha. Las dos partes de la familia enfrentadas estuvieron a punto de llegar a un acuerdo en noviembre de 2020. En él valoraron la empresa en 150 millones de euros y dividían las bodegas del grupo casi al gusto de todos. El patriarca quería seguir a lo suyo junto a su hija Eva, enóloga, y demostraba energía para hacerlo. Pero después de meses de trabajo de los asesores legales de unos y otros y tras haber aceptado la solución ambas partes, el asesor fiscal de la familia Fernández Rivera mostró reservas sobre la fórmula para abonar los impuestos derivados del acuerdo y toda la operación volvió a frustrarse.
“Ya no se pueden señalar buenos y malos en este conflicto”, afirma una fuente próxima al caso. “En los medios se conoce este asunto como el Falcon Crest de Ribera del Duero y no deja de ser verdad en parte. Había enfrentamientos y envidias familiares antiguas y la verdad es que ninguna de las partes —el acuerdo se establecía con las hijas como protagonistas— han querido llegar de verdad a una solución”. Los letrados que han intervenido de uno y otro lado tienen la misma sensación de derrota. “El problema es que no nos han dejado negociar adecuadamente y que se han tomado decisiones incluso a espaldas de Alejandro Fernández”, afirma José María Mohedano, que junto a Juan Manuel Fernández y Miguel Cuenca (quien renunció expresamente a continuar como negociador hace meses) han llevado el peso del caso por parte del bodeguero y de su hija Eva.
Ahora solo queda abrir el testamento y esperar a conocer la última voluntad de Fernández, aunque es previsible que de su parte deje todo lo que le permite la ley a su hija Eva y que el resto vaya destinado a sus nietas y no a las tres hijas por las que se sintió traicionado. Si esto es finalmente así, la familia puede ponerse de acuerdo o dejar en manos de un albacea el reparto. Incluso no aceptar la decisión de este e impugnarla. Este sábado se celebra el funeral de este visionario que murió en un día feliz para él pero sin recuperar sus bodegas. La ruptura familiar continúa y quedó patente cuando el diario El Norte de Castilla preguntó a su hija Olga sobre la muerte de su padre: “No sé nada, me he enterado por el periódico. Eva no nos avisó”.