Los 20 años del ascenso al trono de los duques de Luxemburgo, de la discreción a la polémica

Tras dos décadas de normalidad, la imagen pública de Enrique y sobre todo de María Teresa saltó por los aires con el escandaloso informe Waringo, que la acusaba de maltratar al personal de palacio y la apartó de su gestión

Enrique y María Teresa, grandes duques de Luxemburgo, en el bautizo de su quinto nieto, Carlos, segundo en la línea de sucesión al trono, en septiembre de 2020.SplashNews.com (GTRES)
Madrid -

En sus 20 años de reinado, hito que ahora alcanzan, poco se ha hablado de los duques de Luxemburgo. Poco, hasta este año. Desde que el gran duque Juan abdicó, el 7 de octubre de 2000, y Enrique y María Teresa se convirtieron en las cabezas visibles del país, la discreción y una aparente normalidad han sido la clave de la monarquía luxemburguesa. Si aparecían en los medios era por su riqueza: ...

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En sus 20 años de reinado, hito que ahora alcanzan, poco se ha hablado de los duques de Luxemburgo. Poco, hasta este año. Desde que el gran duque Juan abdicó, el 7 de octubre de 2000, y Enrique y María Teresa se convirtieron en las cabezas visibles del país, la discreción y una aparente normalidad han sido la clave de la monarquía luxemburguesa. Si aparecían en los medios era por su riqueza: su fortuna se calcula en 3.500 millones de euros, siendo los sextos soberanos más ricos del mundo.

Desde que subieron al trono del país solo un pequeño escándalo les había salpicado. Fue en el año 2002, cuando se supo que la madre de Enrique, la gran duquesa emérita, Josefina Carlota, solía tener palabras no precisamente buenas hacia su nuera, a la que se dirigía como “la pequeña cubana”, por haber nacido en esta isla, o incluso “la criolla”, descalificándola por su falta de orígenes aristocráticos. La filtración llegó precisamente de la mano de la propia María Teresa Mestre, que informó supuestamente de forma personal a algunos medios locales, que rápidamente filtraron el desencuentro entre ambas. Algo que se vio agravado tanto dentro como fuera de palacio por las supuestas infidelidades de Enrique.

Pero tras ese convulso 2002, todo parecía en calma para los grandes duques. Casados en 1981 y con cinco hijos, sus tranquilas aguas solo se habían visto agitadas por el divorcio de su tercer hijo, Luis, de su esposa, la exsoldado Tessy Antony. Mientras tanto, se les veía en bodas reales —propias y ajenas—, funerales y algún que otro viaje oficial. Poco más. Hasta que un nombre hizo saltar todo por los aires: Waringo.

Arrancaba 2020 con lo que se presumía un buen año para la casa ducal. Tras siete años de matrimonio el heredero, Guillermo, y su esposa, Estefanía, esperaban el nacimiento de su primer hijo. Sin embargo, en enero se empezaba a barruntar el escándalo cuando se supo que el primer ministro, Xavier Bettel, le había encargado al jubilado exdirector de la Inspección General de Finanzas, Jeannot Waringo, un informe sobre el funcionamiento de la monarquía luxemburguesa, una radiografía con multitud de fuentes que realizó durante más de seis meses para saber cómo gastaban la asignación de 11 millones de euros anuales y también como era la relación con su personal.

Incluso antes de publicarse, ya se intuía que la familia real no iba a quedar en buen lugar. Un semanario luxemburgués había logrado filtraciones y detallaba que la gran duquesa María Teresa era la que salía peor parada, al ser retratada como autoritaria, dura, caprichosa y exigente. “Ella toma las decisiones y Enrique dice que sí a todo”, se leía en la publicación. Al parecer, su carácter había hecho que una treintena de trabajadores de palacio se marcharan en los últimos años y que llegaran a reclamar dinero a cambio de silencio.

Si los días previos a la publicación la tensión era alta, tanto como para que el gran duque pidiera que no se linchara públicamente a su mujer (“¿Qué sentido tiene atacar a una mujer? ¿A una mujer que defiende a las demás mujeres? ¿A una mujer a quien ni siquiera le está permitido defenderse?”, dijo), cuando se conoció el informe todo saltó por los aires.

A lo largo de sus 44 páginas, Jeannot Waringo no se andaba con rodeos. “Desde los primeros días de mi presencia en Palacio, he sentido una cierta ansiedad en los empleados, como el miedo a ser castigados o a perder su trabajo”, explicaba. “Sentí un cierto miedo a ser reprobado, sin que fuera necesario que los trabajadores me explicaran abiertamente sus sentimientos”. Según su texto, entre 2014 y 2019 dejaron su puesto 51 trabajadores, más allá de los que se jubilaron: 16 dimitieron, 11 fueron despedidos y a ocho se les rescindió el contrato.

“Hay señales que no engañan. Me he dado cuenta de que en las conversaciones entre colegas, la jovialidad y el humor son raros. Todos están en guardia y miden muy bien sus palabras”, señalaba Waringo. Además, afirmaba que las habladurías y las constantes críticas minaban la moral de los casi 90 trabajadores de la casa: “Un elemento central en la vida de una organización es sin duda la moral y la motivación del personal, que causan un impacto inmediato sobre sus resultados y bienestar”. Además, el asesor gubernamental señalaba directa y sutilmente a la gran duquesa del pequeño estado centroeuropeo, afirmando que su trabajo había sido obstaculizado al hacer una consulta sobre un trabajador de Mestre.

Las consecuencias fueron rápidas. El primer ministro Bettel anunció una intensa reforma y modernización de la monarquía, que fue investigada por malos tratos contra su personal, incluso de violencia física en algunos casos. Mestre era la primera y gran damnificada, su poder disminuía y era apartada de la toma de decisiones, quedando fuera de la administración de la llamada Casa Gran Ducal, por lo que ya no puede gestionar el personal. De hecho, la Gran Duquesa ni siquiera aparece junto a su marido en el vídeo conmemorativo de sus 20 años de reinado. Por ahora, tendrá que seguir centrándose en sus aficiones (la literatura, el esquí, el canto o la danza) y en sus tareas benéficas con la Cruz Roja o la Unesco, tan publicitadas por la monarquía del país. Así como centrarse en ese nuevo nieto, el quinto, heredero de su heredero, que nació en mayo para darles un poco de respiro en este agitado 2020.

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