Mugaritz y el miedo
Este jueves se estrena en Movistar Plus+ ‘Mugaritz. Sin pan ni postre’, un documental rodado por Paco Plaza sobre el proceso creativo del restaurante de Andoni Luis Aduriz
En un momento del documental, el rapero Kase.O exclama: “Veníamos en busca de inspiración y esto te quita el miedo”.
No se me ocurre un resumen mejor. ¿Qué he encontrado yo en Mugaritz? Exactamente eso, un ejemplo implacable de que la pérdida de miedo es la herramienta imprescindible para la creación. Los miedos atenazan a todos los que tenemos una profesión que nos coloca bajo la lupa de nuestros clientes/espectadores/comensales/lectores (aplíquese lo que corresponda); el miedo a no gustar, el miedo a no estar a la altura de la expectativa, la propia y la ajena, el miedo a no tener nada que decir que merezca la pena ser escuchado, el miedo a que nuestros interlocutores puedan pensar que han perdido tiempo y dinero, miedo a cualquier tipo de rechazo, miedo a no pasar el examen; miedo que nos puede paralizar y limitar. Sacudírnoslo, arriesgar, buscar los límites apelando a la complicidad de nuestros interlocutores es el único camino que nos queda. La libertad es la ausencia de miedo.
En el proceso del documental he sentido detrás de la cámara las mismas dudas que veía frente a ella. Hasta que decidí que si tan reflejado me veía en lo que tenía delante de los ojos lo más coherente era intentar aplicar los métodos y soluciones que estaba intentando documentar; de una forma extraña, decidí que ya no era el “director”, elegía convertirme en un mediador aplicando el sistema de trabajo que estaba observando; el compromiso con la acción del trabajo, el jugar por jugar, disfrutar del proceso sin pensar en el resultado final y mucho menos en cómo va a ser recibido, confiar en las aportaciones del equipo, estimularles y animarles a tomar sus propias decisiones, despojarme de la arrogancia tan tentadora y tan a mano siempre y a la vez confiar en que todo el conocimiento acumulado a lo largo de años de ejercicio de la profesión debían servir para darme a mí mismo un voto de confianza.
Todo eso me llevo de este tiempo en Mugaritz; no exagero cuando pienso que nunca volveré a trabajar de la misma forma que lo he hecho los últimos 30 años. Mis cimientos se han removido y he podido ser testigo privilegiado de cómo la obra definitiva no es el resultado, sino la creación de un entorno, de un contexto en el que el trabajo pueda ser llevado a cabo, un sistema de conexiones entre organismos alineados en modo casi insectívoro que crean un solo cuerpo, una sola entidad empecinada que avance rompiendo el hielo siguiendo la dirección que la brújula nos señale. Difuminarse y disolverse en ese organismo es un acto que exige generosidad y humildad, dos de las cosas que más me han impresionado de Andoni Luis Aduriz y de su equipo. En un trabajo que tiende por defecto a la verticalidad, apostar no ya por la horizontalidad, sino por la ubicuidad es navegar por una tormenta con las velas desplegadas, sacudidos por el viento, hasta que comprendes que el viento no te aleja de tu rumbo, el viento es el rumbo.
En un momento de la película, Ramón Perisé dice: “No es posible la creación sin el disfrute”. Tan sencillo, ¿verdad? Sabemos que no lo es, es todo lo contrario a sencillo en muchas ocasiones, es más bien una carrera de obstáculos, gran parte o la mayor parte de ellos autoimpuestos. Pero nuestra obligación no es otra que disfrutar para hacer disfrutar a los demás. Y eso sólo se puede hacer lanzando el miedo por la borda. Que naufrague y que se ahogue el miedo. Dejemos que se hunda entre la espuma que dejamos atrás.