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Iberoamérica, unión y cooperación

Frente a un mundo en transformación y plagado de incertidumbres, la respuesta del Congreso Futuro Iberoamericano es unánime: aunar fuerzas, colaborar, buscar soluciones multilaterales, forjar nuevos lazos y deshacer los nudos que impiden avanzar y generar propuestas frescas desde la política, la economía y la tecnología

Iberoamérica existe. Más que una inmensa geografía que une a 22 naciones —tres de la península Ibérica (España, Portugal y Andorra) y 19 latinoamericanas—, es un colectivo forjado a lo largo de los siglos con una identidad compartida, vehiculizada por el castellano y el portugués. Esta región es el resultado de una travesía histórica que ha sobrevivido a conquistas, olas de independencia, dictaduras y crisis económicas recurrentes. Hoy este proyecto común se ve interpelado por las profundas derivas de la época: la incertidumbre geopolítica; la amenaza del cambio climático; la irrupción de los populismos y la crisis de la democracia; el aumento de la desigualdad con un ascensor social estancado; el azote del narcotráfico y el crimen organizado, así como una revolución tecnológica —liderada por la inteligencia artificial (IA)— cuyos peligros aún escapan a la gobernanza.

Frente a este mundo en transformación la respuesta es más que necesaria: unir fuerzas, cooperar, buscar soluciones multilaterales, atar nuevos lazos y deshacer los nudos que impiden avanzar, y generar propuestas frescas desde la política, la ciencia, la tecnología, la medicina y la economía. Eso es lo que se ha propuesto hacer en el primer Congreso Futuro Iberoamericano, celebrado en Madrid el 30 y 31 de octubre pasados y organizado por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) junto a con la Fundación Encuentros del Futuro, de Chile, y con EL PAÍS como media partner. Al encuentro fueron invitados más de 50 ponentes —políticos, científicos, activistas, profesores, defensores de los neuroderechos, arquitectos, escritores— bajo el objetivo de promover la reflexión, el diálogo y la acción entre una comunidad con afinidades. “Esa combinación de tener fuertes raíces comunes y miradas plurales nos permite aportar al mundo una perspectiva única”, resaltó el rey Felipe VI durante el encuentro. “Iberoamérica tiene mucho que aportar a la conversación global”, subrayó en su discurso.

Ese espíritu de entendimiento se ha dejado sentir en los pasillos de la Casa de América, un espacio en la capital española construido en 1887 que hoy se erige como un punto de encuentro cultural, político y social fundamental para los países latinoamericanos. Como indicó León de la Torre, director de este espacio: “Esta casa fue fundada con motivo de la segunda cumbre iberoamericana [en 1992]. Desde entonces ha sido testigo de los grandes debates que nos interpelan”. Y fue allí donde, durante dos jornadas intensas de diálogo, reflexión y exposición de ideas innovadoras, se lanzaron propuestas para seguir estrechando los lazos entre ambas orillas del Atlántico, sobre todo en un contexto de alta polarización. “Celebramos hoy no solamente el conocimiento, sino también la fuerza de la cooperación que nos une como región y como comunidad global”, apuntó el presidente de Chile, Gabriel Boric, a través de un mensaje grabado en vídeo. “De esa manera avanza el mundo; cooperando, no compitiendo”.

Tensiones en aumento

Pero el futuro no se entiende del mismo modo en las distintas geografías y se nota en un aumento de las tensiones geopolíticas: la invasión rusa de Ucrania, el conflicto en Gaza, la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China o la tendencia a incrementar el gasto militar. En medio de este panorama, Europa no atraviesa su mejor momento. “Está asediada, atacada”, reconoció Teresa Ribera, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea para una Transición Limpia, Justa y Competitiva. “Quizás porque es un bien público global, de alta calidad de vida”.

La representante europea también dijo que este “divorcio complicado” entre la UE y Estados Unidos, los 27 y los países latinoamericanos, ofrece una oportunidad que no pueden desperdiciar: “Construir relaciones geoestratégicas basadas en intereses recíprocos y compartidos, así como en la consolidación de un modelo institucional y democrático”, señaló Ribera. Sin embargo, ello no implica la pronta ratificación del acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay). A pesar de ello, el Viejo Continente reafirma su interés en estrechar los lazos.

Así lo expresó Nadia Calviño, presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), al asegurar que la próxima IV Cumbre entre la Unión Europea y la CELAC, que se celebrará en Colombia, será la oportunidad idónea para consolidar una alianza estratégica con los países de la región. “Cuando algunos actores internacionales se retiran de los foros multilaterales o cuestionan el valor de la cooperación al desarrollo, Europa reafirma su compromiso con sus socios y aliados”, agregó Calviño también a través de un vídeo.

Nuevas reglas globales

“Vivimos un momento histórico de enorme complejidad”, comentó José Manuel Albares, ministro de Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. Somos testigos de cómo la ciencia y la tecnología están reescribiendo, a una velocidad sin precedentes, las reglas del mundo que heredarán las próximas generaciones. “Al mismo tiempo es futuro y presente”. En esta época de oligarcas tecnológicos, mesías populistas y fabricantes de bulos, la unión de los mismos valores hace la fuerza. “Estamos convencidos de que los desafíos globales no pueden enfrentarse de manera individual, sino conjunta. Por ello, España asume, no solo con palabras sino sobre todo con hechos, que Iberoamérica debe ser siempre una prioridad de nuestra política exterior”, glosó el ministro.

Construir buenas relaciones entre los diferentes bloques es el gran reto del planeta, porque, gracias a ello, se podrá hacer frente a las amenazas que no entienden de fronteras. “El desafío de nuestro tiempo no es técnico, sino político”, especificó Rebeca Grynspan, secretaria general de ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD), y una de las candidatas para sustituir a António Guterres en la secretaría general de la ONU. En este tiempo nuevo —“un periodo de entre órdenes: lo que era ya no es, y lo que será aún no existe”, describió Susana Malcorra, diplomática argentina, presidenta y cofundadora de GWL Voices—, las instituciones requieren una vuelta de tuerca.

“Las certezas que rigieron el mundo durante décadas se desvanecen. Las instituciones que levantamos tras la Segunda Guerra Mundial enfrentan importantes demandas de reforma y los consensos que parecían permanentes se fragmentan”, advirtió Grynspan. “Es posible reformar sin destruir”, puntualizó. El futuro, la confianza, explicó Michele Bachelet, expresidenta de Chile y también candidata a secretaria general de la ONU, se construyen con instituciones que funcionan, con políticas que reducen brechas y con Estados que escuchan.

En ese camino, Iberoamérica puede desempeñar un papel estratégico. La ex mandataria mencionó que el futuro demanda tres ejes de acción: un multilateralismo eficaz que forje consensos transatlánticos sobre clima, salud y regulación digital; un compromiso con la igualdad y la inclusión, esencial para la estabilidad democrática, y el impulso de una doble transición (verde y digital) centrada en lo humano, que garantice financiación climática y use la tecnología como palanca de libertades.

Revoluciones en marcha

“Es el momento de decidir qué humanidad queremos ser”, recalcó Guido Girardi, fundador del Congreso Futuro en Chile, una iniciativa creada en 2011 y principal impulsor de este primer Congreso Futuro Iberoamericano. Según él, estamos inmersos en cuatro revoluciones tecnológicas: la de la inteligencia artificial, la de la nanotecnología, la de la edición genética y la de la computación cuántica.

Pero a diferencia de las transformaciones que ha experimentado la humanidad en el pasado, estas corren el riesgo de sustituir algunas competencias humanas gracias a los datos y la información que vertemos en los nuevos sistemas. “Los cerebros son los nuevos pozos petrolíferos”, detalló Girardi. “La privacidad ya no existe… El futuro está capturado por las grandes plataformas tecnológicas que controlan el espacio digital”, vaticinó.

Pero la esperanza de tener un mundo mejor (con mejores derechos) no ha desaparecido. Y este Congreso busca avivar la llama de que otra realidad es posible. “¿Qué sentido tiene prestar atención al futuro si no existen certezas hoy?”, se preguntó Andrés Allamand, secretario general Iberoamericano. La respuesta es clara. “Si aceptamos que los acontecimientos escapan a nuestro control, corremos el riesgo de normalizar una sociedad que asume que no puede influir en su propio destino. Y eso es renunciar a nuestra razón de ser”, concluyó.

Adiós al bono demográfico

América Latina ya no es joven. La región experimenta una transformación demográfica sin precedentes. La población de 60 años y más —que pasó del 5% en 1950 al 14,7% (98 millones) en 2025— se duplicará para 2050 y alcanzará los 183 millones (una de cada cuatro personas), según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Este salto es alarmante por su velocidad. “Europa tardó medio siglo en envejecer, pero Latinoamérica lo hará en la mitad del tiempo. Se está envejeciendo antes de ser rica, lo que plantea un enorme desafío”, afirmó Antonio Huertas, CEO de Mapfre. La crisis impacta en las finanzas: los sistemas de pensiones, salud y cuidados fueron diseñados para una pirámide poblacional obsoleta. Hoy hay menos base laboral y más presión sobre el gasto gubernamental. Con una informalidad laboral del 40% al 70%, la capacidad de cotización es ínfima, lo que dejará a millones de personas fuera de la protección social y tensionará las cuentas públicas y la competitividad.

'Tecnoptimismo' contra la desigualdad

Latinoamérica es la región más desigual del mundo. Una de las principales causas de esa brecha se encuentra en el mercado laboral, caracterizado por la falta de oportunidades de movilidad social; la fragmentación; la elevada informalidad; la precariedad estructural y los bajos salarios. Entre las posibles soluciones, una de las más prometedoras proviene del ámbito tecnológico. “La inteligencia artificial [IA] puede convertirse en una herramienta eficaz y rápida para impulsar el reskilling, es decir, la capacitación de quienes han quedado al margen de la transformación digital”, propuso Sebastián Ceria, presidente de Fundar, un think tank radicado en Argentina. Son estas personas —denominadas disenfranchised en Estados Unidos— las que no tuvieron acceso a la educación superior o no lograron completar la educación secundaria, lo que limita sus oportunidades de acceder a empleos de calidad.

“Tradicionalmente, reinsertar a estos trabajadores en el mercado laboral ha sido un proceso largo y costoso. Sin embargo, la inteligencia artificial permite acortar esos plazos y facilitar el aprendizaje de nuevas competencias”, resaltó Ceria. Esa es la base del tecnoptimismo: la convicción de que la combinación entre el potencial humano y las herramientas digitales puede abrir la puerta a un mercado laboral más inclusivo, dinámico y justo. “La tecnología tiene que tener un propósito”, resaltó Trinidad Jiménez, directora de Estrategia Global de Asuntos Públicos de Telefónica. Las innovaciones, según la experta, solo serán productivas si se centran en las verdaderas necesidades de los individuos. “Es cierto que desaparecerán trabajos [con el avance de la IA], igual que ha ocurrido en todos los momentos de la humanidad en los que ha habido una revolución tecnológica”, afirmó Miguel Escassi, director de Políticas Públicas y Relaciones Institucionales de Google España y Portugal. Sin embargo, el representante del gigante tecnológico afirmó que se crearán nuevas profesiones. Algunos otros, agregó, se van a mejorar con los sistemas generativos.

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