A la espera de viento a favor para la eólica marina
España cuenta con la industria y el conocimiento para despuntar en esta tecnología, pero falta un empujón por parte de la Administración
El parque eólico marino Middelgrunden, situado a menos de cuatro kilómetros de Copenhague y perfectamente visible desde la ciudad, es sin duda uno de los grandes ejemplos de la eólica marina en el mundo, a pesar de que cuando se construyó, al inicio del presente milenio, su ubicación tan cercana a la costa tuvo detractores. En aquel momento era el más grande del mundo, con 20 turbinas; hoy en día sirve como referencia de la importancia que Dinamarca ha otorgado a este tipo de energía, siendo uno de los países pioneros en implantarla.
De los 79.434 megavatios (MW) de potencia eólica marina instalada a nivel mundial en 2024, el país escandinavo ocupa el quinto lugar tras China, Reino Unido, Alemania y Países Bajos. España ni está ni se la espera, a pesar de que en la vertiente terrestre de esta tecnología ocupa el sexto lugar a nivel mundial. No en vano, en España no existe ningún parque marino comercial, aunque sí hay una industria que fabrica sus componentes y los exporta a otros países. “En España hay un 75% de la cadena de valor de un aerogenerador marino”, señala Juan Virgilio Márquez, director general de Asociación Empresarial Eólica (AEE). Tampoco falla la parte de la tecnología y la innovación. “España es líder mundial. Es el primer desarrollador de prototipos de eólica marina flotante del mundo”, ahonda Márquez.
En España no falta la generación de energías renovables, quizás por eso el interés en la eólica marina se puede interpretar en otra clave, la industrial. “Todos sabemos que en España la eólica marina no es en realidad una necesidad energética, es una necesidad industrial”, señala Márquez, apuntando a la enorme capacidad del país en cuanto a astilleros, sector marítimo-portuario y todo el ecosistema de equipamiento para esta tecnología.
Parón en la normativa
“Al final lo que falta aquí es el pistoletazo de salida de normas que sean claras para poder lanzarlo en casa. Porque la gente está preparada para hacerlo”, sentencia José Luis Domínguez, jefe de grupo de Power Systems y Eólica Marina del Instituto de Investigación en Energía de Catalunya (IREC). En septiembre de 2024, el Gobierno aprobó el Real Decreto para regular el despliegue de parques eólicos marinos —el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) marca el objetivo de tres gigavatios (GW) de eólica marina para 2030— y se reconocieron 19 Zonas de Alto Potencial (ZAPER), pero desde entonces no se han producido avances.
“Estamos perdiendo una gran ventaja competitiva, y con ello oportunidades de inversión, generación de empleo, innovación tecnológica, intercambio de conocimiento, entre otros aspectos”, asegura David Carrascosa, director de operaciones de Saitec Offshore Technologies, que aboga por fortalecer la cadena de valor nacional, particularmente en los puertos, la construcción naval y la ingeniería. También por definir un plan a largo plazo que incluya un calendario de subastas más allá de 2030.
“Nuestro plan era que la subasta se hubiera podido convocar en 2025”, explica Márquez, quien alaba la “mesura” del Gobierno, sin precipitaciones. “Necesitamos un mercado para empezar, para probar. Para nosotros es un gigavatio. Estamos hablando de cuatro proyectos o tres, nada más”, señala. Hay que tener en cuenta que los parques eólicos marinos tienen más potencia que los terrestres ya que los aerogeneradores son más grandes. Además, desde la AEE sitúan geográficamente su propuesta. “Canarias es el escenario idóneo, está suponiendo un sobrecoste de generación de electricidad para todos nosotros enorme; en relación a la Península ahora puede ser hasta cinco veces más caro”, sentencia Márquez.
Prototipos
Según el último Global Offshore Wind Report, publicado por el Consejo Global de la Energía Eólica (GWEC, por sus siglas en inglés), el sector de la eólica marina va a triplicar su ritmo de instalación en cuatro años. El problema en España, o uno más de ellos, es la profundidad. La plataforma continental es muy pequeña y se alcanzan grandes profundidades cerca de la costa, lo que aumenta los costes y el reto tecnológico. Es por eso que la eólica marina flotante se ha dibujado como la alternativa aunque es una tecnología mucho menos madura que la de cimentaciones fijas. En Europa existen apenas un puñado de parques flotantes y todos son de pequeño tamaño. El principal ejemplo es el noruego Hywind Tampen, el más grande del mundo, con 94,6 megavatios y 11 aerogeneradores.
España cuenta con instalaciones de I+D+i para eólica flotante, como la Plataforma Oceánica de Canarias (PLOCAN) y la Plataforma de Energía Marina de Vizcaya (BiMEP). En esta última se encuentra el proyecto DemoSATH, el primer aerogenerador flotante conectado a la red en España, con una turbina de dos megavatios de potencia. “Su forma de catamarán es única en el mercado y está ideada para tener un comportamiento hidrodinámico excelente en cualquier tipo de condiciones”, explica David Carrascosa, cuya empresa es responsable del prototipo. Además posee una placa estabilizadora sumergida diseñada para atenuar los movimientos producidos por las olas y las mareas. También investigan cómo hacer compatible la generación de energía eólica marina con la conservación de la biodiversidad y otros usos del entorno, como la pesca o la acuicultura.
Por su parte, en Cataluña, concretamente en la bahía de Roses, el único lugar de la comunidad donde según los planes de ordenación se podrán instalar molinos, se está estudiando ubicar la Plataforma de Energías Marinas de Cataluña (PLEMCAT), a unos 25 kilómetros de la costa, que servirá de prueba piloto y que ha provocado reticencias en los municipios cercanos. “Habrá tres turbinas flotantes de distintas tecnologías para analizar su impacto”, explica Domínguez. Estos prototipos tendrán una altura máxima de 261 metros y una potencia de unos 30 megavatios en total.