Música y sexo: ¿puede la penetrante voz de Barry White tener el mismo efecto que la Viagra?
El deseo tiene banda sonora que lo amplifica y potencia, mientras la música no hubiera sido lo que es sin las referencias en sus letras al amor. ‘Angel’, ‘Smooth Operator’ o ‘Love To Love You Baby’ son canciones que no deberían faltar en las listas eróticas
Hay muchos estudios que profundizan en la conexión entre música y sexualidad, en cómo una influye en la otra. En cómo la melodía no solo amansa a las fieras, sino que las erotiza, las vuelve cariñosas y las teletransporta, como por arte de magia, al mundo de la sensualidad. ¿Quién no hizo en algún momento de su vida una playlist para momentos íntimos? Los más perfeccionistas elegían cuidadosamente el tono y el orden de las canciones para que fuera parejo al r...
Hay muchos estudios que profundizan en la conexión entre música y sexualidad, en cómo una influye en la otra. En cómo la melodía no solo amansa a las fieras, sino que las erotiza, las vuelve cariñosas y las teletransporta, como por arte de magia, al mundo de la sensualidad. ¿Quién no hizo en algún momento de su vida una playlist para momentos íntimos? Los más perfeccionistas elegían cuidadosamente el tono y el orden de las canciones para que fuera parejo al ritmo de una relación sexual; empezaba suave e iba in crescendo, hasta que llegaba a su punto culminante, para luego ir descendiendo en intensidad.
Pues resulta que todo este trabajo no era en vano, ya que la Montreal’s McGill University, que es una de las universidades líderes en estudios sobre la relación entre música y sexualidad, demostró que escuchar música agradable hace que el cerebro segregue dopamina, que es lo que ocurre también cuando se saborea buena comida, se está con los amigos o se disfruta de una relación sexual. Partiendo de esta premisa, la mezcla de dos actividades placenteras, como tener sexo y escuchar música a la vez, hace que los niveles del neurotransmisor de la felicidad aumenten exponencialmente. Pero la música, por sí sola, también puede excitarnos sexualmente, mejor incluso que otras prácticas. El 40% de los encuestados en un estudio de Adam & Eve, una marca de juguetería erótica, reconocían que la melodía les estimulaba, incluso más que las caricias de su pareja.
“Lo bueno de la muisca es que nos sumerge de lleno en el mundo de los sentidos. Es el mejor antídoto para romper el puente cognitivo”, reconoce Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. “No olvidemos que la mayor parte de las parejas tiene su canción, esa que les recuerda cuando se conocieron o la primera relación; porque la música tiene un gran poder de evocación, de recrear momentos y situaciones. Por otra parte, el baile, consecuencia directa de la música, mueve el cuerpo, sobre todo las caderas y la zona de la pelvis, tan importantes para el sexo. Los rituales de seducción de todas las culturas casi siempre incluyen la danza, porque es una buena manera de soltar el cuerpo, de llenarse de sensaciones corpóreas y olvidar la mente, el gran obstáculo para dejarse llevar y disfrutar del sexo”, prosigue. “De hecho, las mujeres que sufren del trastorno de excitación sexual persistente, que se caracteriza por una excitación física (genital) excesiva y no deseada, cuando tratan de explicar los elementos desencadenantes de ese síndrome, muchas coinciden en que uno de ellos es escuchar tambores o el sonido de la percusión”, señala la sexóloga.
El sonido, igual de importante que la imagen como factor afrodisíaco
El musicólogo y ensayista argentino, afincado en París, Esteban Buch es autor del libro Playlist. Música y sexualidad (Fondo de Cultura Económica Argentina, 2023), que aborda desde distintas perspectivas (ciencias cognitivas, psicología, sociología, musicología o historia) esta fructífera relación. “Hay infinidad de estudios al respecto y todos confirman la importancia de la escucha en la excitación sexual”, señala Buch. “El sonido se perfila como igual de importante que las imágenes. Y aquí se puede hacer una distinción entre hombres y mujeres. Los estadounidenses han demostrado que el oído es más importante para ellas que la vista a la hora de excitarse. Por eso, cuando la mayoría de los hombres se masturban ven porno, mientras ella recurren a Spotify”.
No podemos esperar que la música convierta malos amantes en dioses del sexo, pero es un perfecto catalizador sensorial, ya que, como reconoce este musicólogo, “la neuroquímica de los estímulos sexuales y musicales produce curvas similares, formas temporales del placer, que tienen trayectorias neurológicas parecidas”. Y si la música es buena para el sexo, la erótica ha sido uno de los alimentos básicos de los compositores de todos los tiempos. “El tema del amor y la sexualidad está omnipresente en la historia de la música. No se concebiría sin él”, añade Buch. “Incluso en la música clásica, que nunca pretendió tener nada que ver con el sexo, sino más bien con voces desencarnadas, hay ahora una corriente que pretende llegar a experiencias erotizadas, formas temporales del éxtasis, uniendo la mística y la música clásica”.
‘Playlist’ para el placer
¿Hay canciones diseñadas para calentar? “Bueno, la química tiene que ver con un uso farmacéutico de la música, ya sea como relajante, ansiolítico o afrodisíaco”, puntualiza Buch. Y añade: “Las canciones son productos culturales y puede haber algún intento de influenciar, de manipular las emociones. Es una estrategia de marketing, unida al deseado sex appeal de las estrellas de la música de ambos sexos a lo largo de la historia. Desde Elvis hasta Taylor Swift. Claro que luego, la escucha y la interpretación de un tema no será igual para todos. Cada individuo lo entenderá a su manera”. “Por otra parte, no a todo el mundo le gusta tener una melodía de fondo en una relación sexual. Algunos no la soportan, la ven como una intrusa, un tercero en discordia que puede hasta provocar celos, y que evita escuchar el verdadero sonido del amor: los susurros, gemidos y jadeos del otro”, matiza también. Si se hace un repaso al hit parade sexual se encontrarán elementos comunes en todos los temas: presencia de voces femeninas, tonos graves, vibraciones, imitación de los sonidos sexuales… El propio Buch publica en Spotify sus playlist eróticas, que va actualizando con el tiempo.
Hay canciones que podrían resumir la sexualidad de una época. “Je t’aime… Moi non plus es una lectura de la imposibilidad del amor”, comenta este musicólogo. La escritora Patricia Godes, también periodista y una de las mujeres pioneras de la crítica musical en España, comenta que “la censura franquista, quemando sus últimos cartuchos, mandó en el verano del 69 a la Guardia Civil a todas las emisoras de radio y tiendas de discos a confiscar las copias del éxito de Gainsbourg y Birkin”.
“Erotica, todo el álbum de Madonna, coincidió con un momento de apertura de la sexualidad y los inicios de la cultura queer; lo mismo que ocurrió con Prince, y aquí yo destacaría su tema Cream”, comenta Buch. “El bolero de Ravel es también una canción muy sexual, que la gente asocia con la película 10, la mujer perfecta [1979], interpretada por la bomba sexual Bo Derek. Angel, de Massive Attack; Smooth Operator, de Sade; o la imprescindible Love To Love You Baby, de Donna Summer, son temas que no deberían faltar en las listas eróticas”, añade este musicólogo. La penetrante voz de Barry White puede tener el mismo efecto que la Viagra. “Yo, sin embargo, recomendaría más bien a Love Unlimited, grupo de su mujer, su hermana y una amiga que hacían unas armonías vocales bastante extrañas y pacerían gatas en celo”, subraya Godes. “En la misma línea, Sylvia Robinson (que posteriormente sería la madrina del rap), tuvo un número uno con Pillow Talk y grabó (con Ralfi Pagan) una versión soul de Je t’aime… que deja a la original casi en mantillas”.
Música y aptitudes de los jóvenes respecto al sexo
No solo las canciones pueden influenciar la sexualidad. Las actitudes de las estrellas de la música son también muy copiadas, especialmente por los adolescentes, ávidos de modelos sexuales a los que imitar. Patricia Godes recuerda cuando Alice Cooper, David Bowie y Lou Reed se declararon homosexuales como una manera de provocar dentro del rock de la época. “¿Cuál era el tabú más grande en 1971-1972? La homosexualidad. Mucha gente joven, y supongo que mayores también, que tenía tendencias homosexuales o bisexuales lo interpretaron literalmente, como permiso para ser y mostrarse como eran. Lo curioso es que Bowie, Alice y Lou eran heteros y un amigo mío gay decía: ‘Nos han estafado”, rememora. También menciona la famosa canción de Reed Walk to the Wild Side, que habla de una transacción sexual, prostitución masculina e incluye las drogas. “Muy probablemente, aquel momento dio una idea de libertad a muchos jóvenes”, opina.
Pero si hay que hablar de estrellas erotizadas, no podemos olvidar a Prince. “Se presentó a sí mismo como un erotómano que creció al calor de las revistas porno de su madre”, cuenta Godes. “Era una persona que asumió su sexualidad como característica primordial de su música e imagen. Sin duda, muchos chavales tomaron como modelo sexual a Prince y a su visión del sexo como sinónimo de libertad y diversión”, comenta.
¿El house, el techno o el reguetón siguen mandando ese mismo mensaje a los jóvenes de hoy en día? Según Patricia Godes, se podría decir que antes la música era más sensual y ahora es más sexual. “La música electrónica de los últimos años ha tomado una orientación mucho más violenta y minimalista. Yo no diría que es de seducción, sino de escapismo. Decibelios y más decibelios para no pensar ni sentir. Sexo rápido en un cuarto oscuro para escapar a una realidad opresiva”, asegura. “Hace poco asistí a una conferencia de una cantante en un ciclo de feminismo y música. Hablaba de las letras de reguetón, muy violentas. Del cliché del videoclip del reguetonero que persigue a la modelo, la secuestra, la ata a la cama y luego acaban tan contentos bebiendo champán. Los papeles que propone son los de agresividad y sumisión”.
Esteban Buch, estudioso también de la relación entre música y política, afirma que “la música tiene un tremendo poder, por eso muchos regímenes dictatoriales la prohíben o censuran. Platón, en La república, fue el primero que señaló que hay modos musicales buenos y malos para el estado”, comenta. La música produce afectos, deseos, anhelos, ansias. Ingredientes, todos ellos, con los que se cocinan las revoluciones, o las dictaduras.