Alice Snape y el poder transgresor del tatuaje: “Era una industria misógina y racista en la que ahora hay sitio para todos”
La escritora inglesa, autora de la introducción del libro ‘Tatuaje: una nueva generación de artistas’, reflexiona sobre la evolución en las últimas dos décadas de un sector antes hermético y dominado por hombres: “Recuerdo entrar en mi primer estudio de tatuajes y sentir al instante que no era bienvenida”
Si la Alice Snape del presente, hoy de 40 años, pudiese volver atrás en el tiempo para advertir a la Alice Snape del pasado, la de 21, de que no se hiciera ese primer tatuaje en la espalda, lo haría. Era una pequeña hada que adornaba su hombro derecho y que, después de unos meses y de bajar unos kilos, quedó irreconocible. Pero de lo que más se arrepiente es de su tamaño: era ridículamente pequeño, un desperdicio para ese gran lienzo que es la espalda. “Siempre aconsejo a la gente que nunca se haga...
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Si la Alice Snape del presente, hoy de 40 años, pudiese volver atrás en el tiempo para advertir a la Alice Snape del pasado, la de 21, de que no se hiciera ese primer tatuaje en la espalda, lo haría. Era una pequeña hada que adornaba su hombro derecho y que, después de unos meses y de bajar unos kilos, quedó irreconocible. Pero de lo que más se arrepiente es de su tamaño: era ridículamente pequeño, un desperdicio para ese gran lienzo que es la espalda. “Siempre aconsejo a la gente que nunca se haga su primer tatuaje como un pequeño detalle en la espalda porque es una de las mejores partes de tu cuerpo para tener algo grande”, confirma la escritora, editora y comisaria independiente por videollamada a EL PAÍS desde su casa de Londres. Ahora esa parte de su cuerpo la cubre un dibujo enorme que empieza en su nuca y acaba en su culo ―ambos incluidos―, una especie de mujer mariposa que ha ido evolucionando poco a poco a lo largo de los años, como ella y como la industria del tatuaje. Y como esa primera hadita amorfa que ahora es una bonita mariposa.
Snape considera que hacerse un tatuaje es un acto transgresor. Que marcar la piel difumina las fronteras que separan dualidades como autonomía corporal y sumisión, ritual y arte, femenino y masculino, coleccionismo y obsesión, la piel y la tinta. Así lo defiende en la introducción de Tatuaje: Una nueva generación de artistas (Phaidon, 2024), un libro que recoge la obra de 75 tatuadores de todo el mundo que están redefiniendo el sector. “Cuando comencé a tatuarme, hace 20 años, era una industria controlada por hombres y era muy difícil para una mujer hacerse hueco en ese espacio, como tatuadora y como coleccionista [se refiere así a las personas que tienen tatuajes en su cuerpo, como ella]. Recuerdo entrar en mi primer estudio de tatuajes y sentir al instante que no era bienvenida. Como si de alguna manera tuvieras que ganarte el derecho a estar allí. Creo que poco a poco, a medida que más mujeres ingresaron en la industria, se dieron cuenta de que ya no querían que fuera tan desagradable. Que en realidad querían crear espacios más seguros donde entrar y sentir que perteneces a él”, relata Snape.
La apertura dentro del sector ha coincidido con la aparición de las redes sociales, algo que ella no considera casual. “Los debates sobre consentimiento, sexismo y racismo, ¿habrían cobrado tanta relevancia sin una plataforma capaz de transcender fronteras? Si no existieran redes como Instagram, ¿habría espacios seguros o prácticas conscientes de los posibles traumas de los clientes?”, se pregunta en las páginas del libro. Gracias a esas redes, añade en la entrevista, los artistas pueden compartir sus diseños con todo el mundo y los coleccionistas pueden encontrar exactamente lo que buscan entre todo ese amplísimo catálogo que se les ofrece. “También ha habido más conversaciones sobre la autonomía corporal y el consentimiento. Antes había una actitud anticuada de que como eran los tatuadores los que creaban el diseño, eran dueños del trabajo final. Pero el proceso de tatuarse es una colaboración, y además el cliente paga por esa experiencia. Lo que están creando es para ellos. Antes solían ofenderse si cubrían su trabajo con otra cosa o lo eliminaban con láser. Ahora están orgullosos de su trabajo y lo comparten, pero lo dejan ir cuando se convierte en parte del cuerpo del coleccionista. Creo que ese ha sido uno de los cambios clave de los últimos 10 años”, explica.
A Snape se le ilumina el rostro cuando se le solicita que destaque alguno de los 75 artistas que figuran en el libro. “¿Cuántos quieres?”, pregunta divertida entrando en un terreno que conoce de sobra. Podría hablar largo y tendido de cualquiera de ellos, pero elige tres. “Tanya Buxton es absolutamente increíble”, asegura sobre su paisana. “Crea un nivel de realismo que está fuera de este mundo. De hecho, crea tatuajes de pezones para mujeres que han pasado por cáncer de mama y personas trans que se han sometido a una cirugía superior, y son tan realistas que los eliminan periódicamente de Instagram. Creo que lo que es tan poderoso de su trabajo es que realmente ayuda a las personas a sentir que son dueñas de su cuerpo nuevamente y que toman cierto control sobre su situación”, comenta. Tanya también tatúa cejas para personas que han perdido el cabello e incluso recreó la forma de los labios de una mujer que había resultado herida en un incendio. Muchos de quienes se ponen bajo sus agujas no buscan destacar, sino sentirse normales.
Igual de asombrosa le resulta Lacey Law, también inglesa ―”probablemente tendría que haber dicho alguno español”, ríe―, cuya historia aprovecha para ejemplificar el origen artístico de los actuales profesionales del sector. “Fue artista del grabado en madera antes de convertirse en tatuadora y eso se muestra en su trabajo. Ahora hay muchos tatuadores que no se dedican directamente a tatuar, primero tienen una educación en arte que lleva sus tatuajes a otro nivel. Ella solo usa tinta negra y trazos de una línea, sin sombreado, lo que hace que parezca un grabado en madera. Dice que le gusta convertir el cuerpo en una obra de arte o tomar referencias históricas del arte y ponerlas en el cuerpo. El arte está literalmente en el centro de todo lo que hace”, detalla. Por último, alude a la filipina Grace Palicas, sobrina nieta de la tatuadora de 106 años Apo Whang-Od Oggay, que apareció en la portada de abril de 2023 de la edición filipina de Vogue. “Si Grace no hubiera aprendido el oficio de Whang-Od, una de las pocas practicantes del batok —la técnica del tatuaje hecho a mano del pueblo kalinga―, se habría extinguido. Y creo que lo que está haciendo es realmente interesante porque muestra cómo las prácticas antiguas se están reinventando para los tiempos modernos. La gente viaja de todo el mundo para ir a verla”, advierte Snape.
Que todos los nombres que se le vienen a la cabeza cuando piensa en artistas del tatuaje sean de mujer demuestra que el cambio se ha producido en la industria. La propia Snape aportó su granito de arena cuando hace una década fundó la revista Things & Ink, que tuvo edición impresa durante tres años y ahora se ha convertido en una comunidad en línea. “Me di cuenta de que las revistas de tatuajes que estaban en el mercado eran muy misóginas, a menudo tenían una mujer desnuda en la portada sin sentido. Pensé que hacía falta una publicación que representara no solo a las tatuadoras, sino a las coleccionistas, y con un enfoque artístico. Siento que realmente contribuyó de alguna manera a cambiar la visión de la gente sobre las mujeres con tatuajes”, recuerda.
Ellas no son las únicas que sufrían dentro de esta industria hasta hace 10 años. “Antes de la última década, muchos negros entraban a un estudio de tatuajes y les decían: ‘No podemos tatuarte porque no se va a ver’. Ahora hay mucha educación alrededor de esto. No puedes simplemente rechazar a alguien, tienes que aprender”, afirma. “Hace poco estuve en la convención de tatuajes de Brighton y era un lugar diferente a cuando comencé a ir. Hace 20 años no veías muchas mujeres y apenas veías artistas negros, como si simplemente no existieran, y caminando por ahí el otro día sentí, por fin, la diversidad. Era una industria misógina y racista en la que ahora hay sitio para todos”, celebra Snape: “Si quieres tatuarte, encontrarás tu hogar dentro del mundo del tatuaje, encontrarás tu artista, encontrarás a tu gente, algo que se adapte a tu visión”.
Sentada frente al ordenador de su casa con la chaqueta puesta, apenas se nota que el cuerpo de la escritora está plagado de tinta, pero tiene tantos tatuajes que no sabe cuántos son. “Creo que a medida que te tatúas más se convierten todos en uno”, justifica. Uno de los últimos son unas flores que cubren su pecho, de hombro a hombro, que luce orgullosa frente a la cámara. Fue su propio regalo de cumpleaños. “Mi favorito normalmente es el más reciente, pero amo este tatuaje porque el pecho es un área de mi cuerpo que siempre había estado postergando, tal vez debido a anticuados estereotipos o porque lo sentía como un área demasiado íntima. El punto de inflexión fue a los 40, sentí que era el momento, y me encanta porque puedes ponerte un top totalmente simple y todos los conjuntos se realzan al instante”, comenta sonriente. En su mente ya está planeando los siguientes ―”siempre estoy pensando en ello”―, pero ahora se está permitiendo disfrutar de las flores de su pecho.
El pasado 1 de marzo las compartió con sus seguidores de Instagram a través de un selfi tomado frente al espejo del baño y una pequeña reflexión: “@kate_selkie me tatuó el pecho para conmemorar mi 40 cumpleaños. Nunca imaginé que así serían los 40. Y me encanta que tan pronto como me pusieron este diseño en el pecho me sentí como en casa. Los tatuajes son casi como sacar algo a la superficie, un pensamiento abstracto que persiste hasta que pasas por el proceso”.