El museo del dulce, salpicar un lienzo y beber en un búnker: Latinoamérica, presente

Sweet Space, Salpicarte y Bunker Cocktail Bar son tres emprendimientos que nacen de la visión empresarial de sus dueños, latinos que han sabido ver la demanda que existe en la capital de experiencias diferentes

Una cliente de Salpicarte pinta un cuadro en el local.Lucía Franco

Los latinoamericanos viven Madrid de una manera especial, lo que llena la ciudad de acentos y, de paso, también de negocios de hombres y mujeres que, sintiéndose parte de una ciudad abierta a acogerlos, se lanzan a abrir sus propios emprendimientos. De esta manera, traen un trocito de su tierra a España y devuelven a la ciudad parte de lo que esta les da. Es su particular homenaje.

Los tres planes con los que les proponemos enredarse esta semana han sido creados y administrados por latinoamericanos que están ofreciendo todo tipo de experiencias diferentes en la ciudad. Así son Sweet Spa...

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Los latinoamericanos viven Madrid de una manera especial, lo que llena la ciudad de acentos y, de paso, también de negocios de hombres y mujeres que, sintiéndose parte de una ciudad abierta a acogerlos, se lanzan a abrir sus propios emprendimientos. De esta manera, traen un trocito de su tierra a España y devuelven a la ciudad parte de lo que esta les da. Es su particular homenaje.

Los tres planes con los que les proponemos enredarse esta semana han sido creados y administrados por latinoamericanos que están ofreciendo todo tipo de experiencias diferentes en la ciudad. Así son Sweet Space, Salpicarte y Bunker Cocktail Bar.

Un cuadro a punta de salpicar colores contra la pared

A pocos metros de la que ahora se conoce como Estación del Arte acaba de abrir Salpicarte (calle de Méndez Álvaro, número 6), un local dedicado a que cada uno pueda crear su propio cuadro. Durante 45 minutos, los clientes pueden poner su música favorita y olvidarse de todo mientras pintan un lienzo de 40 por 50 colgado en la pared. Para ello, conviene olvidarse de lo que recomiendan los profesores de pintura que corrigen a quienes se salen de las líneas: aquí cada uno puede pintar como le nazca.

Porque en Salpicarte todo vale. Se puede tratar calmadamente de emular a Velázquez o a Picasso u optar por salpicar la pintura, usar las manos y pasar un rodillo con pintura blanca para empezar otra vez.

Al final, los artistas se pueden llevar su cuadro a casa y seguir disfrutando de su creación cada vez que lo vean colgado en el salón.

Una cliente de Salpicate posa con un lienzo en el local, en Madrid.Lucía Franco

La dueña de Salpicarte, Sarahi Teixeira, 28 años, decidió emprender después de muchas noches de insomnio viendo videos en internet sobre experiencias divertidas en otras ciudades: “Vimos que este tipo de locales tienen mucha demanda y nos lanzamos a la aventura”, confiesa.

Durante estos primeros días se han dado cuenta de que no es solo un espacio de ocio para vivir una experiencia diferente, sino que además el arte hace de terapia. “Los clientes muchas veces se quedan analizando los cuadros cuando terminan”, reconoce Teixeira.

La entrada incluye una bebida y los precios varían según el número de personas. Estos van desde los 25 a los 32 euros. “Hay gente que nunca ha pintado en su vida, así que vienen aquí solo porque quieren salpicar a todas partes”, afirma la dueña, que llegó a Madrid hace tres años desde Venezuela.

Un búnker con las copas más militares

Fernán Morales, de 33 años, llegó a Madrid hace cinco. Estudió Administración de empresas en Colombia, pero desde que llegó se ha dedicado a la hostelería. Le ha ido tan bien en los bares en donde ha trabajado que este año se decidió a abrir su propio bar con su socio Yeinver José Escobar.

Contrariamente a lo que se suele hacer, primero encontraron el local y después pensaron qué podían montar con el espacio que tenían. El resultado de semejante ejercicio de adaptación es Búnker Cocktail Bar (calle de Antonio Flores, número 5), un negocio ubicado en un bajo que da la sensación de ser un búnker de verdad. Como consecuencia, todos los cócteles y la temática del bar están inspirados en lo militar, lo que los ha diferenciado de otras muchas propuestas.

Entre estos destacan la Bengala de emergencia, una bebida que lleva dulce cítrico, ron Bacardi blanco, fruta de la pasión, curry, sirope de membrillo y perfume de eucalipto. Especialmente reseñable también es La caja de municiones: ginebra Larios 12, vermú rosso, licor de Marrasquino y bitter naranja. Se han vuelto tendencia en redes porque además de servir como local para salir de copas, la experiencia dentro del búnker es muy entretenida: cada bebida tiene su historia. Los cócteles cuestan 10 euros.

Varios de los cócteles que se sirven en el Búnker Cocktail Bar, en Madrid.Imagen cedida

El local ofrece además la posibilidad de contratar el espacio para eventos de empresas o celebraciones con diferentes menús. Los miércoles tienen karaoke, y cada mes hacen cursos de coctelería en el local. Estos tienen un coste de 30 euros por persona e incluyen dos bebidas alcohólicas.

Un museo lleno de dulces

En el centro comercial ABC Serrano, en la segunda planta, está el museo más dulce de Madrid. Sweet Space (calle de Serrano, número 61) busca apelar a los sentidos de sus visitantes, razón por la que han creado un museo lleno de nubes de algodón de azúcar y columnas de caramelo que inundan cada uno de los rincones del espacio.

El recorrido empieza con el anfitrión del lugar, un astronauta llamado Astro, aterrizando en el museo. El guía hace un recorrido multisensorial por el recinto en donde cada sala está diseñada por artistas como Agatha Ruiz de la Prada. En cada una, según la temática, los visitantes reciben un dulce diferente. “Saquen a su niño interior”, grita Astro de vez en cuando por el recorrido.

“Háganse muchas fotos”, vuelve a decir el guía. Y sí, sin duda es uno de los lugares más instagrammeables de la ciudad: por eso se ha vuelto tendencia.

Una de las salas temáticas de Sweet Space en el centro comercial ABC Serrano, Madrid.Imagen cedida

El museo tiene 10 espacios con ambientación diferente que permiten a sus visitantes sumergirse en la experiencia. Por ejemplo, hay salas como la de Sueño de una noche de Mr Piro, Avatar de Esther Moya y Rainbow Candy Wall de María Eugenia Reyna en la que la idea es que los usuarios conecten con su infancia y se conviertan en los protagonistas de sus propias experiencias. Tanto es así que para salir hay que deslizarse por un tobogán. El precio de la entrada es de 12,65.

Las creadoras de Sweet Space, Corina Mayorca y Alexandra Uzcategui, se conocieron en el Instituto de Diseño de Caracas (Venezuela) y se volvieron a encontrar en Madrid en 2019. En ese momento, hablando sobre oportunidades de negocios, decidieron crear Sweet Space. “Es un proyecto que busca fusionar el concepto tradicional de arte y las nuevas tendencias digitales mediante una degustación interactiva”, explica Uzcategui.

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