Los vecinos contra el trompetista del Retiro
El músico de 68 años se coloca todas las mañanas frente a la ventana del salón de actos de la Biblioteca Eugenio Trías con un altavoz: “¿Dónde voy a tocar si no?”
Lleva casi 20 años tocando la trompeta en el Parque del Retiro a cambio de unas monedas. Pero, no fue hasta hace apenas uno cuando encontró el lugar en el que el viaje de una hora en metro desde Vicálvaro le merece la pena. “¿Dónde voy a tocar si no?”, argumenta el músico de 68 años, que se presenta como Miguel, traducción de su nombre original en rumano. Frente a la ventana del salón de actos de la Biblioteca Eugenio Trías se instala religiosamente todas las mañanas. Tras las quejas de los vecinos y la biblioteca, la dirección del parque decidió quitar dos bancos para evitar que se colocara e...
Lleva casi 20 años tocando la trompeta en el Parque del Retiro a cambio de unas monedas. Pero, no fue hasta hace apenas uno cuando encontró el lugar en el que el viaje de una hora en metro desde Vicálvaro le merece la pena. “¿Dónde voy a tocar si no?”, argumenta el músico de 68 años, que se presenta como Miguel, traducción de su nombre original en rumano. Frente a la ventana del salón de actos de la Biblioteca Eugenio Trías se instala religiosamente todas las mañanas. Tras las quejas de los vecinos y la biblioteca, la dirección del parque decidió quitar dos bancos para evitar que se colocara en el mismo punto. Desde hace un par de semanas, el trompetista trae su propia silla.
Aunque no es el único aparato que lleva consigo. En un carrito de la compra guarda un altavoz al que conecta un pendrive. En una hora ha recaudado 10 euros en esta zona de tránsito por la que pasan decenas de personas a lo largo de la mañana. “El tiempo es muy valioso”, dice mientras cambia de canción con un pequeño mando a distancia conectado al amplificador. Micrófono en mano, continúa con su repertorio con un clásico del compositor cubano Osvaldo Farrés, Quizás, quizás, quizás.
Después de haberle pedido en varias ocasiones si podía bajar la música, Estela Gonzalo, directora de la biblioteca pública, que visitan un millar de usuarios cada día, comenta que la situación es insostenible: “No se puede trabajar así. Hay muchos más espacios donde se puede poner en el parque”. En el edificio que alojaba la antigua Casa de Fieras, que fue zoológico de la capital hasta 1972, ahora se observan decenas de usuarios que estudian a través de sus ventanales.
Los vecinos de Retiro se quejan del ruido de su música, que se entremezcla con los silbidos de los pájaros que sobrevuelan los árboles sin hojas, agostados por el frío del invierno. “Reconozco que toca y canta muy bien, pero a la tercera vez que le oyes ya estás un poco cansado. No hay problema en que esté ahí, pero que se ponga a 100 metros”, reclama Javier de la Puente, presidente de la asociación de Amigos de los Jardines del Buen Retiro. El vecino asegura que el sonido de la trompeta se oye desde su casa cuando no hay tráfico, a pesar de que 300 metros separan la gran avenida de Menéndez Pelayo del punto donde se coloca el músico dentro del parque, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco el pasado mes de julio.
Según la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica del Ayuntamiento de Madrid, las actuaciones musicales en espacios públicos no necesitan una autorización administrativa. El mismo documento apunta que no se permiten en el medio ambiente exterior actuaciones que empleen elementos de percusión, amplificación o de reproducción sonora, salvo aquellas que se autoricen en zonas delimitadas con previa comprobación de que no produzcan perturbación de la convivencia vecinal. Los vecinos se apoyan en esta norma para denunciar las molestias ocasionadas por el sonido del altavoz de Miguel.
El trompetista, que también sabe tocar el piano, cuenta que estudió en el Conservatorio de la Facultad de Música de su país natal, Rumanía, donde fue profesor durante 25 años. Lo suyo es el jazz, dice. El hombre alardea de haber estado seis veces en Los Ángeles con grandes instrumentistas como el estadounidense Dizzy Gillespie.
Ataviado con una chaqueta verde y una boina de cuadros, chapurrea español, pero lo entiende bien. “¿Tienes teléfono? ¿Tienes Internet? Busca My Way, de Raphael”, ordena el músico para reafirmar su trayectoria profesional. En el primer vídeo que sale en Youtube aparece con su trompeta junto al cantante español en un concierto en el estanque del Retiro, donde varios músicos callejeros compartían escenario con artistas consagrados hace más de una década. “Me pidió que actuara con él un día que me vio tocar en el parque. Yo no sabía ni quién era”, confiesa al recordar que recibió 2.000 euros por su participación en el concierto al aire libre.
Desde que llegó a la capital en 2006, asegura no haber trabajado en otra cosa. “Yo toco aquí para ganar dinero y poder pagar la casa y la luz”, explica. El músico cuenta que paga 700 euros al mes por una casa en Vicálvaro en la que vive con su mujer y su hijo, que le ayuda con el alquiler. “Cuando vine aquí pagaba 350 euros en otra casa. Ahora todo cuesta mucho dinero”, lamenta. Sin embargo, admite que en España las cosas están mejor que de donde vino hace más de 16 años: “Mi país está muy mal. Allí todos roban y hay mucha mafia. No hay trabajo ni dinero para comer”.
En un neceser transparente trae un inhalador para controlar la tos ronca que lo interrumpe en varias ocasiones durante la charla. El músico se toma un descanso y se enciende un cigarrillo. Su bigote blanco manchado por un tono amarillento hace suponer que no es el primero de la mañana. Durante el receso, Miguel cuenta que tiene diabetes y problemas de corazón. Pero, el parón no dura más de 10 minutos. Y enciende de nuevo el altavoz.
“¡Cariño!”, le dice a una mujer que pasa corriendo. “¡Hola!”, le contesta ella sonriente mientras se acerca a dejarle una moneda en la caja de zapatos que tiene dispuesta sobre el carrito de la compra. “¡Gracias! ¡Feliz año!”, le agradece él. Otras dos mujeres, que ya lo conocen, detienen su rutina de footing. “Siempre está aquí el hombre”, confirma una de ellas a la vez que rebusca la calderilla en su monedero.
Altavoces prohibidos en el distrito Centro
Miguel no es el único que utiliza un altavoz durante sus actuaciones musicales en la capital. Ante las quejas de vecinos y comerciantes del distrito Centro, que incluye los barrios de Palacio, Embajadores, Cortes, Justicia, Universidad y Sol, el Ayuntamiento de Madrid decidió suprimir este viernes las actuaciones musicales con elementos de ampliación o reproducción sonora. Aun así, mantiene el uso de elementos de percusión con autorización previa.
Según la instrucción publicada en el Boletín Oficial del Ayuntamiento de Madrid (BOAM), estos aparatos alteran la convivencia y el descanso de los vecinos, informa Efe. Además, el Consistorio ha articulado un nuevo régimen de autorizaciones para los músicos de calle. El distrito Centro emitirá 500 autorizaciones por semestre. Para el ejercicio de la actividad, cada intérprete deberá disponer de una autorización individual.
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