Dani Pannullo y sus bailarines, expulsados

El artista estrena hoy ‘Expulsión! (dance riot)’ en los Teatros del Canal, una obra sobre presos y gente encerrada, cuyo origen fue el confinamiento

El coreógrafo Dani Pannullo con sus bailarines en Los Teatros del Canal.Santi Burgos

La pandemia amplió nuestro vocabulario con palabras terroríficas. Hoy hablamos con toda propiedad de cepas, virus, epis, estados de alarma, tipos de vacunas y sus efectos, confinamiento o cuarentena. Pero la frase “nueva normalidad” alarmó y desconcertó muy especialmente al creador Dani Pannullo. “Así que todos a prisión, fue lo que pensé”, reflexiona. “Y recordé a Genet que decía que nunca fue más feliz que viviendo en la cárcel. El encierro te provoca estados de tristeza, desde luego, pero también te da momentos de paz, tranquilidad y felicidad”.

Nació de esos días vacíos ...

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La pandemia amplió nuestro vocabulario con palabras terroríficas. Hoy hablamos con toda propiedad de cepas, virus, epis, estados de alarma, tipos de vacunas y sus efectos, confinamiento o cuarentena. Pero la frase “nueva normalidad” alarmó y desconcertó muy especialmente al creador Dani Pannullo. “Así que todos a prisión, fue lo que pensé”, reflexiona. “Y recordé a Genet que decía que nunca fue más feliz que viviendo en la cárcel. El encierro te provoca estados de tristeza, desde luego, pero también te da momentos de paz, tranquilidad y felicidad”.

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Nació de esos días vacíos Expulsión! (dance riot), la nueva creación para su compañía de danza urbana, que no va de virus, ni emergencias sanitarias, pero sí de presos y gente encerrada. Se estrena hoy en la Sala Verde, de los Teatros del Canal, dentro del ciclo Baila Canal, dedicado a los artistas que han hecho residencia en esa casa. “Expulsión! viene principalmente de lo que, como sociedad, nos han quitado. De la pérdida de comodidad. Por eso la metáfora de los presos, que me recuerda tanto a los momentos de soledad que pasamos”.

Cinco breakers -Christian Gutiérrez, Julián Gómez, Samuel Martí, Gilberto Hernández y Alexander Peacock, quien ha acompañado muy de cerca al creador en la propuesta- alternan sobre la escena los roles de presos y guardias, dominados y dominadores. Conformada por diecinueve cuadros que fluyen a velocidad hip hop, la coreografía aborda situaciones y emociones generadas en gente privada de libertad.

Dios ha sido invitado

Control, vigilancia, violencia, sometimiento, dominación y maldad. Hay peleas y agresiones, por supuesto, pero también ternura y necesidad de cariño. Una corona de misiles en la cabeza de un reo, una complicidad evidente entre los presos, una canción popular peruana. Vacío espiritual, dolencia emocional. Brujería haitiana y ritos paganos. “Los presos también necesitan creencias, necesitan a Dios y se lo inventan”.

Bueno, se lo inventa Pannullo, habría que decir, que lo representa en una figura a caballo entre chamánica y kabuki, del todo insólita, que hace fantasmal aparición entre los presos. “Dios ha muerto, dice Nietzsche. El hombre ha muerto, dice Focault”, recuerda este creador argentino con décadas cultivando su propio lenguaje desde su agrupación, la Dani Pannullo Dance Theater Co.

Sería injusto reducir Explusión (dance riot) a una exhibición de breakers. El hip hop es el vocabulario que dominan sus bailarines pero en el contexto no deja de ser una herramienta más que permite levantar una arquitectura coreográfica que se nutre de una amalgama de referencias y referentes. La música, ecléctica y diversa, principalmente. De Bach al pop. De Wagner al beat y de allí a la canción folk. “La música ha sido siempre el disparador de mis propuestas. Pero si hay algo que me gusta es crear una relación afectiva de creación entre mis bailarines. Trabajo a partir de sus propios lenguajes y sus propios elementos, porque creo que mi trabajo como director consiste en ordenar la matemática de esos cuerpos y cabezas. La figura del coreógrafo es algo muy difuso y yo, por si acaso, nunca he querido definirme como tal”.

El hip hop, sus variantes y evoluciones, sus corrientes y tendencias, han dado el salto de la calle a lo escénico en sus creaciones. Es mérito propio de Pannullo, que viniendo del cabaret, comenzó con esto hace más de 20 años cuando era inusual y excepcional ver las formas de la danza urbana en los teatros del país. Breakers, casi siempre, pero también contemporáneos, derviches giratorios, flamencos con duende o introspectivos cultores del butoh japonés… sus bailarines no han tenido un perfil único ni definido. Pueden, indistintamente, venir de la performance, el b-boying, la danza contemporánea, la gimnasia deportiva, el parkour, el football free-style o el clubbing. Mestiza es, y ha sido siempre, su danza conectada con la calle y en consecuencia, también los bailarines inusuales que la han hecho posible.

Desordances

Es frecuente preguntarse de dónde salen y cómo se escogen esos bailarines sorprendentes, de insólitas capacidades, que habitan las creaciones de Dani Pannullo. Como casi todo en su obra, no es por los caminos convencionales que los selecciona. “No hago audiciones, no creo mucho en ellas. Somos como una familia, los conozco. No podría decir cómo entré en contacto con cada uno ni en qué circunstancias, pero han estado siempre cerca”.

También es cierto que todo depende del proyecto. Y el nuevo, que ya está formándose en su cabeza, mercará una diferencia. “Será distinto porque quiero retomar la serie Desordances, y voy a necesitar bailarines de contemporáneo, a los que sí voy a seleccionar por audiciones”. Desordances fue un proyecto de largo aliento que desarrolló entre 2006 y 2010, y supone un capítulo importante para entender la evolución de su lenguaje. Fueron cinco episodios, determinantes en la configuración de su estilo, en los que exploraba las posibilidades de otras danzas y otras formas, abordando derviches, flamencos o contemporáneos.

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