Cuando la información no se ajusta a la realidad de la pandemia

Ninguna administración estaba preparada en marzo para el volumen de información que iban a manejar, pero no todas dieron la misma respuesta

Llegada de fallecidos por la covid19 al Palacio del Hielo de Madrid, habilitado como morgue, el pasado 23 de Marzo del 2020.Kike Para

¿Qué ocurre? ¿Dónde pasa? ¿Cuándo sucede? ¿De qué forma? ¿Quiénes transmiten y a quiénes afecta?. En el control y gestión de una pandemia influye de forma directa qué datos se recogen, cómo, de qué manera se procesan, analizan y publican esos datos. La capacidad de hacerlo rápido, de forma fiable y con criterios homogéneos en todos los ámbitos está relacionado con la respuesta que las administraciones pueden dar. Ninguna administración estaba preparada para el volumen de información que iban a tener que manejar, pero, dentro de esa incapacidad generalizada, no en todas se dio en el mismo grado...

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¿Qué ocurre? ¿Dónde pasa? ¿Cuándo sucede? ¿De qué forma? ¿Quiénes transmiten y a quiénes afecta?. En el control y gestión de una pandemia influye de forma directa qué datos se recogen, cómo, de qué manera se procesan, analizan y publican esos datos. La capacidad de hacerlo rápido, de forma fiable y con criterios homogéneos en todos los ámbitos está relacionado con la respuesta que las administraciones pueden dar. Ninguna administración estaba preparada para el volumen de información que iban a tener que manejar, pero, dentro de esa incapacidad generalizada, no en todas se dio en el mismo grado, ni todas dieron la misma respuesta. En Madrid, el Ejecutivo regional no publicó datos propios, diarios, hasta el 22 de abril. Y como el resto de autonomías pero de forma más agudizada, los retrasos y la diferencia con las publicaciones tanto a nivel estatal como las que se podían encontrar a través de los propios hospitales ofrecían realidades muy distintas. Tampoco este área tenía ni tiene la mejor capacitación posible para afrontar el reto epidemiológico que conlleva la covid.

Salud Pública

El 28 de octubre, los profesionales de la Dirección General de Salud Pública enviaron una carta a su directora, Elena Andradas [puedes consultar el documento completo aquí debajo]. En ella aludían a múltiples dificultades que arrastraban desde el comienzo de la pandemia y que no habían sido solucionados. Exponían su “malestar por no ser consultados” ni sentirse “partícipes en las decisiones técnicas” y hacían un desglose de problemas en la organización, la coordinación, los recursos humanos y el sistema de vigilancia epidemiológica.

En este último epígrafe, insistían en la necesidad de “modernizar” los sistemas “para tener información de la pandemia en tiempo real y poder actuar de manera oportuna”; aludían a que “hace falta un Sistema de Información y Vigilancia ágil capaz de gestionar la enorme cantidad de datos que se están generando día a día, imprescindibles para tomar decisiones y gestionar esta crisis”; también a que “se necesita integrar los diferentes sistemas de información [e incluían como ejemplos la historia clínica del paciente y la web de colegios, entre otros]”, porque es “totalmente ineficiente seguir introduciendo la misma información en cada uno de esos sistemas de registro”.

Por último, pedían “apoyo y desarrollo tecnológico moderno e integrado que permita de manera continuada la captura de información y carga automática de los datos”: “Para dejar de ser “picadatos” y dedicarnos a la búsqueda de contactos, investigación de brotes y control de las cadenas de transmisión”.

Las aplicaciones

A esos resultados nunca del todo óptimos a los que los técnicos de Salud Pública hacen referencia en la carta también contribuyó el uso ineficiente de la tecnología. Durante meses, esos profesionales como los de atención primaria y hospitalaria expusieron la ausencia de un modelo integrado que les permitiera hacer con fluidez su trabajo. Quentin Leclerc, investigador en el departamento de epidemiología e infecciosas y en el centro de modelos matemáticos para enfermedades infecciosas de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, sintetiza que el “rastreo de contactos efectivos requiere dos cosas que se deben hacer bien y rápido”.

La primera, detectar y registrar los contactos. La segunda, notificar a las personas sobre estos contactos si ha habido una potencial transmisión potencial. “En ambos casos, la tecnología hace que estos procesos sean mucho más factibles”, asegura. Dice también el experto que es “más conveniente” confiar en la tecnología “que en la memoria de las personas para recordar con quién tuvieron contacto, ya que probablemente no recuerden contactos con extraños”, por ejemplo.

La velocidad es “esencial”, insiste Leclerc: “Estamos tratando de “ponernos al día” con el virus y detenerlo antes de que se siga transmitiendo. Cuanto más esperemos para identificar y advertir, mayor será el riesgo de que algunos de estos contactos que han sido infectados también infecten a más personas”. Cree que, en general, las administraciones “han entendido bien la importancia de la tecnología” y que nuevos sistemas como las apps —que “primero tuvieron que ser desarrolladas y probadas, por lo que hubo un retraso inicial inevitable en su implementación”— “están bien integrados en la respuesta de salud pública en el caso de muchos países”.

Radar Covid, después de seis meses, solo ha registrado 50.503 positivos, apenas el 1,8% de los diagnósticos de ese mismo periodo

No en España, donde la aplicación Radar Covid, después de seis meses, solo ha registrado 50.503 positivos, apenas el 1,8% de los diagnósticos de ese mismo periodo (2.783.104 contagios, hasta la semana epidemiológica 6, la del 14 de febrero, la última con datos). Madrid, donde entró el 8 de octubre, es una de las siete autonomías que aporta una cantidad relevante de positivos respecto a los casos que notifica —junto a Galicia, País Vasco, Asturias, Castilla y León y Castilla-La Mancha—, aún así, la aplicación no opera como debería.

Una persona utiliza desde su teléfono móvil la aplicación ‘Radar Covid’, en Madrid durante el mes de octubreÓscar Cañas (Europa Press)

El epidemiólogo Miguel Hernán reflexionaba hace unos días que uno “de los aspectos más sorprendentes de la gestión de la pandemia es que España tenga una app de rastreo digital puntera en desarrollo tecnológico, protección de la privacidad e interoperabilidad europea”, y que sin embargo no se haya implementado bien en todas las autonomías: “Es como si te ponen un coche de lujo en la puerta pero decides no poner combustible en el depósito. Obviamente, no anda”. Para Joan Carles March también este ha sido el problema: “Se la han bajado siete millones de personas [apenas un 14,8% de la población española], pero cómo se ha implementado por las comunidades, cómo se ha desarrollado ese proceso y cómo se ha informado a la población no ha sido la forma más adecuada”.

La fuente de datos del impacto del virus

Cuando la primera ola arrasó los hospitales y la población se mantenía en sus casas, confinada, el acceso a datos fiables y diarios sobre qué ocurría en los centros era prácticamente imposible. En Madrid, un apagón informativo por parte de la Consejería de Sanidad casi total cubrió el primer mes y medio de pandemia. Entonces, infectólogos de 42 hospitales públicos y privados de la comunidad se organizaron a través de un grupo de WhatsApp creado con anterioridad para compartir información sobre casos clínicos. “Ante la falta de datos y las imprecisiones que veíamos, se amplió [ese chat] a todos los hospitales de Madrid y estuvimos de acuerdo en compartir los datos de nuestros hospitales”, cuenta una de los miembros de ese grupo, que prefiere mantener el anonimato.

En primavera esa información no se hizo pública a excepción de algunas de esas hojas a las que este diario tuvo acceso periódicamente, y eran esas hojas el documento más fiable para conocer la situación de los hospitales. “Preferimos que la primera comunicación fuera una publicación científica”, dice este infectólogo. Y así fue, en Elsevier [puedes consultar ese documento haciendo click en este enlace]. Además, recuerda, ese grupo “sirvió para compartir otras experiencias y otras angustias, la presión fue terrible sobre las UCI y se compartió mucho para intentar mejorar el tratamiento de nuestros pacientes”.

Ya en la segunda ola, crearon una cuenta de Twitter: ampliaron a 62 miembros. Esa información sigue siendo la más ajustada a la realidad, junto a los datos diarios que aporta, también desde la segunda ola, la Sociedad de Medicina Intensiva de Madrid en su cuenta de esa red social. “Son datos conocidos por las gerencias y no hay problema en compartirlos, sirve para tener una referencia real y por los propios médicos, sin sesgo político, de cómo impacta la covid en el sistema”. Los datos que aportan “sirven para que la gente entienda la diferencia entre el riesgo individual, que por covid es pequeño, porque la mortalidad por infección ronda el 1%, con la capacidad para destruir el sistema hospitalario, que es impresionante”.

¿Sería interesante un canal oficial para hacerlo? El especialista asegura que “se funciona bien así”, tienen “independencia” y es “más preciso”. “Sobre todo en la segunda y tercera ola [sus datos] coinciden más con los de la Consejería”, añade. “La única discrepancia son las UCI médicas”. Es decir, la capacidad estructural de esas unidades de cuidados intensivos, cuya ocupación deriva en la paralización total o parcial de la asistencia a otras patologías. “Es crítico que la información que se transmite se ajuste a la realidad. Escuchar en la primera ola “al borde del colapso” es lenguaje mitigante, y si estás en la puerta de una UCI con un familiar que no puede entrar porque no hay hueco y lo que oye es “al borde” no es totalmente colapsado”, dice. “¿Hemos llegado a la imagen de gente muriéndose a la puerta del hospital? No, pero el colapso en Madrid, en España, en Europa occidental es esto, bajar mucho la calidad asistencial”.

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