La baza de la sorpresa (toma 9)
Nadie se esperaba el éxito de Coti. Y nadie sabía que Revólver iba a grabar un directo en el Circo Price
Dos horas y media preparadas durante tres meses a las afueras de Madrid. Y una noche de invierno que se erigió, sin que el público estuviera previamente informado, en el cuarto Básico de Carlos Goñi, hoy vecino del minúsculo pueblito de Gascones, en la sierra madrileña.
Esta mañana y otros cuentos, de Coti
(Universal, 2005)
Los discos en vivo suelen servir como refrendo de éxitos previos, una suerte de postal para recordar una noche concreta o una gira. En el caso del argentino ...
Dos horas y media preparadas durante tres meses a las afueras de Madrid. Y una noche de invierno que se erigió, sin que el público estuviera previamente informado, en el cuarto Básico de Carlos Goñi, hoy vecino del minúsculo pueblito de Gascones, en la sierra madrileña.
Esta mañana y otros cuentos, de Coti
(Universal, 2005)
Los discos en vivo suelen servir como refrendo de éxitos previos, una suerte de postal para recordar una noche concreta o una gira. En el caso del argentino Coti Sorokin sucedió exactamente al revés. Sus dos álbumes previos de estudio habían gozado de una repercusión muy tímida y el rosarino, un poco harto de la cantinela que lo presentaba como “el sucesor pop de Andrés Calamaro”, quiso refrendar su valía sin red de seguridad, con el botón rojo de grabación pulsado y las cámaras como testigo. La grabación de aquel 3 de marzo de 2005 se ventiló en dos horas y media intensísimas, pero los preparativos, entre ensayos y preproducción, habían durado tres largos meses. “A la postre, nunca he invertido tanto trabajo en un solo disco”, desvela.
Tanto el testimonio fonográfico como el documento audiovisual reflejan una noche gloriosa. El único fallo es que, para disponer de mayor espacio y tiros de cámara, Coti decidió trasladarse hasta los estudios Groucho, en El Álamo, y solo 40 espectadores fueron testigos privilegiados en primera persona. Ellos descubrieron la sorpresa más monumental de la noche: Nada fue un error, una pieza que había pasado de puntillas en Coti (2002), adquirió una fuerza inusitada cuando le secundaron en directo las mexicanas Julieta Venegas y Paulina Rubio. Y se erigió en uno de los cortes más radiados en España y Argentina durante 2005.
Otros dos nombres ilustres y versátiles para el mercado peninsular, Josemi Carmona (Ketama) e Ismael Serrano, contribuyeron a dar lustre a un álbum que se disparó por encima de los 200.000 ejemplares vendidos. Entre los temas inéditos, el espléndido Mar de gente, compuesto junto al hermano menor del firmante, Matías Sorokin. Coti lleva otros seis álbumes más desde entonces, pero ninguno ha podido hacerle sombra en popularidad.
Básico IV, de Revólver
(Altafonte, 2019)
Carlos Goñi es un amante como pocos de los discos en directo. Confeso y superlativo. Se trata de un detalle más que avala la eterna etiqueta que le acompaña desde que se estableciera como Revólver, justo tres décadas atrás: “el Bruce Springsteen español”. El calificativo le halaga, aunque, como toda generalidad, le parezca perezoso e incompleto. Pero igual que el Boss ha salpicado su discografía con media docena de álbumes oficiales en vivo (el primero, Live 1975-1985, un ¡quíntuple! vinilo), más otro buen puñado difundido a través de su web, Goñi también suma sus buenos seis elepés registrados sobre los escenarios, sin trampa ni cartón. Básico IV, el más reciente, no es el que goza de mayor popularidad. Pero él tiene claro que no hay ninguno tan brillante como este. Y dispone de argumentos para avalar el diagnóstico.
“Soy un apasionado de los álbumes en vivo”, certifica. “Si por mí fuera, publicaría uno por cada gira, a modo de testimonio, de fotografía histórica. ¿Cuántos discos en directo suma ya Neil Young? ¿Alguien se los recriminaría? No, por favor: que siga publicándolos”. A su juicio, Básico IV cuenta con la ventaja adicional de que nunca había dispuesto de una banda tan extraordinaria, siete músicos “con los que seguiría hasta el último día y el último concierto”. Y que, a diferencia de cualquiera de sus antecesores, y de la inmensa mayoría de discos frente al público, los asistentes “no tenían ni la más remota idea” de que el concierto sería inmortalizado.
Aquel 23 de enero de 2019 en el Circo Price resultó, en efecto, mágico. La reacción del público cuando recibe la noticia de que el concierto se convertirá en disco, justo tras concluir Lisa y Fran, entra en el catálogo de momentazos de nuestro pop reciente. Goñi y su equipo guardaron el secreto como si de una cuestión de estado se tratara. A partir de esa tercera canción de la noche, los surcos capturan una intensa sensación de alborozo. Tanto en los momentos más próximos al rock americano, la gran especialidad de la casa, como en los guiños al sonido de Van Morrison o incluso en esa aproximación al bolero que es Eso de saber.
En teoría, aquella noche de hace dos inviernos, dentro del festival Inverfest, servía solo para conmemorar las bodas de plata de Básico (1993), un álbum pionero y exitosísimo, también con remite madrileño. La idea había partido de Los 40 Principales, deseosa de encontrar un formato análogo al de los MTV Unplugged. Aquel trabajo de Goñi fue el primero y el más logrado de cuantos lo llevaron a cabo. Pero la grabación, en los estudios Cinearte y ante un público muy reducido, tiene algo de aséptica. Básico IV no repite ninguna canción de sus tres hermanos mayores y los mejora en todo. En calidez, sobre todo. Y eso que Goñi, por aquello de manejar un guion para todo el equipo de grabación, no pudo poner en práctica su formato favorito de directo: disponer de unas 50 canciones perfectamente preparadas y escoger el repertorio sobre la marcha, “en función del pálpito de cada momento”. Lo hace a menudo Van Morrison, por ejemplo, y a él le encanta. “Es la manera de evitar automatismos. Aunque termine siendo, para mis músicos y para mí mismo, un via crucis…”.