¿Es posible un Madrid con todo a mano en 15 minutos?
Los madrileños van a pasar más tiempo en sus barrios durante la fase de desescalada, una meta de los urbanistas que buscan descentralizar la capital
La entrada en las nuevas fases de desconfinamiento va a ser una oportunidad para que muchos madrileños descubran los 131 barrios de la ciudad que habitan. Poco a poco saldrán de sus casas, pero muchos seguirán teletrabajando, van a evitar el uso del metro por miedo al contagio y no tendrán opción de ir a grandes eventos en los estadios de fútbol, el WiZink o Ifema porque seguirán prohibidos. En una ciudad donde la oferta de ocio y cultura del centro era un poderoso imán para quienes viven en la periferia, muchos buscarán alternativas cerca de casa. Esta situación extraordinaria y temporal pued...
La entrada en las nuevas fases de desconfinamiento va a ser una oportunidad para que muchos madrileños descubran los 131 barrios de la ciudad que habitan. Poco a poco saldrán de sus casas, pero muchos seguirán teletrabajando, van a evitar el uso del metro por miedo al contagio y no tendrán opción de ir a grandes eventos en los estadios de fútbol, el WiZink o Ifema porque seguirán prohibidos. En una ciudad donde la oferta de ocio y cultura del centro era un poderoso imán para quienes viven en la periferia, muchos buscarán alternativas cerca de casa. Esta situación extraordinaria y temporal puede ser un experimento para probar la viabilidad de propuestas como “la ciudad del cuarto de hora”, un plan prepandemia de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, por el que puedes encontrar todo lo que necesitas, como máximo, a 15 minutos de casa, a pie o en bici.
Es la vuelta a lo local, uno de los horizontes del urbanismo desde los tiempos de Jane Jacobs, la estadounidense que en los sesenta lideró la oposición a los planes de construir una gran autopista en el sur de Manhattan que hubiera atravesado los barrios actuales de SoHo, Chinatown y Greenwich Village. La lucha contra el cambio climático y por una movilidad sostenible ha puesto en boga estas ideas. El coronavirus puede darles un nuevo impulso. “Le hemos dado muy poca importancia a que desapareciera la tienda de la esquina. Ahora va a ganar mucho valor la cercanía”, dice el exdecano del Colegio de Arquitectos de Madrid José María Ezquiaga. Pero “no todo el mundo tiene una zona verde o un centro de salud cerca de casa”, apunta.
Quizás por eso y por el miedo al contacto físico algunos urbanistas son pesimistas sobre esta nueva etapa. Las propuestas de Jacobs y sus sucesores promueven la convivencia y lo que podría suceder es justo lo contrario. “La gente va a pasar más tiempo en sus casas porque en el barrio no tiene sitio para estar. El espacio público en gran parte de Madrid no está preparado para que la gente pasee tranquilamente”, dice Agustín Hernández, catedrático de la Universidad Politécnica.
Durante la fase 0, los ciudadanos solo pueden dar paseos dentro de un radio de un kilómetro desde sus viviendas. Muchos notarán que es difícil respetar los dos metros de separación recomendados entre personas. El 65% de las aceras de Madrid tiene menos de 3,5 metros de ancho. Varias ciudades ya han anunciado planes de emergencia para que los peatones puedan respetar las distancias Barcelona, Vigo, A Coruña, Vitoria o París han anunciado que prohibirán varias calles o ampliarán aceras. Los críticos dicen que la epidemia requiere lo contrario: dar más espacio al coche.
Hernández dirigió en 1997 el libro Ciudad de Ciudadanos (junto con Julio Alguacil, María Medina y Carmen Moreno) en el que defendía el ámbito del barrio-ciudad, delimitado como un área urbana de dos kilómetros y con una población de 30.000 habitantes, donde deberían existir dotaciones necesarias para el desarrollo y satisfacción de las necesidades de sus habitantes. Es una medida que se aproxima a de la mayoría de barrios según la división administrativa de Madrid. 27 tienen entre 25.000 y 35.000 habitantes. ″Es es tamaño de muchos pueblos medianos en los que tienes todo a mano en 15 minutos", dice Hernández. Según los urbanistas que defienden el diseño policéntrico, es hora de poner freno a la tendencia centralizadora que ha guiado a las megalópolis desde hace décadas, según la cual los trabajos y el ocio están en el centro y los ciudadanos consumen buena parte de su día en desplazamientos.
La ciudad de los 15 minutos o Ville Du Quart D’Heure es una promesa que la alcaldesa de París hizo en enero en la campaña para las elecciones interrumpidas por la pandemia. Su nuevo plan es una profundización de sus propuestas para reducir el tráfico de coches y devolver la ciudad a los peatones. Según su asesor, el profesor de la Sorbona de origen colombiano Carlos Moreno, seis cosas hacen que un urbanita sea feliz: una vivienda digna, un trabajo en las condiciones correctas, capacidad para conseguir bienes básicos, bienestar, educación y ocio. “Para mejorar la calidad de vida hace falta reducir el perímetro de acceso a estas seis funciones”, le dijo al diario Liberation.
Madrid está lejos de cumplir con el objetivo de los 15 minutos. Cada madrileño invierte de media casi una hora y diez minutos al día en viajes por la ciudad, según la última encuesta de movilidad de la Comunidad de Madrid, presentada en febrero. Dos flujos intensos son los motivados por el trabajo y la escuela.
El objetivo de los 15 minutos no es nuevo en Madrid. El Ayuntamiento ha hecho análisis de equipamientos por barrios desde el plan urbanístico de 1985. El siguiente y actual, de 1997, incluye incluso un criterio de accesibilidad que toma el círculo del kilómetro de distancia como localización óptima de escuelas, centros de salud o centros de mayores. ¿Qué ha fallado?
Según María Medina, técnica de planeamiento urbanístico del Ayuntamiento madrileño desde hace 40 años, la ciudad de los 15 minutos no será más que buenos deseos si no va acompañada de otras medidas que reduzcan la fuerte segregación de renta entre norte y sur en la ciudad. También pone el foco en las políticas liberalizadoras del Partido Popular en la Comunidad de Madrid, en particular las que han permitido elegir centro de salud o escuela con independencia del lugar de residencia. “Hay que acabar con la liberalización y posibilitar que todos los madrileños tengan acceso a unos centros educativos y sanitarios públicos de calidad, independientemente de su nivel de renta y barrio de residencia", dice Medina.
Madrid Central, la intervención más decidida que ha tomado el Ayuntamiento para hacer la capital más habitable, se circunscribe al centro de la ciudad. Los expertos piden extender esas medidas a los barrios, como ya contempla el proyecto de plan Madrid 360 del alcalde José Luis Martínez-Almeida. Hernández pone el ejemplo de las “supermanzanas” de Barcelona, células urbanas de unos 400 por 400 metros, donde se reduce al mínimo el tráfico de coches y los aparcamientos en superficie.
Isabela Velázquez, del estudio de arquitectura Gea21, cree que se debería aprovechar el nuevo ciclo keynesiano de inversiones públicas para descentralizar Madrid. Pone el énfasis en la disponibilidad de puestos de trabajo en los barrios. "Se podría promover que haya más empleo en los nodos de transporte público o en las zonas desiertas de trabajo. También recuerda que el Ayuntamiento no se puede conformar con dotar de equipamientos a los barrios para que solo los usen unos pocos. Dice que recientemente se encontraba en Vallecas buscando un centro cultural y no tenía batería en el móvil. Preguntando a los vecinos casi nadie sabía orientarla. “Es una pena porque es un centro magnífico pero la gente no lo conoce”.
Su compañero de estudio, Carlos Verdaguer, advierte de que la nueva etapa supone una oportunidad, pero también una amenaza. “Hay motivos para el optimismo, pero no se puede predecir el futuro”, dice él. “Nosotros buscamos la descentralización, pero manteniendo la densidad social. Y ahora nos encontramos con el miedo al contacto humano. Lo peor que podría pasar sería que en adelante prolifere el modelo de comunidades cerradas y apartadas, más dañino social y ecológicamente. Debemos caminar hacia algo más positivo”.
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