Yolanda Díaz huye del plebiscito sobre el sanchismo

Cerrado el conflicto de las listas, Sumar busca su hueco fuera de las posiciones más polarizadas

Yolanda Díaz, el sábado en la manifestación del Orgullo LGTBI en Madrid.Manu Fernández (Associated Press/LaPresse)

La calle de Madrid no es un lugar fácil para los políticos del Gobierno. En ningún sitio como en la capital se palpa a flor de piel la hostilidad que una parte de la población ha cultivado contra eso que llaman sanchismo. Pero Yolanda Díaz logra escapar a ese ambiente enfebrecido y encanallado. La vicepresidenta segunda y candidata de Sumar sale de su residencia en el edificio de Nuevos Ministerios, se toma un vino en una terraza y se da un largo paseo por el barrio de Chamberí,...

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La calle de Madrid no es un lugar fácil para los políticos del Gobierno. En ningún sitio como en la capital se palpa a flor de piel la hostilidad que una parte de la población ha cultivado contra eso que llaman sanchismo. Pero Yolanda Díaz logra escapar a ese ambiente enfebrecido y encanallado. La vicepresidenta segunda y candidata de Sumar sale de su residencia en el edificio de Nuevos Ministerios, se toma un vino en una terraza y se da un largo paseo por el barrio de Chamberí, feudo electoral claramente conservador, sin que la asalte una mala palabra. Al contrario, de vez en cuando se acerca alguien a pedirle una foto, el joyero artesanal que vende sus creaciones por la calle le declara su admiración y una mujer sale apresurada de un bar para acariciarle los oídos:

— ¡Te queremos mucho, Yolanda! Llevamos toda la mañana hablando de ti.

Díaz, uno de los rostros más populares del Gobierno y encarnación de su ala izquierda, ha conseguido evitar la animadversión que la derecha profesa a Pedro Sánchez. Lo confirman todas las encuestas: es una mujer que no suscita grandes rechazos, ni siquiera entre el electorado conservador. Ella se agarra a ese fenómeno para buscar su hueco en una atmósfera tan polarizada con un estilo radicalmente opuesto al del viejo Unidas Podemos (UP).

Allá donde Pablo Iglesias llamaba a alistarse a una guerra cultural sin descanso con la derecha, la líder de Sumar apuesta por una campaña centrada en “propuestas para mejorar la vida de la gente” y en procurar la “transversalidad”. Es el método con el que intenta no quedar sepultada en ese plebiscito sobre el dichoso sanchismo en que ya se convirtió la campaña del 28-M y que corre el riesgo de reproducirse en esta. Y al mismo tiempo diferenciarse del PSOE sin dejar por ello de reivindicar el legado del Gobierno de coalición.

En la semana en que toda la atención preelectoral estuvo volcada en la presencia de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en El Hormiguero, la vicepresidenta tuvo que conformarse con una cita televisiva de bastante menos impacto, El Intermedio. Allí debió enfrentarse de nuevo a la cuestión que la persigue en cada entrevista en las últimas dos semanas: ¿vetó usted a Irene Montero en las listas electorales? Desde que se cerraron las candidaturas, el ruido interno en el espacio a la izquierda del PSOE ha cesado casi por completo. Del grupo más próximo a Iglesias no han vuelto a escucharse críticas, aunque tampoco inequívocas manifestaciones de apoyo. La dirección de Sumar ha incorporado a personalidades de Podemos como el economista Nacho Álvarez, número dos en el Ministerio de Asuntos Sociales de Ione Belarra, o Alejandra Jacinto, la reciente candidata de la formación en las elecciones autonómicas de Madrid. En Sumar sostienen que les habría resultado más pernicioso soportar los ataques por las consecuencias de la ley del solo sí es sí, uno de los grandes elementos de desgaste del Gobierno, si la ministra de Igualdad hubiese tenido protagonismo en la campaña. Pero los ecos del conflicto interno todavía no se han acallado, con el consiguiente daño a un espacio político que ya arrastra el estigma de su procelosa convivencia interna.

La agonía que precedió a la elaboración de las listas, con la incertidumbre sobre si Podemos se incorporaba o no a la plataforma, retardó el arranque del proyecto. “La campaña no ha arrancado, pero no para nosotros, para nadie”, afirma un destacado dirigente de la formación. La discusión sobre los pactos en municipios y comunidades autónomas, en todo caso, y la vertiente televisiva de la precampaña han conferido a PSOE, PP e incluso a Vox un protagonismo mucho mayor que a Díaz. En Sumar se dan por satisfechos con la cuota de atención que alcanzó su última propuesta, la de reducir la jornada laboral a 32 horas semanales, y que les ha permitido acuñar un mensaje: “Si volvemos al Gobierno, saldrás del trabajo una hora antes”.

Hace unos meses, cuando el proyecto de Díaz estaba todavía en embrión, las encuestas dispararon sus expectativas. Algún analista como Iván Redondo, antiguo gurú de Sánchez, hasta otorgaba a la política gallega posibilidades de convertirse en la primera presidenta del Gobierno. Las expectativas han menguado desde entonces. Los sondeos apuntan ahora a que parte del voto que Sumar podía arrebatar al PSOE está regresando a Sánchez. La mayoría de las encuestas sitúa al movimiento de Díaz en unos niveles similares a los que obtuvo UP en 2019.

En la dirección de Sumar lo admiten, pero subrayan que lo que han conseguido por ahora es evitar la desbandada en la franja a la izquierda del PSOE registrada el 28-M. Y apelan a situaciones recientes para desmentir que ese espacio esté sufriendo de desmovilización. En solo una semana, subrayan, han logrado recaudar 1,7 millones de euros en microcréditos para financiar la campaña. En la sede central de Madrid pidieron voluntarios para las actividades electorales y el sábado se presentaron 500 personas. “Y lo mejor es que la mayoría no ha tenido nada que ver antes con Unidas Podemos”, señala un miembro del equipo de campaña para manifestar su interés en atraer a gente nueva, sin una clara vinculación política hasta ahora, El viernes, Díaz disfrutó de una calurosa acogida en la sede central de UGT, pese a su vinculación personal con CC OO.

La candidata ha tenido que encajar la mala noticia de la negativa de Feijóo a participar en un debate a cuatro con ella, Sánchez y Santiago Abascal. Díaz ha lucido mucho en el Parlamento en los últimos años y un duelo televisado le ofrecía la ocasión de sacar la cabeza en medio del pugilato de los dos grandes. Sin el líder del PP, la cita pierde interés y abre dudas sobre cómo actuar ante su colega de Gobierno y el discurso duro de la extrema derecha.

Con todo ese bagaje, Díaz se echará a la carretera la próxima semana. Entre los calores de julio, su equipo le ha programado dos actos por día hasta abarcar casi toda España. La candidata se ha desmarcado claramente del mensaje de Sánchez de que la economía “va como una moto”. “Aunque los datos macroeconómicos sean buenos, mucha gente está sufriendo”, enfatiza. Por ahí pretende ir su campaña propositiva, ofrecer medidas que mejoren la situación económica de los más apurados. “Y hay que esperar a la última semana”, advierte. “Según todos los expertos, es cuando el 30% de la gente decide su voto. Ahí nos veremos”.

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