Un brusco cambio de ciclo de Feijóo que pasa por la alianza de PP-Vox
En el Partido Popular no hay un criterio común sobre cómo relacionarse con los de Abascal. Los ultras se contentan con que se visibilice que pueden imponer su agenda desde las concejalías. Ambas formaciones han cerrado pactos en 25 de las 51 ciudades donde sumaban mayoría absoluta
El PP de Alberto Núñez Feijóo es un salpicón muy variado, sin una estrategia común. La ideología imperante es gobernar, como se vio el sábado en la constitución de decenas de ayuntamientos, donde ha dado entrada a Vox y ha asumido parte de la agenda de la ultraderecha. El lema es el mensaje. Ese cambio de ciclo “histórico” que pregonó el sábado de nuevo el líder popular es al mismo tiempo “tranq...
El PP de Alberto Núñez Feijóo es un salpicón muy variado, sin una estrategia común. La ideología imperante es gobernar, como se vio el sábado en la constitución de decenas de ayuntamientos, donde ha dado entrada a Vox y ha asumido parte de la agenda de la ultraderecha. El lema es el mensaje. Ese cambio de ciclo “histórico” que pregonó el sábado de nuevo el líder popular es al mismo tiempo “tranquilo, sosegado, pero intenso”. No hay un criterio común sobre cómo relacionarse con Vox o Santiago Abascal, sobre los que Feijóo evita hablar y hasta pensar estos días: que lo decidan los barones territoriales y los líderes locales donde sea estrictamente necesario, pero sin molestar o empedrar demasiado el camino hacia La Moncloa.
En la Comunidad Valenciana, donde el pacto autonómico de PP con Vox se cerró en dos horas el martes, el sábado se le negó hasta la Concejalía de Festejos en Valencia capital a la formación ultra. La alcaldesa, la popular María José Catalá, no necesitaba los votos de Vox para ser investida. En otros territorios sí se asumieron sus peticiones, como en Elche (Alicante), Ciudad Real, Valladolid... El PP gobernará con Vox en cinco capitales de provincia, a las que el sábado sumó grandes ciudades como Alcalá de Henares y Móstoles (Madrid) o Torrent (Valencia). En total, de las 51 ciudades de más de 30.000 habitantes donde el PP y Vox sumaban mayoría, en 25 han sellado pactos de gobierno. En 14 de ellas los socialistas fueron la lista más votada.
Vox habría querido una negociación más nacional, pero se contenta con poco para que se visibilice que también pueden empezar a gobernar e imponer sus políticas y su agenda desde las concejalías. El viernes, en su última intervención pública en una pequeña emisora de internet, Santiago Abascal fijó algunos de los criterios que Vox ha manejado en estas complicadas negociaciones con el PP por casi toda España para, según ellos, alrededor de 140 gobiernos comunes.
La idea genérica que quiso esculpir fue la de que Vox no se mueve por sillones, “sino para favorecer los intereses de los ciudadanos y no ponerles dificultades”. Luego fue mucho más concreto y señaló qué pretende Vox al entrar en los ayuntamientos con el PP: “Acabar con esas tonterías de los bancos de colorines y los semáforos de falditas”. En un comunicado, el partido de extrema derecha se ha comprometido a eliminar “concejalías ideológicas como las de Igualdad”. También el Ministerio, algo que Feijóo comparte. El partido de Abascal llama “chiringuitos” a las plataformas y organizaciones que han promovido en estos años políticas de no discriminación de las mujeres, los homosexuales y las personas trans. También entiende que hay que prescindir de todas las políticas que primen la pluralidad lingüística y políticas contra el cambio climático, como han firmado en los acuerdos de Elche, por ejemplo, donde se comprometen a eliminar el carril bici. En Villaviciosa de Odón (Madrid), los ultras se quedan con la Concejalía de Medio Ambiente.
Mientras Abascal hablaba en esa radio muy próxima a Vox, ya había estallado en toda su intensidad la polémica en Valencia por unas declaraciones del aspirante de la formación ultra a presidir el Parlamento valenciano, José María Llanos, en las que negaba la existencia de la violencia machista y de género. La dirección nacional del PP se vio obligada a subrayar que no aceptará una marcha atrás en estas políticas.
El sábado, en Toledo, donde PP y Vox gobernarán en coalición, la líder de Vox, Inés Cañizares, respondió a preguntas de los periodistas: “La violencia es violencia y no toda la violencia que se pueda ejercer tiene un calificativo específico, entonces hay que ir a las causas y no tanto a los eslóganes y las etiquetas”. Su compañera en Elche, Aurora Rodil, que llevará la cartera de Familia, aseguró en el pleno de constitución que defenderá a “los nacidos” y “los no nacidos”. El nuevo alcalde popular de la ciudad alicantina, Pablo Ruz, aseguró que trabajará para erradicar “la violencia sobre las mujeres” y recalcó que luchará contra “cualquier tipo de violencia”.
Feijóo no dedicó el sábado ni una mención a esa polémica que lo enfrenta con una gran masa transversal del electorado y con el muy movilizado voto femenino en su visita a Celadas, un pequeño pueblo de Teruel. Habló de agua, alcantarillado, saneamiento, limpieza y servicios públicos en la España vacía. Dijo algo de farolas, pero nada de semáforos de colorines.
A Feijóo le agrada sobremanera recordar que él procede de un pueblo similar (Os Peares, Ourense, en el centro de la Galicia más rural), para ensalzar implícitamente el logro de su ascendencia desde esos orígenes humildes y para demostrar que sabe de lo que habla cuando promete empresas, puestos de trabajo y conectividad para ese mundo olvidado de la España vacía.
En el discurso de Feijóo no hubo más ideas y se reservó para el final de su intervención que el 23-J “finaliza el vuelco electoral” y que ese día será “histórico para la democracia”. Nada tampoco sobre Vox. Nada sobre los pactos que se cerraban el sábado mismo con Vox por media España. Nada sobre la preponderancia prometida y luego olvidada para que gobernasen las listas más votadas. El PP entiende que ese compromiso decayó cuando el PSOE no lo asumió a nivel estatal, pese a que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, sí lo quería suscribir en su región. El PP asumirá las alcaldías de Toledo, Guadalajara y Talavera de la Reina con Vox pese a que el PSOE ganó allí las elecciones.
Esa confusión y aparente descoordinación se explica desde el PP por la variedad de casos, la personalidad de los implicados y por cómo ha sido el comportamiento de los responsables socialistas. Esa casuística le sirve también al PP de Feijóo para presumir de responsabilidad y actitud de Estado en los apoyos prestados gratis para que el PSOE asumiera las Alcaldías de Vitoria, donde el PNV y el PSOE ya tenían un acuerdo, y Barcelona. El socialista Jaume Collboni fue elegido nuevo regidor de la capital catalana después de que Ada Colau renunciara a entrar en el gobierno y con los votos del PP. El portavoz de campaña de Feijóo, Borja Sémper, tuiteó: “Barcelona y Vitoria tendrán alcalde y alcaldesa socialistas gracias al voto de los concejales del PP. No importa cuántos lo reconozcan, pero esto significa estar a la altura de las circunstancias y generosidad política”.
Fuentes del entorno de Feijóo aseguraron que el jueves su coordinador general contactó con Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, para ofrecer su apoyo a Collboni sin Ada Colau. En cambio, fuentes socialistas aseguran que todas las conversaciones las han pilotado desde el PSC, informa Clara Blanchar. Los comunes aceptaron el sábado no entrar en el gobierno y votar a Collboni.
La posición oficial del PP había sido hasta el viernes votar a su propio candidato, Daniel Sirera, lo que habría permitido a Xavier Trias, el aspirante de Junts, el partido del fugado Carles Puigdemont, ostentar el bastón de mando de Barcelona. El giro se ejecutó por la presión de gran parte del PP catalán y de su electorado.
Junto al escenario sin salida de Barcelona, al PP lo que más le ha ocupado y le sigue preocupando ante el 23-J es cómo manejar su relación con Vox. Feijóo y Abascal, de hecho, no se han puesto en contacto desde la noche de las elecciones locales del 28 de mayo, y entonces fue apenas para intercambiarse mensajes de felicitación mutua. Las negociaciones y los pactos en los territorios de estos días entre el PP y Vox los han llevado colaboradores de su máxima confianza. Los dos líderes tampoco se conocen tanto. Durante años pertenecieron al mismo partido, el PP, pero son de generaciones, estilos y procedencias muy diferentes.
En esas negociaciones tras el 28-M se han observado, además, dos maneras muy distintas de comportarse. El PP de Feijóo ha sido más sibilino, escurridizo, lo que ha molestado especialmente en Vox, donde Abascal ha llegado a denunciar abiertamente que han debido de vadearse con hasta 17 líderes, formas y métodos diferentes de dialogar, tantos como territorios. Mientras el líder valenciano del PP, Carlos Mazón, tramitó el acuerdo en dos horas, la extremeña María Guardiola fijaba líneas rojas infranqueables antes incluso de conocerse el resultado de las urnas. Mazón se dispone a asumir la presidencia de la Generalitat Valenciana y Guardiola se abrió por primera vez el viernes a integrar a miembros de Vox en su Gobierno.
Proteger al líder
Feijóo dejó en teoría manos libres a los presidentes autonómicos en liza y a sus alcaldes, con la supervisión de Elías Bendodo, su número tres, y de Miguel Tellado, vicesecretario nacional de Organización. Esa metodología tenía un sentido, proteger al líder en caso de fracaso. El éxito donde se gobierne se lo irá apuntando ahora en la gira por todas las provincias que ya ha comenzado ante la dura y larga campaña electoral que se avecina para el 23-J.
En Vox han tomado buena nota de ese estilo y ahora esperarán a ver cómo les va en esos comicios nacionales. La cúpula cada vez más restringida de la que se ha rodeado Abascal en Vox sigue sin fiarse ni mucho ni nada del PP. Les desconciertan sus diferentes posiciones sobre los pactos territoriales a alcanzar entre ambas formaciones hasta el punto de concluir, en estas jornadas de contactos tras el 28-M, que existen diferencias serias entre algunos miembros de la cúpula del partido que lidera Feijóo.
El propio Abascal ha abundado durante una entrevista esta semana con la agencia Servimedia en su desconcierto sobre cómo están actuando, entiende que por libre y sin un criterio general, los dirigentes del PP con los que han contactado en estos días en diferentes territorios. “De Vox ya saben lo que se puede esperar en las regiones, en los ayuntamientos y a partir del 23 de julio. Del PP no lo sabe nadie, los españoles, ni lo sé yo”, comentó tras tildar de “profundo error” lo sucedido por ejemplo en Murcia, donde el PP de Fernando López Miras no les ha reservado un mísero puesto en la Mesa de su Asamblea regional. Y concluyó Abascal: “Lo que sí digo es que hay un Vox y 17 PP”.
El candidato de Vox a las generales interpretó así lo que ocurrió en Murcia, que luego se ha repetido esporádicamente en algunos ayuntamientos. En Castellón las dos formaciones estuvieron a punto de llegar a un acuerdo, pero al final la popular Begoña Carrasco fue elegida sin los votos de Vox porque no quiso ceder materias como la violencia machista o la Agenda 2030.
Abascal ha querido dejar claro que Vox, a estas alturas, no está ni por mirar para otro lado cuando tengan opción de poder entrar en los gobiernos ni por entregar sus votos gratis al PP, porque ese es un escenario que ve “fuera de la realidad”. El caso de Murcia es ilustrativo sobre hasta dónde se plantea llegar la formación ultra en algunas conversaciones. Abascal advirtió ahí de que si Miras no rectifica y respeta el 18% de los electores que se decantaron por Vox, votarán en contra en su investidura y podría considerarse viable una repetición electoral. Uno de los argumentos que usó Mazón en la Comunidad Valenciana y que respaldó el equipo de Feijóo para justificar la rapidez de su pacto exprés con Vox era precisamente ese riesgo.
Abascal y Vox persiguen con estos comportamientos que el electorado aprecie que sí son una alternativa que puede formar parte de gobiernos con el PP, como ya sucedió en su momento en Castilla y León, aunque sea asumiendo carteras y áreas no muy importantes desde el punto de vista presupuestario. El sábado Vox entró en los gobiernos de ciudades tan relevantes en población como Valladolid, Elche (Alicante), Molina de Segura y Cieza (Murcia), Alcalá de Henares, Aranjuez, Arganda del Rey, Colmenar Viejo, Móstoles y Galapagar (Madrid), Calvià (Mallorca), Lucena (Córdoba) y Tomelloso (Ciudad Real).
El encontronazo de Murcia, que en Vox no se esperaban, marca un criterio general. Vox continuará las negociaciones en otras comunidades, también en Murcia, hasta el final, pero en el entorno de Abascal advierten: “Repetir las elecciones es la última opción, pero es una opción”. Y recuerdan que hace cuatro años ya se llevó esa amenaza hasta el final, en pleno mes de agosto, por ejemplo en los contactos para el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
La sinuosa relación del Partido Popular con Vox no ha terminado aún. Quedan varias autonomías por cerrar y en el horizonte ya se divisa el escenario posterior al 23-J si los de Feijóo ganan sin mayoría absoluta pero suman con la ultraderecha.
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