Puigdemont y Junts exploran los incentivos para la repetición electoral: campaña presencial y hundir a ERC
El ‘expresident’ cree que su regreso tras la aprobación de la amnistía da “opciones” de mejorar resultado del 12-M, mientras los republicanos descartan volver a las urnas
Carles Puigdemont sostiene en público que no es deseable una repetición electoral. “Sería una mala noticia para los ciudadanos”, manifestó el lunes por la mañana, tras haber digerido el resultado de unos comicios que le dejan en segundo lugar tras el PSC y que han finiquitado la mayoría que sumaban las fuerzas independentistas en el Parlament. Si se bloquea la formación del Govern y hay que volver a las urnas en otoño...
Carles Puigdemont sostiene en público que no es deseable una repetición electoral. “Sería una mala noticia para los ciudadanos”, manifestó el lunes por la mañana, tras haber digerido el resultado de unos comicios que le dejan en segundo lugar tras el PSC y que han finiquitado la mayoría que sumaban las fuerzas independentistas en el Parlament. Si se bloquea la formación del Govern y hay que volver a las urnas en otoño se genera una factura económica de casi 30 millones de euros, según cálculos de la Generalitat. Pero lo malo para todos no siempre es lo peor para alguien. En Junts contemplan también el escenario en el que la repetición implicaría un beneficio político para el partido y muy especialmente para el futuro personal del aún eurodiputado.
Con la amnistía activada, Puigdemont podría hacer campaña de manera presencial en territorio catalán después de casi siete años viviendo en Bruselas para evitar a la justicia española y rentabilizar electoralmente su retorno. “En un contexto como ese tendríamos más opciones”, ha admitido el propio fundador de Junts, después de una campaña en la que prometió que daría un paso atrás si no regresaba a la Generalitat. No es el único incentivo. Junts tendría la posibilidad de rematar en las urnas a su archirrival independentista: Esquerra Republicana, que de momento no quiere saber nada de volver a las urnas. “No podemos pensar en elecciones nuevas, hay muchos meses para que los que han ganado lleguen a un acuerdo de gobernabilidad. Nosotros no seremos un bloqueo”, defendió ayer Joan Ignasi Elena, consejero de Interior en funciones. Tras los pésimos resultados de este domingo y la decisión de Pere Aragonès de asumir en persona la debacle electoral, el partido republicano ha quedado tocado y podría salir fuertemente trasquilado de una nueva refriega electoral. Empezando por la falta de candidato: no está claro que Junqueras pueda serlo en el caso de que se presente una cuestión prejudicial sobre la amnistía ante la justicia europea.
La ley de amnistía que da carpetazo a las causas judiciales derivadas del procés tiene que ser aprobada a finales de mes con una votación en el Congreso. A partir de ahí, sobre el papel, entran en vigor sus efectos. Por ejemplo, el levantamiento de forma “inmediata” de las medidas cautelares que pesan sobre Puigdemont. El expresidente catalán se marchó de España en 2017 para evitar someterse a la acción de la justicia por la organización del referéndum ilegal del 1-O y, sin amnistía, la policía podría detenerle.
Cuando la cúpula de Junts persuadió a Puigdemont para que aceptara ser el cabeza de lista para el 12-M, él puso sobre la mesa la necesidad de desplegar una logística que le sirviera para tener contacto físico directo con sus votantes potenciales. Abandonó su casa en Waterloo (Bélgica) para trasladarse a vivir a la región francesa del Vallespir, a escasos kilómetros de la frontera de La Jonquera, y el partido se comprometió a fletar autocares llenos de incondicionales para darle calor en los mítines electorales. Puigdemont ha centrado toda su actividad de propaganda electoral en Argelès-sur-Mer y en Elna y, según datos de su partido, hasta 15.000 personas han acudido a ver en directo sus intervenciones durante los días previos a las elecciones. El tirón que tuvieron los actos organizados en el sur de Francia contagiaron de euforia a la dirección de Junts y llevaron a Puigdemont a cerrar sus mítines vaticinando un triunfo electoral que, al final, quedó lejos de producirse.
Pese a las complicaciones que se le avecinan para poder sumar apoyos —tendría que lograr el voto favorable de ERC y la CUP y la abstención del PSC—, el candidato de Junts insiste en su intención de presentarse a la investidura. Dice que es necesario articular “un Govern que funcione y de obediencia netamente catalana, que esté en condiciones de plantar cara a Madrid”. Con todo, el propio expresidente catalán ha manifestado públicamente que afrontar una nueva campaña electoral le pondría en una situación de igualdad para competir con sus rivales. “A nosotros nos ayudaría a superar como mínimo las dificultades que hemos tenido estos años para hacer política”, reconoció Puigdemont el lunes. “No hemos podido estar a pie de calle, en los debates ni salir en las fotos de los diarios”, lamentó.
Durante la pasada campaña, Puigdemont descartó asistir a los debates televisados, ya fuera telemáticamente o en un cara a cara personal con otros candidatos. Como alternativa, Junts optó por relegar a la número 2 de la lista, la empresaria Anna Navarro, y dejó la representación de la candidatura en manos del número 3, el exconsejero Josep Rull.
Repetir las elecciones catalanas en otoño reforzaría la idea de polarización entre el socialista Salvador Illa y el candidato Puigdemont, una suerte de segunda vuelta electoral. En la previa del 12 de mayo, Junts ya fundamentó su argumentario en la idea de que Puigdemont era el único voto útil para contrarrestar la ventaja que llevaba Illa en las encuestas. Esquerra ha quedado gravemente lastimada por los pobres resultados del 12-M, y la repetición electoral implicaría ponerse de nuevo a prueba del electorado con las heridas aún tiernas. Con Pere Aragonès retirado, la carta que le queda por jugar a ERC es la de Oriol Junqueras, que mantiene una relación de feroz rivalidad, política y personal, con el líder de Junts. Otro acicate para Puigdemont, por si le faltara alguno.