Viaje a tres barrios andaluces de mayor abstención: “Nos tienen abandonados”
Los distritos donde se registró la menor participación en las urnas del 19-J están entre las zonas más pobres de Sevilla (Las 3.000 Viviendas) y Cádiz (Puerto Serrano)
Sonia García, de 36 años, utiliza la barra del colmado de su barrio a modo de bar. Es viernes, mediodía, y García apura su refresco mientras despacha con las vecinas que llegan a comprar. “¡Esto es mucho más barato que el Mercadona!”, bromea la mujer. Los 500 euros que le quedan de paga, después de perder su trabajo como limpiadora por la pandemia, los distribuye a duras penas para comprar el sustento de su marido —también desempleado— y sus cinco hijos. “No voté el domingo. Yo no voy a votar así vengan aquí los del PSOE, PP o Vox a pedírmelo de rodillas. Tienen millones de euros de fondos eur...
Sonia García, de 36 años, utiliza la barra del colmado de su barrio a modo de bar. Es viernes, mediodía, y García apura su refresco mientras despacha con las vecinas que llegan a comprar. “¡Esto es mucho más barato que el Mercadona!”, bromea la mujer. Los 500 euros que le quedan de paga, después de perder su trabajo como limpiadora por la pandemia, los distribuye a duras penas para comprar el sustento de su marido —también desempleado— y sus cinco hijos. “No voté el domingo. Yo no voy a votar así vengan aquí los del PSOE, PP o Vox a pedírmelo de rodillas. Tienen millones de euros de fondos europeos y no hacen nada por el barrio. Nos tienen abandonados”, exclama García, mientras señala el suelo repleto de basura, hendiduras y cristales. Su piso, a escasos metros del local, está en uno de los edificios medio derruidos de la zona conocida popularmente como Las Vegas, la más humilde de Las 3.000 Viviendas, uno de los barrios más desfavorecidos de Sevilla y de España. La calle en la que García vive como puede, Viridiana, está en el distrito que el pasado domingo registró el dato de menor participación de toda Andalucía en las elecciones del 19 de junio: solo el 10,8% de los censados acudieron a votar.
— Dice que si votamos en el barrio- inquiere García a otra clienta.
— ¿Cómo vamos a votar? ¡Con los billetes que gana el Gobierno y tienen al barrio sin luz! ¡Son unos perros!
Porque la luz es la mayor preocupación que tienen ahora mismo los vecinos del barrio, después de cuatro meses sin electricidad por las plantaciones de marihuana, cuyos enganches ilegales a la red han provocado el desabastecimiento de la zona. El tráfico de droga, sumado a la alta conflictividad, hace que el paso de coches de policía sea continuo. “Aquí no somos todos iguales. Porque uno cometa un delito, pagamos todos. Y los políticos no hacen nada por el barrio por eso. Ni PP, ni PSOE, ni ningún partido político nos ayuda”, critica Nicanor Silvas, vendedor ambulante, de 56 años.
En la calle Utopía, Farina Navarro, de 23 años, mira con desesperanza y anhelo, desde su ventana, el nuevo transformador que la Administración acaba de instalar. “Por ahora solo tienen luz algunas casas”, se queja el hombre en el salón de su casa, junto a su madre, su esposa y su cuñada, en un reducido espacio en el que hay un sofá, una televisión sin usar y un carrito de supermercado en el que transporta la chatarra que recoge para ir tirando. “No fui a votar porque no me avisaron”, afirma. El alto grado de analfabetismo es otro problema endémico del vecindario.
Las escaleras del bloque de Navarro están a oscuras, medio rotas y el olor a insalubridad es penetrante. Fuera, los edificios con fachadas medio descubiertas —como si un misil les hubiera impactado—, dan sombra a quienes pasan la mañana a la fresca, en los bancos del barrio o en sillas de plástico que bajan desde su casa, frente a uno de los murales que se pintaron hace años para revitalizar la zona: un enorme rostro de Camarón de la Isla. Las 3.000 Viviendas está ubicado en el barrio del Polígono Sur de Sevilla, que ha repetido como el de menor renta neta media anual por habitante de España, a razón de 5.666 euros por persona, según datos del INE de 2021.
Más allá del colmado y de la asociación Entre Amigos, que ayuda a los vecinos con trámites burocráticos, no hay ni rastro de más locales de negocios entre los soportales del vecindario. Cartas Marruecas o Tristana, además de Viridiana, están entre las calles que conforman la retícula del distrito censal con mayor abstención de Andalucía, en el que, quienes sí votaron, lo hicieron mayoritariamente al PSOE (24 votos, un 41,4%), seguido de PP (10 apoyos, 17,2%), de Vox (8, 13,8%), Adelante Andalucía (7, 12,1%) y Por Andalucía (4, 6,9%).
En total, 35 votos para la izquierda y 18 para la derecha. Varias señoras mayores coinciden en que cogieron la papeleta “de la rosa” —en referencia al Partido Socialista—, porque es la formación a la que “siempre” han dado su apoyo. Andrea Nogales, de 32 años, es la excepción. Madre de una niña de ocho con necesidades especiales, y con estudios de Bachiller, Nogales llegó al barrio por “circunstancias de la vida” y sobrevive junto a su marido con una ayuda mensual de 182 euros. Ella votó a Adelante Andalucía. “Lo estamos pasando muy mal. Más ahora sin luz. Voté a Teresa Rodríguez porque la sigo en las redes sociales y me parece que lucha por la gente. Y por ver si esto cambia un poco”, sentencia Nogales, compungida.
Desafección y playa en Málaga
En otro de los barrios más pobres de Andalucía, el de Palma-Palmilla, en Málaga, la sensación el pasado viernes era similar a la que se respiraba en Las Vegas. En una de las mesas del bar Ferna, a rebosar de gente, desayunan Jennifer, de 29 años, y su madre, Silvia, de 46. Con un mitad —café con leche— y un pitufo mixto —bollito de pan con jamón cocido y queso fundido— sobre la mesa, afirman que ninguna fue a votar el 19 de junio. Silvia explica que no pudo ir porque le tocaba trabajar “y no está la cosa para perder clientela”. Su hija se muestra menos explícita: “No me dio ese punto de ir”. “Jamás he votado”, señala, consciente de que ha tenido ya varias oportunidades en su vida.
El caso de Jennifer y de Silvia no es excepcional en una barriada que registra la mayor abstención de la ciudad de Málaga. Las secciones censales de la zona, que rodean al local, rondan el 20% de participación, casi un tercio de la media provincial, que está en torno al 60%. En las elecciones autonómicas del 19 de junio se registró un dato insólito de baja participación en toda Andalucía: solo votó el 58,4%, menos ciudadanos que nunca. Y en Palma-Palmilla, solo uno de cada cinco vecinos ejerció el derecho al sufragio, dato similar al de los últimos comicios generales y municipales para un vecindario que acumula siete de las únicas 14 secciones censales en las que el PSOE obtuvo más votos que el PP en la capital malagueña. El abuelo y padre de Jennifer y Silvia siempre votó y fue fiel, precisamente, a los socialistas.
Ángel Valencia, catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Málaga, lo resume así: “Hay un componente de desafección como consecuencia del nivel de renta, de exclusión social, del contexto. A ello se suma que nadie responde a sus necesidades y que la izquierda no ha sabido movilizar: su campaña ha sido descafeinada, pero también su labor de oposición durante los últimos años”. En Palma-Palmilla, con casi un 80% de paro juvenil, la economía sumergida es el salvavidas de lo que José Miguel Santos, docente del colegio concertado Misioneras Cruzadas, define como “la otra ciudad”.
“Hay un componente de desafección como consecuencia del nivel de renta y exclusión social. A ello se suma que nadie responde a sus necesidades y que la izquierda no ha sabido movilizar”Ángel Valencia, catedrático de Ciencia Política
Santos conoce a buena parte de los vecinos porque ha dado o da clase a sus hijos, por eso no para de saludar mientras toma un café en el bar Ferna. Allí ofrece una razón más para el alto grado de abstención: “Los niños vienen menos a la escuela y eso les hace tener menos palabras para expresar cómo están, cómo se sienten. Esa pobreza de comunicación les hace sentir que su palabra no cuenta. Y, a la larga, que su voto tampoco sirve para comunicar, por lo que no acuden a votar”. Cuando cobra la cuenta, el propietario del negocio, Fernando, añade otro motivo más: “Aquí se pira todo el mundo a la playita temprano, seguro que eso influyó”, concluye mientras alguien le vuelve a pedir otro mitad.
La desazón y los jornaleros de Puerto Serrano
Cada día, a las tres y a las cinco de la mañana, las entradas al pueblo de Puerto Serrano (Cádiz) se llenan de jornaleros, listos para ir al campo a recoger patatas y melones. No importa si hace calor o no, si es festivo o laborable, la fruta no entiende de esperas en temporada. El pasado domingo, mientras Andalucía aún apuraba el descanso previo a la jornada electoral, la estampa se repitió. Ese es uno de los motivos que el alcalde de la localidad, Daniel Pérez, de Izquierda Unidas, (IU), encuentra para que su municipio volviese a llevarse el amargo mérito de ser uno de los puntos de mayor abstención de la comunidad. Pero hay más razones, aportadas también por los vecinos: la falta de alternativas al campo y de recursos económicos o, directamente, la pobreza que asola determinados barrios y les hastía hasta el extremo de renunciar a votar.
Solo un 11,8% de los vecinos con derecho a sufragio de uno de los distritos censales del pueblo se animó a acercarse por las urnas el pasado domingo, poco menos de 63 personas, lo que le sitúa como el segundo vecindario de mayor abstención de Andalucía. El porcentaje fue hasta 7,2 puntos menos que en las últimas elecciones autonómicas y tiró hacia bajo la media de participación del pueblo, de 7.000 vecinos, hasta el 32,41%, menos de la mitad del 68,33% registrado en la misma localidad en 2018. La zona más abstencionista coincide con el centro de la localidad y una barriada cercana, ubicada a las afueras y articulada en torno a la avenida Guadalete, una vía conocida por ser uno de los puntos más preocupantes de exclusión social y narcotráfico de la provincia de Cádiz. “La zona tiene datos alarmantes de rentas, absentismo escolar o fraude eléctrico. Llevamos ya demasiado pidiendo una intervención combinada de las administraciones y solo la Diputación nos ha hecho caso”, denuncia Pérez.
Rafael Carrasco, de 74 años, vive en la calle Sevilla, justo al lado de la avenida Guadalete. Él y el resto de su familia—son cuatro, entre su mujer, su hija y su yerno— votaron, aunque reconoce que los demás fueron casi obligados: “En mi casa siempre se vota. Siempre he sido del PSOE, pero no me gustó lo de Susana [Díaz] así que es la primera vez que voto al PP, pero solo porque [Juan Manuel] Moreno me gusta”. Carrasco, temporero ya jubilado, cree que la abstención récord de su barrio se explica porque muchos de sus vecinos “están en la campaña de la fresa o la papa”. “Antes nos daban horas para ir, pero ya no y hacerlo por correo es muy difícil”, tercia el anciano.
De campaña en campaña se ha pasado Paloma Rivera, de 33 años, aunque ahora solo trabaja como jornalero su marido —está en el tomate, en la cercana localidad de Villamartín—, ya que con sus dos hijas pequeñas “no da tiempo, ni compensa buscar niñera”. El 19-J no votó, tampoco lo hizo en 2018, ni en las generales. “Solo voto para el pueblo, ¿para qué lo demás? Si no vale para nada”, tercia con crudeza, antes de perderse por unas calles festoneadas de luces y banderolas por la Feria Chica que se celebra en estos días en el pueblo. Decisiones como las de Rivera son las que inquietan y entristecen a Pérez, aunque las comprende: “Cuando hay desempleo, lo pasan mal; cuando tienen trabajo están machacados y no están bien. Hay ruptura entre lo que la gente ve y sus condiciones de vida, y eso genera desafección política”.