Guerra entre lechugas y platos ‘gourmet’ en la milla del oro de Valencia

Los comerciantes del Mercado de Colón, el más ‘chic’ de la ciudad, se oponen a que los agricultores puedan vender un día a la semana sus productos en una de las calles de acceso

Un puesto de verduras en un puesto del nuevo mercado de la huerta del Pla del Remei, en el Mercado de Colón de Valencia.Rober Solsona (Europa Press)

Frondosas barricadas de fresquísimas acelgas y lechugas se han retado con taburetes de diseño haciendo huelga de patas en alto al estar cerrados sus locales como protesta por la presencia de las primeras. La batalla por el dominio comercial del centro de las grandes ciudades, cada vez en menos manos y más afranquiciados, h...

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Frondosas barricadas de fresquísimas acelgas y lechugas se han retado con taburetes de diseño haciendo huelga de patas en alto al estar cerrados sus locales como protesta por la presencia de las primeras. La batalla por el dominio comercial del centro de las grandes ciudades, cada vez en menos manos y más afranquiciados, ha vivido este martes un nuevo episodio en la milla de oro de València.

El escenario ha sido el mercado municipal de Colón, un precioso recinto modernista que, tras su reforma de 2003, se entregó como en muchos otros sitios a la hostelería. En su caso, relegó a la planta baja las cuatro únicas paradas de alimentación que mantiene. Ahora, un mañana a la semana, en una calle peatonal junto al edificio, los agricultores podrán vender allí de manera directa sus productos, pagando una tasa mínima y obteniendo así un beneficio mayor que si pasaran por intermediarios. En el caso de València, es un derecho establecido por los árabes y que reguló el rey Jaume I en 1238.

Este es el tercer mercado que la ciudad pone en marcha en barrios donde no existe edificio con este uso general y el único que ha encontrado una ruidosa oposición. Los comerciantes de dentro del recinto han cerrado sus establecimientos durante las cinco horas que ha durado el mercado en la calle y denuncian “competencia desleal” con la parada de fruta y verduras que existe en el subsuelo. Explican que a ellos el día les puede salir por unos 40 euros frente al 1′82 que han pagado cada uno de la decena de puestos de fuera. “La diferencia es una barbaridad”, asegura Jose Manglano, representante de los comerciantes. “No sé si serán competencia pero es una medida mal gestionada. Hay que ver la reacción de la gente y el perjuicio. El tiempo lo dirá, profeta no soy”, admite Aurelio Comes, concesionario de esa parada. Él también cultiva sus lechugas, subraya. Desde el consistorio remarcan que se le ha ofrecido que todos los martes se sitúe en el mercat d’horta para ganar visibilidad y no perder clientela y que no ha querido.

Pero hay quien se opone por otros motivos. “No se pueden poner estos tenderetes delante de un mercado como este. No pegan”, asegura Rosa, que no vive en el barrio pero se ha acercado al rumor de la polémica. “Este mercado es una maravilla y no hay razón de que estén por aquí las lechugas. Habíamos cambiado a mejor. Hay sitios fenomenales para ponerlo y la gente iría igual. Yo a veces he ido a buscar al rastro aunque me queda muy lejos de mi casa”, cuenta.

Un hombre compra naranjas en un puesto del nuevo mercado de la huerta del Pla del Remei, este martes.rober solsona (Europa Press)

Lo sostiene a escasos metros de la parada que ha montado Susanna Ferrando. “Aquí es muy chic venirte a tomar una horchata, una cerveza o un vino pero los comerciantes están bajo. Las paradas tendrían que haber estado arriba porque esto es un mercado”, recuerda. Además defiende la iniciativa. “Nos permite vender dignamente nuestros productos a precios justos y garantiza la supervivencia del espacio agrario, de la huerta, tal y como la conocemos. Si no se cuida a los agricultores y agricultoras no habrá relevo”, advierte.

Ferrando cree que al mercado pronto le darán “más beneficios que inconvenientes”. También el concejal de agricultura, Alejandro Ramón, cree que se crearán pronto “sinergias” como ha pasado en el resto de casos y se mostró abierto a buscar “una alternativa y otra ubicación” si no aparecen.

El ir y venir de gente clientes ha inclinado la balanza claramente el primer día del lado de agricultores… y también de los vecinos. Cargada con una bolsita con verduras recién compradas y con sus cerca de ochenta años, Maria Ángeles cuenta que vive en el barrio “desde siempre” y no entiende que haya quien se oponga a este nuevo mercado. “Cuando estaban arriba yo era clienta de toda las vida, pero ahora no puedo bajar. A los mayores nos viene muy bien que esté aquí fuera”, asegura.

Gema ha acabado su compra y promete a su nueva tendera que se verán “el martes que viene”. “Si, además, al señor de la frutería de abajo, que era lo único que me preocupaba, le han ofrecido ponerse con ellos es que no se de qué hablamos”, sentencia.

Un derecho milenario

En València la posibilidad para los agricultores de la zona de vender en los mercados municipales con una tasa mínima viene de lejos. La instauraron los árabes y la reguló Jaume I en 1238. Se denomina ‘la tira de comptar’ y se centraliza en Mercavalencia, donde cada madrugada en una nave propia van con sus productos y los venden a tiendas y restaurantes. De manera paralela y mucho más reducida, ‘la tireta’ permite hacer esa venta a la puerta de algunos mercados municipales un día a la semana.

“La ‘tira de comptar’ es intocable”, asegura Manglano, pero ellos quieren que quien venda en los mercados tenga parada y pague por ella. “No creo que esto solucione el problema de la huerta de Valencia porque son pocos. Seguro que en los mercado municipales se multiplica por veinte el número de agricultores que ya venden sus productos”, apunta.

El modernista mercado de Colón, construido en 1916, muestra su flamante nuevo aspecto tras ser rehabilitado.Rudolf Ernst (Getty Images/iStockphoto)

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