Sigrid Nunez, la escritora de escritoras en el Kosmopolis
La narradora neoyorkina defiende en el festival literario que el escritor debe reflejar el mundo “tal cual es”
Recientemente, Chappelle Roan retomaba el dicho “soy el artista favorito de tu artista favorito”. Una forma de celebrar el circuito nicho muy de la cultura contemporánea. En el ámbito literario, podría decirse lo mismo de la escritora neoyorquina Sigrid Nunez (Nueva York, 1951), que conversó esta 13ª edición de Kosmopolis, la fiesta de la literatura amplificada del CCCB, en una habitación compartida con Marta Carnicero y un formato telemático muy ad hoc. La autora, que alcanzó la fama a los 67 años con su séptima novela El amigo (2018), ha sido doblemente adaptada al cine por David Siegel y por Pedro Almodóvar, que ha traducido Cuál es tu tormento (2020) al lenguaje audiovisual en La habitación de al lado (2024).
“Veo a muchos escritores descontentos con las adaptaciones cinematográficas de sus obras”, explica Nunez. “Se emocionan cuando un director les ofrece llevarlos a la gran pantalla, pero si un editor les propusiera publicar otra versión de sus obras se horrorizarían. Las películas adaptan tu historia porque trabajan en otro formato, pero de ninguna forma van a cambiar tu libro”. Con este lenguaje, que va de la anécdota concreta al aprendizaje universal, ha logrado el estilo que la caracteriza: una síntesis entre el pensamiento literario de Javier Marías y el diálogo cálido y directo que se usa cuando se consolida una amistad. Al lector hay que invitarle al texto con la misma intimidad que se utilizaría, como gancho estilístico, en una carta de amor.
Sus últimas novelas, una trilogía extraoficial publicada por Anagrama y L’Altra Editorial, abordan crisis silenciadas dentro de las narrativas contemporáneas: desde el suicidio a la eutanasia, a la covid o las emergencias medioambientales. Pero su marco común es buscar qué relaciones van a ser capaces de sostenerlo. La amplitud de miras de Nunez sobre el amor, da pie a mirar otro tipo de vínculos con la importancia que se merecen, sea la confianza con los desconocidos, la amistad o la convivencia con animales. “Las mascotas, como los libros, prestan una compañía incondicional. Amo a las bestias, aunque también nos distraen. Un perro siempre va a pedirte que le lleves a pasear, o un gato saltará sobre tu regazo para pedir tu atención mientras escribes, y no vas a moverte para no importunar, así te fuerza a escribir. Existe un vínculo muy fuerte entre los gatos y los escritores”.
Otra de sus claves, confiesa, ha sido el humor. “Por muy bueno que sea un escritor, sin sentido del humor no nos podremos relacionar, la comedia es esencial para la escritura. Las vivencias oscuras necesitan de un ingenio aún más oscuro para poder ser contadas, así se hacen asumibles”. Explica a la audiencia que actualmente tenemos un gran archivo de este tipo de contenido en las redes sociales: “Están llenas de las mejores bromas que nunca he visto, una tras otra, y son tremendamente divertidas”.
Nunez es conocida por reflexionar activamente en sus escritos sobre el oficio de escribir, sea profundizando en el pensamiento de autoras como Simone Weil, Virginia Woolf, Flannery O’Connor, Edith Hamilton, o a través de su amistad con Vivian Gornick y Susan Sontag, de quien fue asistente, nuera y luego biógrafa. “Actualmente, hay mucha intolerancia hacia el error, si un escritor no responde a un patrón típico o no consideras que pudiera ser tu amigo, se descarta” apunta con su ojo avizor. “Al menos en Estados Unidos, es muy difícil incluir personajes que no respondan a determinadas concepciones políticas. La literatura no está hecha solo para copiar visiones positivas o roles de género. Pensar que incluir un personaje racista o misógino va a perpetuar estas visiones es una confusión. El escritor debe escribir del mundo tal cual es, para que quede constancia, y no sobre las visiones o estereotipos que tocan según el momento”.
Frente a este discurso de repensar la crítica, que en su caso llega pocas veces alejada de la esperanza, Marta Carnicero cierra la conversación con una pregunta sobre cómo marca los límites a la hora de elegir lecturas para sus alumnos de escritura, labor que ha desarrollado durante años en las universidades de Columbia, Princeton y la New School. “El contexto es muy importante, no es posible ser justo sin reconocer las incongruencias que hay entre un ser humano y su faceta como gran artista. Muchas veces estas dos líneas no coinciden, pero debemos ser capaces de juzgar para poder establecer la línea roja”.