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Salarios estancados, vivienda y dependencia del turismo: por qué los catalanes no notan el crecimiento de la economía

El PIB catalán subió en 2024 un 3,6%, pero los problemas estructurales y los efectos de la inflación impiden que la prosperidad llegue a todos los bolsillos

Esta semana el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, demostró en su discurso en el debate de política general del Parlament que los datos por si solos no bastan para construir un relato triunfalista convincente. Es cierto, como dijo Illa, que “la economía catalana funciona”, al menos en términos macroeconómicos: el PIB catalán, es decir, lo que los habitantes producen durante un año entre todos con sus actividades económicas, superó el año pasado los 300.000 millones de euros, y crece por encima de la media española —un 3,6% en 2024 frente a un 3,5% en España—; la tasa de paro se sitúa ...

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Esta semana el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, demostró en su discurso en el debate de política general del Parlament que los datos por si solos no bastan para construir un relato triunfalista convincente. Es cierto, como dijo Illa, que “la economía catalana funciona”, al menos en términos macroeconómicos: el PIB catalán, es decir, lo que los habitantes producen durante un año entre todos con sus actividades económicas, superó el año pasado los 300.000 millones de euros, y crece por encima de la media española —un 3,6% en 2024 frente a un 3,5% en España—; la tasa de paro se sitúa alrededor del 8%, las mejores cifras desde antes de la crisis financiera; y la buena marcha de Cataluña ha recibido un espaldarazo de las agencias de calificación internacionales, lo que permite tener mejores condiciones para financiar la deuda. Pero esta “Cataluña en marcha” de la que habló Illa no es suficiente: hay problemas estructurales que impiden que la prosperidad llegue a todos los bolsillos y el president lo sabe. Por ello centró su discurso en uno de esos grandes retos, el acceso a la vivienda, aunque hay otros: la pérdida de poder adquisitivo por la inflación, los salarios estancados y una economía poco productiva demasiado dependiente del turismo.

Esta situación no es exclusiva de Cataluña, sino que en conjunto España está pasando por lo mismo. El tirón de la economía española en términos macroeconómicos ha sorprendido a los demás países y a organismos internacionales, hasta el punto de que esta semana se ha sabido que el Banco Central Europeo atribuye a la fortaleza de España el que la zona euro, con Alemania y Francia debilitadas, haya podido resistir el vendaval de las guerras arancelarias, la crisis de precios y los problemas de suministros que han asolado al continente desde el final de la pandemia. Cataluña, pues, es un ejemplo de esta circunstancia española, pero al ser uno de sus motores económicos, sintetiza las características principales de esta situación.

Las primeras estimaciones macroeconómicas que el Instituto Nacional de Estadística ha publicado esta semana sobre los indicadores macroeconómicos regionales muestran que en la foto general Cataluña goza de buena salud: en 2024 el PIB sumó 301.894 millones de euros, un 3,6% más que el año anterior, una décima más que la media de crecimiento de España. Esta cifra también significa que Cataluña aporta un 18,8% del PIB español. Es la segunda comunidad que más aporta, después de la Comunidad de Madrid, que tuvo un PIB de 316.242 millones y supone un 19,7% del total.

Esta es la fotografía general, pero para ir más al detalle hay que ver otro indicador. Si el PIB es lo que producen todos los habitantes en conjunto, el PIB per cápita es lo mismo pero dividido entre todos los habitantes: es decir, cuánto le tocaría a cada uno de media. Y ahí es donde Cataluña baja posiciones: con 37.426 euros por cabeza de media en 2024, pasa a la cuarta posición entre las comunidades autónomas, por detrás de Madrid, País Vasco y Navarra. Cataluña sigue estando por encima de la media española (32.633 euros) pero queda por debajo de la media de la Unión Europea (39.870 euros), mientras que Madrid se sitúa por encima (44.755 euros).

¿Por qué esta diferencia? “La razón más inmediata y evidente es que el PIB per cápita crece menos que el PIB porque la población crece muy rápidamente”, explica Joan Ramon Rovira, director del gabinete de estudios de la Cambra de Comerç de Barcelona. Es lógico: cuantas más personas haya, menos tocará a cada uno. Pero se da una paradoja, porque si el PIB está subiendo en los últimos años no es porque la economía sea más productiva, es decir, que nuestra actividad genera más dinero porque ha logrado más eficiencia. Sino que el PIB crece precisamente porque hay crecimiento demográfico, básicamente por la entrada de inmigración: más personas trabajando generan más actividad, aunque esta no sea más productiva. La metáfora de la cafetera lo ejemplifica: un camarero puede preparar un número determinado de cafés al día, pero hay un límite; varios camareros con varias cafeteras pueden dar lugar a más cafés. Se aumenta el número de la producción en total, pero también el número de personas a repartir.

“El PIB crece muy intensamente en trabajo y muy poco en productividad”, explica Rovira. En parte, esto se explica por la estructura productiva de Cataluña, que está muy escorada hacia el sector servicios y en particular hacia sectores muy intensivos en trabajo pero poco productivos como la hostelería y la restauración. El turismo representa entre el 12% y el 14% del PIB catalán y entre el 13% y el 14% de los empleos. Esto entronca con otra problemática: la de los salarios.

Los sindicatos llevan años reclamando que los salarios crezcan para poder cerrar un poco la brecha que dejó la inflación de los años posteriores a la covid. El último en hacerlo fue la CGT, que en un estudio reciente cuantificó en un 4,1% la pérdida de poder adquisitivo en Cataluña desde 2021: los únicos que no perdieron apenas poder adquisitivo, porque se quedaron iguales, fueron los salarios más bajos, que se vieron beneficiados por los aumentos del salario mínimo interprofesional. En conjunto, entre los años 2010 y 2023, los últimos de los que el Idescat tiene datos disponibles, el salario bruto anual en Cataluña subió un 22% hasta los 29.978 euros de media. En cambio, el aumento del IPC entre 2010 y enero de 2025, según el INE, ha sido del 37%. En el incremento del coste de la vida tiene un elemento que no aparece bien reflejado en el IPC, que es el encarecimiento de la vivienda. El alquiler en Cataluña —de media, con incrementos mucho más acusados en ciudades como Barcelona y su área metropolitana— ha subido un 37% en los últimos 15 años, según los datos de los contratos depositados en el Incasòl.

Todos estos datos, junto con una tasa AROPE, que mide la proporción de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, cronificada alrededor del 24% de la población, hace que no termine de calar el discurso de una economía boyante. “Hay un clima de una cierta desconfianza, porque el crecimiento no llega a ser una realidad para todos. Esto tiene que ver en cómo salimos de la crisis financiera. Antes de la crisis, el crecimiento del PIB llegaba a la gente por la vía de los salarios y de la ocupación, pero era una economía dopada: gastábamos mucho más de lo que producíamos. Se iba generando déficit exterior y deuda pública y privada”, explica Rovira. El estallido de la burbuja inmobiliaria giró la economía como un calcetín. “La economía se fue recuperando gastando mucho menos de lo que producíamos, y hemos logrado ser competitivos, cosa que se ve en las cifras récord de exportaciones, pero los damnificados han sido los salarios”, abunda. Con todo, cree que en los últimos tiempos la situación está empezando a cambiar: “Los salarios están empezando a crecer por encima de la inflación, porque las empresas no encuentran profesionales”. Pero avisa: “El drama es que para que crezcan los salarios, tiene que aumentar mucho más la productividad, y esto es complicado con la estructura productiva de nuestra economía”.

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