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Salvador Illa y su frenesí en la construcción de vivienda

El presidente de la Generalitat presenta un plan que contentará a los promotores y aumentará el parque de pisos protegidos, mientras está pendiente la regulación de los alquileres de temporada

El gran anuncio del president Salvador Illa en el debate de política general del año pasado fue el ...

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El gran anuncio del president Salvador Illa en el debate de política general del año pasado fue el plan para sumar 50.000 pisos al parque público en cinco años. Este martes, lejos de centrarse en otra cuestión, redobló la apuesta con una fórmula para construir otros 210.000 (públicos y privados, sin precisar cuántos de cada). El acceso a la vivienda es la principal preocupación de los catalanes, según los sondeos oficiales. Y los alcaldes saben que cada grúa en su ciudad es una carretilla de votos. En este contexto, el socialista presentó un “acuerdo de país”, fruto de peinar el territorio “palmo a palmo”, para “activar todos los planeamientos urbanísticos” de Cataluña donde se puede construir vivienda.

Una parte son sectores que ya tienen planes urbanísticos y donde hay espacio para 54.000 pisos. La clave está en áreas donde caben más de mil viviendas y que están pendientes de nuevos planes urbanísticos o de modificar los vigentes, ubicados en la segunda y tercera coronas metropolitanas. Aquí, tal y como anunció hace unas semanas el ejecutivo, se aumentará la densidad y edificabilidad para que quepan más pisos. Hasta 160.000. Para dimensionarlo, el potencial total, 210.000 viviendas, multiplica por seis los pisos que se han comenzado y acabado en los últimos ejercicios (30.000 cada año).

Con el ambicioso plan, Illa responde a las dos de las demandas de los promotores: acelerar la producción de suelo y aumentar la edificabilidad para poder hacer más pisos y que les salgan los números. Lo que la patronal llama “viabilidad”. La idea que está sobre la mesa, pero que habrá que concretar, es mantener la proporción de los pisos de precio libre (los que dan más beneficios) y aumentar los pisos de protección (dan menos beneficios, pero pueden aumentar si les dejan hacer más cantidad). La fórmula para aumentar edificabilidad pasa, dijo el president, por permitir tanta vivienda como se necesite o quepa.

Así, el frenesí constructivo no solo beneficiará a los promotores, que si alguna vez han perdido ha sido de un empacho (y a quien también se ha garantizado la viabilidad en el plan de los 50.000 pisos). Si se consuma, también supondrá ganar decenas de miles de pisos protegidos, ganará el empleo porque se construirá a mansalva, ganarán nichos como el de la construcción sostenible o industrializada, los bancos dando hipotecas, y hasta los ayuntamientos por impuestos de construcción.

Cuando constatamos que no aprendemos y que los precios de la obra nueva ya rebasan los anteriores a la burbuja; y si nos creyéramos el mantra de que los precios caen cuando sube la oferta, tantos pisos podrían incluso ser positivos para enfriar el enésimo calentón inmobiliario. Sobre todo si no los compran inversores a tocateja. En un mundo ideal sería deseable también que subieran los salarios para disminuir una brecha con el precio de las casas que se ha convertido en una máquina de fabricar pobres. Y mientras, sería bueno agilizar la tantas veces prometida regulación del alquiler de temporada, que ha puesto patas arriba las ciudades.

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