Julieta: “Ser una diva ahora requiere naturalidad y cercanía con el público”

Beyoncé lo define como “la versión femenina de un mafioso”. Elizabeth Taylor sentó cátedra sobre cómo serlo. María Callas decía que era la condición indispensable para su carrera. Lo son Madonna, Dua Lipa, Rosalía o Karol G. Vogue afirma que ella tiene todas las papeletas para convertirse en una, pero para la reina del pop de la escena urbana catalana el concepto ha evolucionado: “Ser una diva ya no es lo de antes, las estrellas del pop de ahora tienen que ser naturales y cercanas con el público”, comenta Julieta, mientras sirve una botella de Coca-Cola zero de 250 ml en un vaso con hielo y limón. La autora de Full Romance o Lokura está sentada en la terraza estilo parisino del Garum, un bar junto al Mercat de Sant Gervasi de Barcelona, en la plaza que la vio crecer y pasar de Julieta Gracián a, simplemente, Julieta (que no Venegas): “Mi nombre artístico es un homenaje a las cantantes pop que adoro, como Rosalía o Angèle. Tiene un aura de cuento en sintonía con mi proyecto”, cuenta.

Tiene 23 años, nació en Barcelona y es tauro, de las de abril, hiperactiva y enfocada en el trabajo: “Curro muchísimo para construir mi carrera, soy adicta a este mundo. Ahora, con un equipo más grande, puedo centrar mi energía en componer o crear el espectáculo”, admite. Aunque siempre ha sido “una friki de la música y los festivales”, el arte no era su primera opción. Julieta estudiaba ingeniería de los sistemas audiovisuales cuando el confinamiento paró el mundo y los exámenes. “Me puse a producir y componer, por diversión, pero empecé a sacar cosas y la gente reaccionó muy bien, fue algo bastante rápido”, recuerda. El cuatro de noviembre de 2022, La (2) de Apolo acogía la presentación de su primer “mini álbum”, Ni llum ni lluna―Tum valores o Tu juru ju―: “Tenía concierto en Apolo y muchísimos exámenes, me vi obligada a elegir entre estudiar o enfocarme en el show, y fui sincera conmigo”, admite.

Con solo 21 años, recibió el premio Enderrock a mejor disco revelación y de autor. Desde entonces, no ha dejado de cosechar éxitos que ella atribuye al esfuerzo y la intuición: “No creo en la suerte como tal, pero sí soy intuitiva y consciente de dónde estoy y a lo que ocurre a mi alrededor”, admite. A su alrededor: Figa Flawas, 31 Fam, Mushka, María Hein o The Tyets, entre otros, la nueva escena urbana catalana, conocida como “Banda del Pati”, a la que Julieta se vincula, marcando perfil propio: “Asociarme al panorama catalán actual no es algo voluntario, depende de la gente. Esta escena es muy bonita y estoy contenta de vivirla, pero me gustaría que mi proyecto pudiera ser de cualquier persona y encajar en todas partes”, reconoce.

La marca Julieta se ha expandido a toda España, triunfando en ciudades como Madrid, Sevilla o Valencia, capitales en las que la artista se siente muy cómoda. “Mi estética es de ciudad, mi discografía está inspirada en la ciudad, y me encantaría dar el salto a grandes capitales mundiales, siempre y cuando pueda continuar con un proyecto personal y sincero”, puntualiza. Las letras autobiográficas, que escribe en pijama en el salón de casa, y las referencias pop de su adolescencia―Katy Perry, Beyoncé o Lady Gaga―, convierten a Julieta en una diva, de las nuevas: “Ahora la relación con los ídolos es más cercana. La gente consume constantemente el perfil de los artistas en redes, y yo quiero darles naturalidad para que puedan conectar conmigo”, explica.

Las redes sociales también tienen un lado negativo. “Me he quitado Twitter por un tiempo”, anuncia nada más llegar. “Los malos comentarios no me molestan, me parecen tristes. Pero me joden los bulos, como que hago playback, son una falta de respeto a mi trabajo. Me esfuerzo mucho, me cuido la voz y me mato en el escenario cantando y bailando”. A los bulos se suma el hate [odio] hacia ella y la cantante Mushka por su nueva colaboración: “La que nos está cayendo porque la canción no está entera en catalán, ni siquiera lo mezclamos con castellano, es portugués”, señala, y añade “desde que empecé en la música, he mezclado castellano y catalán y lo seguiré haciendo. Mi madre es catalana y mi familia paterna de Málaga, siempre he convivido con las dos lenguas”.

Está justo en la mitad de su gira Tu juru la ju, lleva 26 bolos de 50, “la semana pasada fueron cuatro seguidos, cogiendo vuelos entre medias”, cuenta. Está agotada física y mentalmente, pero agradecida y reconfortada por su público, “me ayuda vivir en el ahora”. La cantante sabe cómo refugiarse del ritmo frenético: solo tiene que llamar a sus amigas para hacer lo de siempre, tomar algo en esta plaza u organizar una pijamada. “Soy quien soy por la gente que me rodea. En el poco tiempo libre que tengo priorizo a mis amigas y mi familia, estoy muy unida a ellos”, asegura.

Para el nuevo curso, Julieta está trabajando en un proyecto más personal, maduro y “crecido musicalmente”. Tiene el rostro angelical de quien duerme en paz sabiendo que tiene un sueño y se está dejando la piel por él. La mirada puesta en grandes metas, “si pienso a lo grande, llenar el Palau Sant Jordi o el Sant Jordi Club”, pero con los pies en la tierra. Concretamente, en Barcelona: “Por ahora no tengo pensado marcharme. Barcelona hace Julieta, siento que es intrínseca a mi persona, hasta escribo en las notas del móvil lo que me sugiere la ciudad y luego lo utilizo en mis letras”, comenta, mientras agarra rápidamente la Coca-Cola que ha estado a punto de derramar sobre la mesa, “uf, qué reflejos”, suspira. Y menos mal, si no, Vaya Liada.

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