Cataluña se encomienda al agua reutilizada para salvar sus acuíferos ante un futuro sin lluvias

La Generalitat inicia pruebas en masas subterráneas de Selva (Girona) para inyectar agua regenerada y mejorar la calidad hídrica frente a la intrusión salina y la contaminación ganadera

La depuradora de Tossa de Mar, en Girona, este miércoles.Albert Garcia

Cataluña padece la peor sequía desde que hay registros (1905) por el agua que no cae del cielo, pero también por la que se pierde por las profundidades de la tierra. Los 22 municipios del Alt Empordà (Girona) abastecidos por el acuífero Fluvià Muga han entrado esta semana en fase de emergencia, el peor escenario desde la gran sequía de 2008. Esta masa de agua subterránea ya comenzó a aplicar re...

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Cataluña padece la peor sequía desde que hay registros (1905) por el agua que no cae del cielo, pero también por la que se pierde por las profundidades de la tierra. Los 22 municipios del Alt Empordà (Girona) abastecidos por el acuífero Fluvià Muga han entrado esta semana en fase de emergencia, el peor escenario desde la gran sequía de 2008. Esta masa de agua subterránea ya comenzó a aplicar restricciones hídricas en octubre de 2021, cuando entró en estado de alerta. Nunca antes había estado a un nivel tan bajo: 14,4 metros sobre el nivel del mar. Cataluña se seca por dentro y la falta de lluvias, junto a la histórica contaminación de la que son víctimas los acuíferos catalanes, pone en riesgo el suministro de muchos municipios.

El futuro no es nada halagüeño. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) señalan que la tendencia de este y otros acuíferos catalanes “es decreciente” y que las lluvias [de los pasados meses de mayo y junio] “han aportado poco”. Son necesarias precipitaciones “persistentes” para recargarlos. Además, la mayoría de acuíferos tienen una doble amenaza para su supervivencia: la intrusión de agua salada en los costeros y la contaminación provocada por la ganadería en los interiores.

Evolución de la cantidad de agua en el acuífero Fluvià Muga (Girona) en el último año.

Para combatir ambos frentes, la ACA desarrolla una decena de “acciones para aprovechar el potencial de la regeneración”. Estas abarcan la recarga de acuíferos con agua reciclada de depuradoras con un valor superior a tres millones de euros. El pasado junio se adjudicó un contrato de 42.000 euros en la Selva (Girona) para inyectar esta agua reutilizada en el acuífero aluvial de la baja Costa Brava.

La agencia financiará un estudio para averiguar la viabilidad de aportar agua regenerada desde la depuradora de Tossa de Mar, que actualmente solo reutiliza un 5% de la que depura. El proyecto se halla en una “fase incipiente” e indagará aspectos como la ubicación idónea para la recarga o la capacidad total del acuífero, remarcan desde ACA. También se realizarán informes similares en otros puntos de la Costa Brava y Costa Dorada. Casi la mitad de los acuíferos costeros (6 de 15 masas subterráneas) se encuentran “en mal estado por la intrusión salina” (35 gramos de sal por litro), admiten desde la ACA; pero también remarcan que “suelen ser afectaciones puntuales y que la mayor parte dispone de agua dulce para usos de abastecimiento, industrial o regadío”.

Lluís Sala, técnico del Consorcio de Aguas de la Costa Brava, explica que hay dos formas principales de recargarlos. En los “acuíferos no confinados”, cuando el suelo es permeable, se infiltra agua regenerada a través de balsas. No se requiere un tratamiento tan exigente porque “el suelo ayuda” con los microorganismos. El segundo caso, cuando hay capas impermeables, se construyen pozos de inyección donde la agua empleada “debe tener una calidad de abastecimiento para no introducir ningún contaminante”.

El Consorcio agrupa a 47 municipios y forma parte de la Diputación de Girona. Sala admite que la sequía catalana ha “acelerado” los planes en la provincia para “aprovechar al máximo” la regeneración. Señala que de media solo se aprovecha “entre el 10 y el 15%” del agua depurada para usos no potables, principalmente riego. “El resto se vierte al mar”. Pretenden sofisticar la calidad del agua regenerada en sus estaciones, como hacen en El Prat de Llobregat (Barcelona), tanto para que sea apta para el consumo humano como para frenar la intrusión salina.

Existen nueve Estaciones de Regeneración de Agua (ERA) con usos ambientales en Cataluña. Estas reciclaron hasta 48 hectómetros cúbicos (hm3) en 2022, principalmente utilizados para recargar zonas húmedas y aumentar el caudal ecológico de los ríos. La ERA de Blanes (Girona) hace ambas funciones desde hace un año en el tramo final de la Tordera, aunque solo recarga la parte superficial del acuífero. Otras como la ERA de Llançà, también en Girona, aporta agua al tramo final de la riera para evitar la intrusión salina.

La ACA planea invertir 120 millones de euros en un plan de gestión de agua regenerada hasta 2027. Pretende duplicar su producción -de 70 a 120 hm3-, el número de ERAs -de 24 a 40- y la agua depurada regenerada -del 10 al 20%-. En más de una ocasión Samuel Reyes, director de este organismo que gestiona los recursos hídricos catalanes, ha abogado por la regeneración como una alternativa más barata que las plantas desalinizadoras y su elevado coste energético. Las dos plantas de Barcelona operan a plena capacidad desde hace un año. “Mientras que la estación de regeneración consume 0,6 kilovatios por metro cúbico, en la desaladora son 3″, apunta Claudia Carbonell, jefa de la depuradora de El Prat.

Alrededor del 30% de agua que consume la Comunidad proviene de las 60 masas de agua dulce subterráneas (unos 600 hm3) que contienen centenares de acuíferos. El 68% supera los niveles de nitratos marcados por la directiva europea del agua (50 miligramos por litro) según el informe de ACA de 2019. Allí apunta a que la mayoría provienen de la ganadería, de los excrementos que se filtran por el suelo. Las zonas contaminadas se encuentran en la periferia de Barcelona, así como en el litoral y prelitoral de Tarragona y la capital catalana. También en las zonas de gran producción agraria (Lleida, Cataluña Central, Plana de Vic, cuencas del Manol y Muga, Baix Penedès y Terres del Ebre).

El Departamento de Acció Climática -del que forma parte ACA- prorrogó hace dos años el decreto para limitar nuevas granjas el Cataluña en zonas vulnerables a los nitratos. Un 40% de la superficie del territorio -casi la mitad de los municipios- forma parte de esta área desde la última actualización (2020). Hace varios años que la población de cerdos (unos ocho millones) superó al número de habitantes en Cataluña, según el INE. Junto a 38 millones de aves y 700.000 bovinos generan unos 17 millones de toneladas de purines. Los técnicos de la ACA ya advirtieron en un informe hace tres años que “no se observa una clara mejora” desde hace dos décadas ante el reto de la descontaminación del subsuelo. Para 2027, la Comisión Europea (CE) exigió través de una directiva el objetivo de la descontaminación total. Un objetivo prácticamente imposible a cumplir. Pero desde el Govern dan por hecho que Bruselas prorrogará esos objetivos a un horizonte más lejano, al 2033, admitió Samuel Reyes en una entrevista con EL PAÍS el pasado febrero. En abril de 2022, la CE decidió llevar a a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) por “incumplimiento generalizado” de la directiva sobre aguas residuales urbanas.

Annelies Broekman, investigadora del CREAF, defiende que los acuíferos son una “fuente de abastecimiento estratégica”, especialmente en las poblaciones pequeñas. “Son mucho más estables contra las variedades climáticas respecto a las aguas superficiales”, añade la bióloga. Señala que tampoco debe caerse en el tecno-optimismo de la regeneración, las desalación u otras técnicas. “Todo tiene un precio”, apunta, como el alto consumo energético. “Siempre es mejor restaurar las masas de agua y adaptar nuestro uso. Todo tiene un impacto”. Se refiere a la excesiva demanda hídrica derivada del modelo ganadero, que pide reformar. “Hay que preguntarse hasta qué punto necesitamos explotaciones tan intensivas dirigidas a las exportaciones”.

Las lluvias de mayo y junio que cayeron sobre las cuencas hidrológicas del Ter y el Llobregat, los dos ríos que abastecen a más del 80% de población catalana, lograron esquivar el escenario más catastrofista para este verano del que se había alertado en marzo, cuando las reservas de los embalses se situaron al 25%. Esta semana de agosto vuelven a encontrarse al 26% tras las escasas precipitaciones de julio, con la incógnita de si la fase de emergencia se extenderá a otros municipios catalanes al final del verano.

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