Los partidos se disputan la centralidad en el Sant Jordi más festivo

Feijóo defiende la “nacionalidad histórica” de Cataluña y el PSOE se reivindica como el garante del entendimiento

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, junto con el candidato a la alcaldía de Barcelona por el PP, Daniel Sirera, reparten rosas por Sant Jordi.Foto: ALBERTO ESTEVEZ (EFE) | Vídeo: EPV

Lejos de la Diada del 11 de septiembre, donde la política frunce el ceño y el ambiente se llena de dramatismo, la de Sant Jordi, la Diada oficiosa de Cataluña, siempre presenta una cara más amable y simpática. En la fiesta del libro y la rosa también se cuela la política —prueba de ello es la frenética actividad de ministros y representantes de partidos, que tanto en la jornada de este domingo como en los días previos han trasladado sus...

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Lejos de la Diada del 11 de septiembre, donde la política frunce el ceño y el ambiente se llena de dramatismo, la de Sant Jordi, la Diada oficiosa de Cataluña, siempre presenta una cara más amable y simpática. En la fiesta del libro y la rosa también se cuela la política —prueba de ello es la frenética actividad de ministros y representantes de partidos, que tanto en la jornada de este domingo como en los días previos han trasladado sus agendas a Barcelona y las han llenado de actos— pero de otra manera. Esta vez el frenesí ha sido mayor por la proximidad de las elecciones municipales, ya que todo está abierto en la capital catalana, pero los políticos tenían un objetivo que va más allá: aprovechar este ambiente festivo y sin dramatismos para luchar por el espacio de la moderación, la concordia, y en definitiva, del centro. El objetivo es buscar un hueco en la centralidad política, donde todos los indicadores dicen que se van a jugar las elecciones municipales en Cataluña y de forma muy particular en Barcelona.

Los partidos están aprovechando el nuevo escenario en Cataluña, donde la confrontación tiene menos peso y lo más duro del proceso independentista ha quedado atrás. Ya empezó este sábado en Castelldefels, donde el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, volvió a sacar a relucir un concepto que hace un año le valió críticas por parte del ala dura de su electorado y de Vox y Ciudadanos: la “nacionalidad” de Cataluña. En un acto de precampaña, Feijóo defendió que ser candidato del PP en Cataluña significa “llevar el legado de un partido constitucionalista” y “defender la nacionalidad histórica de Cataluña”. La Constitución de 1978 reconoce en el artículo 2 la existencia de las diferentes “nacionalidades y regiones” en España, y si Feijóo ha recuperado ese concepto un año después de la lluvia de reproches que obtuvo por parte de la derecha es porque el PP quiere empezar a conectar más con Cataluña.

Los populares saben que cosecharán pocos éxitos en las elecciones en Cataluña, pero trabajan para volver a tener un papel, después de que la política de bloques durante el procés y la irrupción de Ciudadanos y Vox les dejase casi sin espacio. “Existe un espíritu de remontada del PP de Cataluña para buscar esos grandes consensos que suponen el constitucionalismo catalanista”, ha dicho Feijóo, ya este domingo, en la parada del PP en la Rambla de Cataluña.

Unos metros más allá, el PSOE, que estos días previos ha desplegado a tres de sus ministros en Cataluña, usaba su mejor baza: reivindicarse como el partido que ha conseguido que la moderación y el entendimiento se impongan tras los años de conflicto por el proceso independentista. En la caseta de los socialistas, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, ha afirmado que “Barcelona y Cataluña miran al futuro con optimismo”, y ha celebrado que en la ciudad “se respira alegría, se respiran ganas de vivir, de cultura y de disfrutar de la vida”. El líder de los socialistas en el Parlament, Salvador Illa, ha reivindicado la jornada como “un día de fraternidad, de convivencia, que sirve para subrayar todo aquello que une a los catalanes y españoles”, y el candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni, ha añadido que los barceloneses añoraban tener una diada “feliz, tranquila y en convivencia”. El mensaje estaba claro: el procés es cosa del pasado y el ambiente de Sant Jordi es lo que los socialistas quieren reivindicar.

El mensaje del independentismo también lleva menos voltaje. Ya lo demostró la cúpula de Junts, que no asistió al homenaje de Laura Borràs —que representa el ala dura del independentismo— en Manresa el sábado tras su condena por prevaricación y falsedad. No fueron ni el alcaldable por Barcelona, Xavier Trias, ni el secretario general del partido, Jordi Turull. Las encuestas muestran que los catalanes prefieren escenarios de no confrontación (la última encuesta del CIS catalán destacaba que solo un 9% quiere la independencia unilateral y un porcentaje similar quiere la unidad de España sin negociación) y los partidos han tomado nota. Este domingo, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha centrado su discurso institucional en la defensa de la lengua catalana, y solo cuando le han preguntado ha respondido a Bolaños, que la semana pasada opinó que la propuesta del Govern de un acuerdo de claridad para poner las bases de un referéndum es “unilateral, electoralista y una trampa”. “Votar nunca es una trampa, la democracia nunca es una trampa”, ha dicho Aragonès, quien ha aprovechado la presencia de ministros y políticos durante la jornada para aconsejarles que “escuchen a la ciudadanía”. Con todo, el president ha terminado por unirse a la fiesta, y ha bailado en el fotomatón que Esquerra Republicana había montado en la caseta del partido donde estaba el candidato republicano a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall.

La concordia se ha hecho un hueco también en la política municipal. Trias, que en su parada en Rambla de Cataluña ha congregado a muchos seguidores, ha reconocido al Ayuntamiento de su rival, Ada Colau, el éxito de la jornada: “Siempre criticamos, pero digamos la verdad. Esto de tener una isla del libro es un gran acierto”. La superilla, el proyecto de pacificación de calles que es el gran estandarte del Gobierno de Colau, y, a la vez, objeto de críticas por parte de sus rivales, se ha demostrado útil en una jornada como la de Sant Jordi, y los comunes han sacado provecho con su parada en la calle Consell de Cent, recién convertida en peatonal. Ha sido un nuevo escenario de paseos en un Sant Jordi que, pese a tener más políticos que nunca, ha resultado ser el que ha tenido menos tensión, y la fiesta ha mostrado todo su potencial en una jornada sin lluvias que ha resarcido al sector del libro del diluvio del año pasado y de las restricciones pandémicas de los dos anteriores.

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