Aragonès defiende la mesa de diálogo ante la fractura independentista de la Diada

Los actos empezaron el sábado entre abucheos a los dirigentes de Esquerra y la agresión a una periodista

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, coloca una corona de flores en el monumento a Rafael de Casanova. Foto: CARLES RIBAS | Vídeo: EFE

Desde hace una década, la manifestación que organizan las entidades independentistas catalanas con motivo del Once de Septiembre , la Diada, ha servido para medirle el pulso a la salud del apoyo ciudadano a la apuesta por la secesión. Con sus más y sus menos, estos últimos 10 años los partidos políticos, las entidades y la calle habían vivido cierto idilio y las masivas movilizaciones certificaban cierta comunión. Este año, sin embargo, todos llegan más divididos que nunca y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), principal promotora, ha optado por centrar el reclamo en lo que considera la falta...

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Desde hace una década, la manifestación que organizan las entidades independentistas catalanas con motivo del Once de Septiembre , la Diada, ha servido para medirle el pulso a la salud del apoyo ciudadano a la apuesta por la secesión. Con sus más y sus menos, estos últimos 10 años los partidos políticos, las entidades y la calle habían vivido cierto idilio y las masivas movilizaciones certificaban cierta comunión. Este año, sin embargo, todos llegan más divididos que nunca y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), principal promotora, ha optado por centrar el reclamo en lo que considera la falta de un plan real del Govern para conseguir la independencia e insiste en que la vía del diálogo está muerta.

Los actos de la Diada empezaron este sábado por la noche en el Fossar de les Moreres, un espacio simbólico para el independentismo en el barrio del Born de Barcelona, que aglutinó a poca gente, pero que dejó momentos de tensión. La delegación de ERC fue recibida con numerosos silbidos y la secretaria general, Marta Vilalta, respondió desde el atril en un parlamento: “Gritad, gritad más si queréis, que mientras vosotros gritáis, la gente de ERC trabajaremos para llevar a Cataluña a la libertad”. El secretario general de Junts, Jordi Turull, pidió “dejar los reproches entre nosotros y avanzar”. En otro momento de la noche, dos personas empujaron y tiraron al suelo a una periodista freelance que cubría el acto por Televisión Española, según la cadena pública, que grababa los momentos de tensión.

Para terminar de escenificar el divorcio, el president Pere Aragonès aprovechó su discurso oficial del sábado por la noche para sacar pecho de los avances de la mesa de diálogo con el Gobierno e insistir en que la llegada del referéndum es una cuestión de tiempo y fuerza.

El líder catalán sacó pecho en toda regla por los acuerdos en los que aún se trabaja y que, aseguró, “facilitan el fin de la represión” contra los independentistas, lo que su Gobierno conoce como “desjudicialización”. “Hoy es importante poner en valor que estamos consiguiendo que el conflicto vuelva al campo de la política”, aseguró el también coordinador nacional de ERC desde las ruinas del Foro Romano de Empúries (L’Escala, Girona), escenario elegido este año para grabar el tradicional mensaje y en un guiño a la idea de la necesidad de encuentro entre ciudadanos.

Sin “la amenaza de la judicialización”, prosiguió Aragonès, es posible subir un escalón en las negociaciones con la delegación del Gobierno central y que se pueda entrar ya a abordar en igualdad de condiciones la negociación para conseguir un referéndum pactado sobre la independencia, un mecanismo que el Gobierno rechaza de plano. “Cataluña votará. Lo hará más tarde o más pronto en función de la fuerza que tengamos, pero lo hará”, aseguró el líder catalán, resumiendo así la estrategia republicana de ampliar la base y poder condicionar las mayorías en el Congreso, una herramienta para poder presionar en la negociación.

La estrategia que defiende ERC no es compartida por sus socios de Junts y tampoco por la ANC. El manifiesto de la convocatoria de la manifestación de este domingo, con un recorrido mucho más modesto que el de otros años y que tiene al color negro como protagonista, carga directamente contra la fórmula que plantean los de Aragonès. “Se ha acabado esperar nada de los partidos, solo el pueblo y la sociedad civil organizada podrán alcanzar la independencia”, dice el manifiesto de la convocatoria. “La victoria del 1 de octubre de 2017 [en alusión al referéndum ilegal de independencia] y la mayoría independentista en el Parlament no se pueden derrochar en mesas de diálogo con el Estado español y trifulcas internas”, concluye el texto.

Precisamente por esas críticas, los republicanos han optado por desmarcarse de la convocatoria de la ANC. Solo la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, que presidió la Assemblea entre 2012 y 2015, ha confirmado su asistencia. El president justifica su ausencia al considerar que la manifestación está concebida como un acto contra los partidos y las instituciones como el Govern, y no contra el Estado, y que profundiza en las divergencias del independentismo. Eso sí, irá a otros actos que considera “transversales”, como el de Òmnium Cultural, entidad que se encuentra muy incómoda, por cierto, con el planteamiento de la ANC. El expresident Artur Mas también criticó el acento de este año de la manifestación, que discurrirá entre la Avenida del Paralelo y la Estación de Francia, y también le ve un cariz antipolítico.

La presidenta de la entidad, Dolors Feliu, no ha dejado que las críticas de ERC muevan un ápice del manifiesto de la Diada. Ha defendido que sus críticas se extienden a toda “la mayoría del 52%” (en referencia a los votos obtenidos por ERC, Junts, CUP y el PDeCAT) y no se ha ahorrado palabras contra el jefe del Govern. “No entendemos que se haga fotos con el Gobierno de Madrid y no quiera hacérsela con cientos de miles de catalanes”, ha dicho sobre una ausencia que considera que demuestra su falta de compromiso con el independentismo.

Nadie apostaría porque este domingo se repitan cifras récord de asistentes, pero el ambiente dará pistas sobre el nivel de desgaste tras una década de procés. El principal termómetro no está en la manifestación de la ANC, sino en uno de los primeros actos de la mañana: la ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova, donde según como vayan los silbidos y los gritos de los ciudadanos que se congregan para ver el paso de las delegaciones de los partidos se puede medir el sentir del independentismo más comprometido.

Junts sí ha cerrado filas con la manifestación (de hecho, la representación del Govern recaerá solo en sus consejeros y con el vicepresidente Jordi Puigneró a la cabeza) e incluso su presidenta, Laura Borrás, no ha dudado en cargar públicamente contra la decisión de ERC de no participar. Les acusa de querer desmovilizar en la calle al independentismo. Para la también presidenta suspendida del Parlament, los republicanos han de “asumir las críticas, abordarlas, escucharlas quejas para justamente trabajar y ponerle remedio”.

Junts, pese a que pactó darle una oportunidad a la vía del diálogo que planteaba ERC, siempre ha sido muy crítico. Borràs incluso ha llegado a considerarlo “contraproducente” para el independentismo. Hasta ahora, o al menos de manera pública, el único compromiso suscrito en la mesa de diálogo, en su pasada cita en julio, se refiere a dejar clara la voluntad conjunta de “avanzar” reformas legislativas para “superar la judicialización”. ERC ha manifestado querer revisar algunos tipos penales, como el de sedición, pero el Gobierno no comparte ni el entusiasmo ni la prisa.

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