El Popeye, el de albóndigas y otros bocadillos de libro para comer en Barcelona
Los periodistas Òscar Broc y Toni García Ramón buscan las mejores combinaciones para comer con las manos en ‘Bocatas. Arte entre dos panes’
Fríos o calientes. Hace años esta era la clasificación habitual de los bocadillos en cualquier bar. Pero dos categorías han quedado cortas para incluir todo lo que el invento de poner chicha entre dos rebanadas de pan puede llegar a significar. Ni aburridos ni rápidos, los bocatas han pasado a una nueva dimensión, y se han colado en las cartas de bares especializados, que los convierten en virguerías con ingredientes de todo el mundo, hasta han llegado a la minuta de establecimientos estrellados. Sólo hay que ver como Albert...
Fríos o calientes. Hace años esta era la clasificación habitual de los bocadillos en cualquier bar. Pero dos categorías han quedado cortas para incluir todo lo que el invento de poner chicha entre dos rebanadas de pan puede llegar a significar. Ni aburridos ni rápidos, los bocatas han pasado a una nueva dimensión, y se han colado en las cartas de bares especializados, que los convierten en virguerías con ingredientes de todo el mundo, hasta han llegado a la minuta de establecimientos estrellados. Sólo hay que ver como Albert Adrià, en su renovado Enigma Concept, tiene un apartado de la carta dedicado a los bocadillos. Pero mucho más contundentes son los que encontraréis en el libro ‘Bocatas. Arte entre dos panes’ (Debate), que recoge una cincuentena de ejemplares que los periodistas Òscar Broc y Toni García Ramón han validado para formar parte de esta guía. Cómo ellos dicen, “España es un país de bocadillos, no de pandereta”. Y aquí os recomiendan cinco que podéis encontrar en Barcelona.
Solo en Cataluña los llamamos así. En el resto de España es un mixto. Pero a nosotros que no nos quiten el bikini, el sándwich planchado con jamón york, queso y mantequilla, que debe su nombre a la sala Bikini, la discoteca que lo empezó a vender. En Barcelona hay un lugar dedicado sólo a los bikinis. En palabras de Broc, “es un espectáculo”. Si sois fans de este estilo, ya lo podéis agendar. Además de la apuesta segura que es el clásico, atreveos a probar los más ingeniosos, como el Pastrami connection, a base de pastrami, queso Cheddar, cebolla frita y mostaza de miel; el Bikini asado, con pollo asado, queso Gouda y un allioli suave de manzana al horno; o El arte y gusto, con porchetta, queso de oveja, trufa y nueces de Brasil. Si ya estáis salivando, esperad a saber que no todos son salados. La guindilla la pone el Capricho dulce, relleno de Nutella y frambuesas. Si lo preferís en casa, tienen servicio a domicilio y es bueno saber que no os llegará desalmado. Os los envían envasados, frescos y listos para planchar, con las indicaciones para que en casa os queden en su punto. Calle Mallorca, 135 / calle Muntaner, 568, Barcelona.
Menorca es patria de bocadillos muy locos, según Broc, que pisa a menudo la isla. Y por las fiestas de Sant Joan, que son históricas en Ciutadella, tienen un bocadillo oficial: el de albóndigas menorquinas, que son más pequeñas de lo habitual y guardan un sabor que “es adictivo”, confiesa. Aunque este gastrónomo no ha probado iguales, ha encontrado en Barcelona uno que se le parece y venera con la misma pasión. Es el bocata de albóndigas del Bar Bodega Can Ros. Literalmente, son unas albóndigas guisadas con salsa y sus guisantes. Se cortan por la mitad para que se esparzan mejor por la base del pan y de un mordisco no salga todo rodando. Redondo es el resultado. Calle Roger de Flor, 303, Barcelona.
Sándwich de ensaladilla rusa en el Torpedo
Aunque parece que lo inventó Rodilla, Broc y García se han inspirado en el bocadillo del bar Torpedo para incluir en su libro el sándwich de ensaladilla rusa en pan de molde. En este local de la ciudad, de Rafa Peña, chef del restaurante Gresca, los dos elementos principales son de máxima calidad y el match no podía ser más perfecto. Según Broc, el pan de molde y la ensaladilla rusa “se quieren, se acarician, entran como una nube de felicidad en el organismo”. Una unión que demuestra que las tapas más icónicas se pueden convertir en grandes bocadillos y comerse con cuchara. En este local tienen otras combinaciones que hacen salivar, como el de tocino teriyaki, el de berenjena asada, el de cangrejo o el de pastrami con lengua de ternera. Sus hamburguesas y los emparedados de pollo frito también valen la pena. Calle Aribau, 143, Barcelona.
Popeye es un súper clásico de Barcelona que nació y se mantiene firme en el café Dole. Para Broc es un bocata “casi perfecto”: pan de barra fina, jamón ibérico, queso, espinacas frescas y una buena planchada para que quede caliente y crujiente con el queso fundido. Un almuerzo de campeones que necesitan energía. Es una parada obligatoria para los vecinos de la zona, que también puede presumir de un gran bocadillo de tortilla de patata y cebolla caramelizada. Además, los golosos también disfrutan. Aquí los dulces son para lamerse los dedos. Croissants, ensaimadas, coca de pan y chuchos, que llegan de Pa Artesà del Vallès, que fueron reconocidos por el mejor chucho en 2020. Calle Manuel de Falla, 16, Barcelona.
Llonguet de sobrasada en Espai Mallorca
Nos volvemos a encontrar con la huella menorquina. Otro fetiche de la isla balear es el llonguet de sobrasada, queso y miel. Allí, la versión original se hace con este panecillo de origen mallorquín, sobrasada balear, queso de Maó y miel -preferiblemente menorquina-. Las versiones libres admiten mil y una interpretaciones, pero siempre con estos tres ingredientes que combinados hacen magia. Si os tienta, en el Espai Mallorca hacen unos “llonguets de sobrasada estratosféricos”, en palabras de Broc. Un lugar que trae la cultura de las Balears al centro de Barcelona. Plaza Vicenç Martorell, 1, Barcelona.
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