Mari Chordà, por fin homenajeada
No solo fue pintora, sino también autora de poemas, editora y gestora cultural. En 1977, publicó con Ana Diaz-Plaja y Montse Clavé para la revista ’Mundo’ el cómic feminista ‘Las entrañablesas’
Conocí a Mari Chordà a mitad de los años setenta. Era una chica morena, delgadita , muy vital y muy feminista y no nos parecía que pintara cuadros. De hecho, hemos sabido ahora que no los enseñaba a nadie. Con Ana Diaz-Plaja, Teresa Bassols, Maite Arbó, Luz Elena, Mireia Bofill, Guiomar Eguillor, Nacha Medrano y ocasionalmente Ma José Ragué y Mary Nash habíamos formado antes, en 1972, un grupo feminista. Eran unas reuniones completamente informales, en las que hablábamos de temas que nos concernían a las mujeres, de nuestra sexualidad, de casos de machismo evidente y de la píldora que unas pod...
Conocí a Mari Chordà a mitad de los años setenta. Era una chica morena, delgadita , muy vital y muy feminista y no nos parecía que pintara cuadros. De hecho, hemos sabido ahora que no los enseñaba a nadie. Con Ana Diaz-Plaja, Teresa Bassols, Maite Arbó, Luz Elena, Mireia Bofill, Guiomar Eguillor, Nacha Medrano y ocasionalmente Ma José Ragué y Mary Nash habíamos formado antes, en 1972, un grupo feminista. Eran unas reuniones completamente informales, en las que hablábamos de temas que nos concernían a las mujeres, de nuestra sexualidad, de casos de machismo evidente y de la píldora que unas podían conseguir y otras no. “¿Autoconsciencia?”, me dijo el otro día una joven feminista. Pues sí, llámenlo como quieran, pero lo que yo recuerdo es que éramos combativas, sinceras, y también un poco gamberras. A Luz Elena, que era una mujer muy alta y muy guapa, cuando la interpelaba un hombre en un bar, ella lo contestaba con el mismo arrojo que el interfecto, y este se quedaba bastante pasmado (era otra época). Y yo pensaba qué estupenda acción sería subirse a una tapia y lanzar piropos a los hombres, a ver cómo reaccionaban. Obviamente no me atreví (era otra época).
Mas tarde se formó otro grupo de feministas y aquí sí que estaba Mari Chordà, con Laura Tremosa, Nuria Pompeia, Ana Díaz-Plaja, Luisa Ortínez, y al cual yo ya fui muy poco. Fue el embrión del bar-librería La Sal, espacio clave en el Raval de Barcelona, sede de todo tipo de actividades feministas y antifranquistas. Porque Mari Chordà no solo fue pintora, sino también autora de poemas, editora y gestora cultural. En 1977, publicó con Ana Diaz-Plaja y Montse Clavé el cómic feminista Las entrañablesas para la revista Mundo, un cómic que podría —o debería— haber estado, por cierto, en la gran exposición del Underground/Contracultur en el Palau Robert. Montse Clavé fue una importante ilustradora y después fundadora de la famosa Librería Negra y Criminal (2002).
Ahora, la galería Mayoral presenta una excelente exposición de las obras de Chordà y paralelamente le rindió un homenaje en el Macba presentado por Assumpta Bassas, en el que se repasaba toda su trayectoria. Nacida en Amposta (1942) en una familia de comerciantes, estudió Bellas Artes en donde su mejor amiga fue la gran pintora Soledad Sevilla. En Amposta fundó Lo Llar (Hogar) un espacio que acogió conciertos de la Nova Cançó y todo tipo de actos reivindicativos. Chordà fue pionera, al menos en Catalunya, en pintar sexos femeninos, de los cuales Vulva (1968) es un buen ejemplo, presente en la exposición. No lo enseñó a nadie, y lo recuerda como un trabajo asociado al “placer de investigar lo íntimo”, una exploración personal y que lamentablemente estuvo extraviado durante varios años.
En 1965, viajó a París con su marido el pintor Josep Niebla, de quien confesó que la maltrataba, y en 1966 se quedó embarazada de su hija. En sus Maternidades, tres de las cuales han sido adquiridas por el MNAC, vemos unas formas abstractas, biomórficas, que evocan la abultada barriga y los senos turgentes de sí misma, ya que llevan por título Autorretrato embarazada. En París expuso en muestras colectivas pero sobre todo, al contacto de artistas extranjeros, especialmente de la francesa Niki de Saint-Phalle, sus colores se hicieron más vivos, más cercanos a las tintas planas del Pop Art. Su estupenda serie Juguetes pensados para su hija Angela, constan de formas alveoladas que pueden encajarse en distintas posiciones sobre una superficie de madera. Lúdicas y de colores alegres, evocan las formas de Arp, mientras que Ous de felina (1969) sugiere, como su título indica, formas ovoides. Luego esta serie evolucionó a superficies de metal en las que imantaba estas mismas formas, ya de colores más sobrios y el conjunto es de una gran sensualidad y elegancia. Su libertad en el tratamiento del tema sexual le llevó a pintar Coitus Pop (1968) que aunque con formas abstractas representa “un pene que dispersa el semen con arrogancia” según dijo la propia artista. La obra fue incluida en la famosa exposición de la Tate Gallery The World goes Pop en 2015, que “redescubrió” a artistas españolas tan importantes y poco reconocidas como ella misma o Eulàlia Grau.
Un primer reconocimiento le llegó a la artista con la muestra Mari Chordà.Pasar y traspasar, 1960-2000, comisariada por la galerista Marisa Díez de la Fuente y en 2006 tuvo otra muestra en el Centro de Cultura de Mujeres Francesca Bonnemaison, una institución que ella ayudó a fundar. Así pues, a sus 79 años, ¡felicidades, Mari!
Victoria Combalía es escritora y crítica de arte.