La segunda caída de Trapero, el jefe de policía más popular
Un mando dialogante y discreto toma el relevo del rostro de los Mossos en los atentados de Barcelona y el ‘procés’
Josep Lluís Trapero es probablemente, y con permiso del comisario jubilado José Manuel Villarejo, el mando policial más conocido de España. Fue el rostro y la voz que aportó sosiego durante las jornadas turbulentas en las que se desarrollaron los atentados de Barcelona y Cambrils, en agosto de 2017. Aupado a su pesar a icono del independentismo, estuvo en el ojo del huracán por el referéndum del 1 de ...
Josep Lluís Trapero es probablemente, y con permiso del comisario jubilado José Manuel Villarejo, el mando policial más conocido de España. Fue el rostro y la voz que aportó sosiego durante las jornadas turbulentas en las que se desarrollaron los atentados de Barcelona y Cambrils, en agosto de 2017. Aupado a su pesar a icono del independentismo, estuvo en el ojo del huracán por el referéndum del 1 de octubre, que le condujo a un juicio del que salió airoso. La absolución, en octubre de 2020, le permitió volver con todos los honores a la jefatura de los Mossos, que había abandonado tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Pero su segunda etapa al frente de la policía ha durado poco, apenas un año, y esta vez no ha sido el Gobierno del PP el que le ha expulsado, sino el Govern de la Generalitat comandado por Esquerra Republicana.
Del rostro de Trapero se llegaron a imprimir camisetas por la frase que soltó a un periodista que, en una rueda de prensa sobre los ataques yihadistas del 17-A, se quejó de que respondiera en catalán. El major dijo que contestaba en la misma lengua en que se le había formulado la pregunta. El periodista abandonó la sala. “Bueno, pues molt bé, pues adiós”, contestó Trapero en una extraña pero genuina mezcla de lenguas. En la vigilia de lo más duro del procés, el independentismo quiso ver en el gesto una defensa del catalán, y en el jefe de los Mossos, a uno de los suyos. La contención de la policía autonómica en el referéndum —frente al uso de la fuerza contra los votantes por parte de la Policía y la Guardia Civil— le acabaron de aupar a la santidad en el mundo independentista. Pero también le arrastró sin remedio hacia su primera caída.
La segunda caída de Trapero, propiciada por la misma Generalitat que le había encumbrado de nuevo un año antes, la llevaba cocinando Esquerra Republicana desde hacía meses. Al frente de la presidencia del Govern y, por primera vez, del Departamento de Interior, los dirigentes republicanos no han perdonado la excesiva independencia con la que Trapero, siempre un verso libre, ha manejado los asuntos de la policía en esta segunda y breve etapa. Tampoco han asumido que, en el juicio que afrontó por sedición, Trapero se defendiera diciendo que tenía un plan para detener, entre otros, al líder de ERC, el exvicepresidente Oriol Junqueras.
Al carismático Trapero le sustituye un hombre de entrada mucho más discreto y poco conocido. El nombramiento de Josep Maria Estela como nuevo jefe de los Mossos ha sido recibido con más aplausos que abucheos en Tarragona, la provincia que ha dirigido los dos últimos años. Próximo a los agentes y a sus necesidades —este lunes, en su presentación, pidió más recursos para ellos—, Estela, de 51 años, es un mando policial “dialogante”, volcado en aspectos operativos y discreto, según fuentes de su entorno. Algunas personas apuntan que es afín al independentismo, pero está poco significado políticamente.
Estela tuvo su momento de fama la semana pasada, cuando explicó los detalles sobre el operativo policial para detener a Marin Eugen Sabau, el vigilante de seguridad que hirió a cuatro personas en un tiroteo en Tarragona y se dio a la fuga. Es, por lo demás, un perfecto desconocido, incluso dentro del cuerpo, lo que choca con la popularidad de su antecesor.
El consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, destacó del nuevo jefe de los Mossos que es un hombre “arraigado al territorio”: en sus 27 años de carrera, ha trabajado en seis de las nueve “regiones policiales” en las que los Mossos dividen Cataluña. Sin quererlo oponer expresamente a Trapero, alabó su capacidad de “trabajar en equipo”. Estela, que también tuvo buenas palabras para el major destituido (“le hemos tenido como referencia por su liderazgo, su profesionalidad, su implicación”), recogió el guante y marcó perfil propio: “En esta nueva etapa queremos desterrar la primera persona del singular”.
Trapero siempre ha sido un verso libre. Jefe de los Mossos desde 2013 hasta que fue destituido tras el 1-O, es un hombre tremendamente corporativo, de carácter complicado (sus malas relaciones personales con mandos de otros cuerpos fueron un lastre para él y para los Mossos) y difícil de manejar. Habrá que ver qué ocurre con Estela, aunque todo apunta que su liderazgo tendrá un perfil más bajo y será más compartido.
Con una extensa formación académica —licenciado en Derecho, máster en políticas de seguridad pública—, el perfil de Estela encaja más con el modelo de “policía de proximidad” que pretende afianzar ERC. El comisario formó parte de un proyecto de prevención de la tortura del Consejo de Europa sobre garantías de las personas detenidas, un currículum que la CUP (que presiona al Govern para fiscalizar a los Mossos) puede apreciar.